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jueves, 17 de noviembre de 2022

Las lágrimas de Jesús y nuestras lágrimas, los sentimientos que afloran ante el sufrimiento y la emoción del amor, no seamos insensibles ante lo que nos encontramos en el camino

 


Las lágrimas de Jesús y nuestras lágrimas, los sentimientos que afloran ante el sufrimiento y la emoción del amor, no seamos insensibles ante lo que nos encontramos en el camino

Apocalipsis 5,1-10; Sal 149; Lucas 19,41-44

Dicen que a los hombres nos da vergüenza llorar; será quizás desde una cultura – hoy hablaríamos de machismos y no sé cuantas cosas – donde nos parecía que teníamos que ser fuertes y de ninguna manera manifestar nuestra debilidad; pero la realidad de la vida es que todos somos débiles y que el llanto tampoco hemos de mirarlo desde ese sentido; sin embargo hay como un cierto pudor, pero lloramos, todos, hombres y mujeres, pequeños y grandes.

¿Una señal del sufrimiento que llevamos dentro? ¿Una expresión de nuestros sentimientos? Bueno, los psicólogos nos dirán muchas cosas, pero no andamos ahora para psicologías. Pero es la realidad, algo o alguien nos hace sufrir y afloran nuestros sentimientos y afloran nuestras lágrimas; algo no nos va bien en la vida y nos sentimos fracasados ante lo que hemos intentado, y aparecen nuestras lágrimas, aunque algunas solo corran por dentro; desaires, contratiempos, infidelidades, cerrazón ante lo que ofrecemos que nos lo rechazan, situaciones de emergencia en que todo se nos viene abajo, previsión de algo que nos puede suceder… muchas cosas que pueden aparecer las lágrimas; un desahogo emocionado de lo que llevamos dentro, una muestra de confianza y de amistad que nos ofrecen cuando no lo esperábamos, una mano agradecida que surgió para valorarnos algo que hemos hecho, y aparecen nuestras emociones, aparecen nuestras lágrimas. No tenemos que tenerlo miedo a las lágrimas, al llanto, también puede ser una vía de escape ante algo que nos está haciendo presión por dentro.

Hoy nos habla el evangelio de unas lágrimas de Jesús de manera que históricamente ha quedado un lugar enfrente de la ciudad santa, en la bajada del monte de los Olivos, como el lugar donde Jesús lloró. Otras lágrimas recordamos de Jesús frente a la tumba de Lázaro en Betania, pero ni siquiera a lo largo de su pasión se nos hablará de lágrimas de Jesús; en su sufrimiento se hablará de sudor de sangre en la oración del huerto de Getsemaní, pero es ahora enfrente de la ciudad, mientras contemplaba todo su esplendor como tan maravillosamente se manifiesta desde ese lugar cuando veremos las lágrimas de Jesús.

Unas lágrimas y una queja dolorida. Ha sido como la gallina que recoge a sus polluelos bajo sus alas para librarlos del peligro, cuando Jesús siente dolor por la ciudad de Jerusalén. Allí había predicado y realizado milagros, pero allí se encontró la principal oposición y allí encontraría la muerte. Es la obra que parece no concluida porque no encuentra respuesta, es el desaire de su pueblo al que tanto ama y por el que está dispuesto a dar la vida. En aquella bajada se darían las mayores aclamaciones alrededor de Jesús donde parecía una entrada triunfante, pero ahora están las lágrimas, porque no ha habido respuesta. Jesús llora contemplando la ciudad de Jerusalén que un día sería destruida, con lo que eso de dolor tenía que significar para quien amaba tanto la ciudad santa.

¿Llorará Jesús ante nosotros contemplando lo que es nuestra vida? Merecemos esas lágrimas, aunque sabemos que por encima de todo está su amor. Por amor terminará su subida a Jerusalén porque no teme la entrega sino que El se entregará libremente y por amor. Pero además de ser una llamada a nuestra respuesta ¿habrá también algún mensaje más para nuestra vida desde esas lágrimas de Jesús?

Somos nosotros los que hemos de ponernos con sinceridad ante Jesús y sentir la emoción hasta las lágrimas de lo que es el amor; somos nosotros los que hemos de ponernos ante Jesús para vaciar nuestro corazón enteramente aunque también se nos produzcan esas lágrimas en nuestros ojos en el dolor del desgarro de tantos apegos; somos nosotros los que poniéndonos ante Jesús aprenderemos a mirar con mirada distinta a nuestro alrededor y seguramente surgirá también la emoción y las lágrimas ante lo que podemos contemplar, porque aprenderemos a contemplar cuánto sufrimiento hay en tantos a nuestro alrededor como antes expresábamos –desaires, fracasos, infidelidades, rupturas, tantos mundos que se nos vienen abajo - que nos pueden producir muchas lágrimas, pero quizás nos emocionemos al contemplar también la entrega anónima quizás hasta el martirio de los que saben amar de verdad y buscan siempre el bien de los hermanos, porque cuando encontramos un amor verdadero también lloraremos de alegría. Distintas emociones, distintas formas de lágrimas pueden brotar entonces de nuestros ojos, de nuestro corazón.

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