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lunes, 24 de enero de 2022

Quien quiere anular la existencia de Dios está cerrando a sí mismo las puertas que le puedan llevar al encuentro de misericordia con Dios, no podrá saborear lo que es el perdón

 



Quien quiere anular la existencia de Dios está cerrando a sí mismo las puertas que le puedan llevar al encuentro de misericordia con Dios, no podrá saborear lo que es el perdón

2Samuel 5, 1-7. 10; Sal 88; Marcos 3, 22-30

Qué terrible es sembrar dudas en el corazón de los otros. Dudas, por supuesto, podemos tener y de hecho tenemos; las dudas nos hacen interrogarnos a nosotros mismos y ponernos en camino de búsqueda; la duda no puede ser destrucción sino un interrogante abierto a nuevos horizontes, a nuevos planteamientos, a una mayor profundización en la vida.

Pero cuando hablaba de esas dudas que se siembran en el corazón de los otros normalmente suelen ir llenas de malicia, y el afán es muchas veces destructivo; dudas que siembran sobre aspectos de la fe o de la religiosidad de las personas, pero con el afán de destruir los verdaderos cimientos de esa fe; como dudas que sembramos acerca de los demás, insinuando pero no atreviéndose quizás a acusar, desconfiando y manifestando esa desconfianza que tengamos de los otros sin ningún fundamento, sino solo, como decíamos, con el afán de destruir. Ayuda a abrir caminos pero no destruyas lo ya caminado, o el sentido con el que los otros quieren caminar. Las dudas tendrían que ser, no para desconfiar, sino para hacernos crecer, para descubrirnos caminos positivos y para hacer que haya un verdadero progreso en la vida.

Hay gentes que parece que están especializadas en destruir, en crear desconfianza, en poner en duda todas las cosas para arrasar desde los fundamentos, desde las mejores raíces que tengamos en la vida y que nos sustentan. Qué dañinas son esas personas, cuántas confusiones crean, a cuánta gente dejan como desnudas sin verdaderos valores y sin nada en que apoyarse en la vida. Terrible pecado tendríamos que decir.

Esos sembradores de dudas y de cizaña cuanto daño van haciendo. Es una guerra de guerrillas que crea confusión y desconfianza; es algo que vemos en la vida mucho más de lo que quisiéramos; es algo que contemplamos en los diversos ámbitos de la vida; es algo de lo que se aprovechan muy astutamente quienes tienen a la religión como su enemigo al que hay que destruir y que aprovecharan cualquier circunstancia para sembrar esa duda, para desestabilizar el pensamiento y el fundamento muchas veces de los más débiles.

Hoy en el evangelio vemos cómo se meten con Jesús. Incluso nos hablará de escribas que han bajado de Jerusalén a Galilea para tratar de destruir la obra de Jesús. Se les iba de las manos en sus planteamientos y lo mejor era destruir, destruir creando esa desconfianza en la gente, esas dudas nunca constructivas en el interior de las personas. Jesús con su presencia va destruyendo por así decirlo las bases del mal; nos habla el evangelio de endemoniados a los que Jesús libera de sus ataduras, pero que ahora aquellos que han venido vendrán acusando a Jesús que si expulsa los demonios es por el poder del mismo Belcebú. Una incongruencia tan grande que Jesús se las desbarata porque estarían hablando de un reino dividido y que lucha contra sí mismo.

Es negar el poder de Dios que se manifiesta en Jesús. Quien quiere anular la existencia de Dios está cerrando puertas en su vida que le puedan llevar a ese encuentro de misericordia con Dios. Por eso les dice Jesús que no podrán encontrar el perdón. Si niegan el origen de la misericordia y el perdón que es Dios mismo en su amor, cierran las puertas de la misericordia para ellos, porque no creen en esa misericordia, en ese amor de Dios por todos nosotros.

Cuidado con las intenciones perversas que se nos pueden meter en el corazón. Cuidemos de no hacer daño a nadie creando esas dudas y desconfianzas que destruyen. Busquemos siempre camino de amor y de bondad que nos acercarán a Dios; llevemos la pureza de nuestro corazón al encuentro con los demás.

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