Es
cuestión de gracia y también de respuesta, es posible si nos dejamos conducir
poniendo confianza y disponibilidad en el corazón para la nueva misión que se
nos confía
Hechos de los apóstoles 22, 3-16; Sal 116;
Marcos 16, 15-18
Hay momentos
en la vida que nos pueden sorprender de tal manera que nos hagan dar un cambio
radical en la vida; algo inesperado y por eso mismo sorprendente, algo que nos
sucede quizás como una consecuencia de una cadena de hechos anteriores; un
accidente en esos caminos que vamos recorriendo en la vida; algo extraordinario
que nos puede suceder en lo sorprendente incluso de la misma naturaleza; una
palabra, un encuentro, un sueño quizás como una pesadilla que nos deja
inquietos… muchas cosas nos pueden suceder y quizás alguna experiencia podamos
tener.
Cosas que nos
hacen pensar, que nos hacen interiorizar, que nos hacen preguntas por dentro,
que nos abren caminos inesperados y sorprendentes. ¿Lo llamamos milagro? ¿Es
una aparición sobrenatural – nos sobrepasa - en nuestra vida? ¿Algo misterioso
o que como dicen algunos el destino nos depara aunque nosotros no lo queramos?
¿Una llamada del cielo?
Saulo tenía
sus convicciones y sus planes. No podía permitir que se siguieran propagando
aquellas ideas y todo cuanto estaba sucediendo en el mismo seno de la comunidad
judía. Lo que parecía una camino nuevo él no lo podía tolerar. Por eso había
emprendido algunas cosas para erradicar aquello que parecía que se iba
extendiendo porque en poco tiempo ya iba transcendiendo las propias fronteras
de Israel. Ahora marcha convencido, con cartas incluso de los sumos sacerdotes
de Jerusalén que lo autorizan, a Damasco porque quiere quitar de en medio a
algunos que por allá difundían aquellas doctrinas. Iba muy convencido y seguro
de si mismo.
Pero algo
sucede en el camino, a las puertas casi ya de la ciudad de Damasco. Algo que lo
tumba por tierra incluso en el sentido físico, porque una luz lo ha deslumbrado
todo, lo ha deslumbrado como para quedarse ciego. Solamente él ha visto lo que
había detrás de aquella luz, porque allí le salía al encuentro el mismo Jesús
al que él perseguía en sus seguidores. ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?...
Yo soy Jesús, el Nazareno, a quien tú persigues’
Será el
propio Saulo el que nos lo cuente. Los que le acompañaban solo sintieron que
algo le pasó a Saulo que estaba caído por tierra, y lo que harán será ayudarlo
a levantarse para llevarlo a la ciudad. Allí se desarrollará el resto del
episodio. Saulo ya no es el mismo. Se ha encontrado con Jesús, a quien él
perseguía. Será un vaso de elección, como le señalará luego Ananías enviado por
el Señor. ‘El Dios de nuestros padres
te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de
sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has
visto y oído. Ahora, ¿qué te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava tus
pecados invocando su nombre’.
Y se convertirá en testigo ante todos
los pueblos. Como Jesús había enviado a sus discípulos según escuchamos hoy
también en el evangelio. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda
la creación’. Apóstol de los gentiles lo llamaremos haciendo alusión a sus
largos viajes y acontecimientos anunciando el nombre de aquel a quien había
perseguido. Hoy celebramos la conversión de san Pablo y el comienzo de un nuevo
camino, su apertura a unos nuevos horizontes, su encuentro con una nueva luz
que iba a propagar para que todos tuvieran esa luz. Y todo a partir de un
encuentro. Inesperado, sorprendente, sobrenatural… fue un camino de gracia.
Algunos dicen que no pueden cambiar.
Apegos, ataduras, viejas costumbres, rutinas de la vida… pero las cadenas se
pueden romper, las ataduras por fuertes que sean se pueden desatar. Es cuestión
de gracia; es cuestión también de respuesta; es posible si nos dejamos
sorprender; lo podremos realizar no por nosotros mismos sino por la gracia del
Señor.
la gracia del Señor no nos faltará; su
llamada la podremos escuchar muchas veces en lo hondo de nosotros mismos, pero
hemos de ser capaces de sintonizar, levantar las antenas o abrir nuestros oídos
para poder escuchar, abrir los ojos en la posibilidad de descubrir campos
nuevos, dejarnos conducir quizá en los primeros pasos que tambaleantes demos en
la nueva dirección como se dejó hacer Saulo para llegar finalmente a Damasco,
poner confianza y disponibilidad en el corazón ante la nueva misión que se nos
confía. Seremos capaces, porque todo lo puedo en Aquel que me conforta, como
diría más tarde san Pablo.
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