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miércoles, 26 de enero de 2022

Como sembradores no podemos desistir de seguir intentado lograr un día unos mejores frutos de nuestra sociedad aunque endurecido encontremos el terreno

 


Como sembradores no podemos desistir de seguir intentado lograr un día mejores frutos de nuestra sociedad aunque endurecido encontremos el terreno

2Timoteo 1, 1-8; Sal 95; Marcos 4, 1-20

Hay terrenos y terrenos, hay cultivos y cultivos, hay agricultores o sembradores en el campo, podríamos decir, para todos los gustos, hay semillas que nos dan más fruto y hay algunas que se vuelven inservibles. Puede parecer un trabalenguas, pero no lo es, porque todos, aunque no trabajemos en el campo, sabemos que no toda la tierra produce lo mismo, que no siempre cuando cultivamos obtenemos el fruto deseado, o que las semillas tenemos que escogerlas muy bien.

Soy hijo de agricultor y recuerdo a mi padre escogiendo muy bien las papas que iba a sembrar – no todas valen para semilla, recuerdo que nos decía – y también la preparación de las tierras previamente a echar la semilla en la tierra además de los trabajos posteriores de cultivo. Quizás hoy nos hemos vueltos en civilizaciones más urbanas y algunos de nuestros niños solo sabrán de semillas, de siembras y de cultivos por lo leído en los libros, por lo contemplado en Internet o por lo que hayan oído hablar de quienes sí viven inmersos en esa cultura agrícola.

Pero igual sabemos que en el conjunto de la vida sucede algo así como nos habla hoy la parábola. Gente a la que le rinde su preparación y sus estudios sabiendo salir luego adelante en la vida, como quienes se quedan en la cuneta de la vida o porque no saben sacar partido a lo que ha sido su preparación en la vida, o porque quizá prefieran una vida cómoda y sin esfuerzos con lo que no se encontraron preparados cuando en verdad tuvieron que enfrentarse a los problemas de la vida. Es amplio el abanico de referencias con el que podemos encontrarnos en esas diversas situaciones de la vida, pero también en esa distinta respuesta de maduración como personas para saber aprovechar las oportunidades de la vida.

Una parábola que nos ofrece hoy Jesús en el evangelio con la que podemos hacer referencia a muchas situaciones, a muchas respuestas, a muchos campos de la vida. No todos sabemos siempre dar la talla en la vida, no manifestamos la misma madurez, como no llegamos al mismo compromiso. Ante todos está ese campo de la vida, en manos de todos está esa sociedad en la que vivimos pero que no es solo lo que nos ha sido dado o nos han transmitido nuestros mayores, sino que es también lo que nosotros tenemos que seguir realizando, ese crecimiento personal pero también ese desarrollo para mejorar nuestra propia sociedad.

Y en cualquiera que sea los aspectos nos encontraremos corazones endurecidos, quizá por las experiencias que hayan vivido, quizás por lo negativo que se le haya transmitido de lo anterior de esa sociedad; cuantos viven con el corazón avinagrado porque alguien echó a perder esa buena tierra con los zarzales de las envidias, de los odios, de los orgullos mal curados, y ahora solo respiran violencias y resentimientos; cuantos viven en la superficialidad y la vanidad, en lo cómodo o pensando que solo tenemos que realizar lo fácil y rehuir lo que signifique esfuerzo, y difícilmente en esos corazones podrán enraizar buenos sentimientos o profundos valores para poder alcanzar altas metas.

Queremos sembrar las buenas semillas en esos campos y difícilmente podrán prosperar las plantas que hayan germinado en esos semilleros de la vida; buena será la semilla, buenos deseos podemos tener todos de querer hacer cada día nuestro mundo y nuestra sociedad mejor, pero duros y difíciles se nos convertirán esos campos de trabajo donde difícilmente podremos un día alcanzar una cosecha de buenos frutos.

Ya sabemos que solamente en la tierra buena y bien preparada podremos obtener los mejores frutos y en eso tendremos que afanarnos con ahínco y sin cansancio. Mucha tierra dura tendremos que roturar, muchos campos tendremos que limpiar de pedruscos o de malas hierbas, pero como sembradores no nos podemos desanimar y bajar la guardia en nuestra tarea. No podemos desistir de seguir intentando lograr un día mejores frutos de nuestra sociedad.

Como creyentes y cristianos que escuchamos también esta parábola que nos propone Jesús tenemos que encontrar esa buena semilla que tenemos que seguir sembrando; no temamos las dificultades o las cosas adversas con que nos podemos encontrar; pensemos que la semilla que vamos a sembrar tiene en sí misma una fuerza de vida, porque lo hacemos desde esa Palabra de Dios que escuchamos y queremos hacer llegar a los demás, porque sabemos que es el camino para hacer un mundo mejor.

No lo olvidemos en nuestra mano está la semilla, somos sembradores, y tenemos la esperanza de ver reverdecer un día un mundo mejor y brotar las flores que serán promesas de hermosos frutos.

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