Como
sembradores no podemos desistir de seguir intentado lograr un día mejores
frutos de nuestra sociedad aunque endurecido encontremos el terreno
2Timoteo 1, 1-8; Sal 95; Marcos 4, 1-20
Hay terrenos
y terrenos, hay cultivos y cultivos, hay agricultores o sembradores en el
campo, podríamos decir, para todos los gustos, hay semillas que nos dan más
fruto y hay algunas que se vuelven inservibles. Puede parecer un trabalenguas,
pero no lo es, porque todos, aunque no trabajemos en el campo, sabemos que no toda
la tierra produce lo mismo, que no siempre cuando cultivamos obtenemos el fruto
deseado, o que las semillas tenemos que escogerlas muy bien.
Soy hijo de
agricultor y recuerdo a mi padre escogiendo muy bien las papas que iba a
sembrar – no todas valen para semilla, recuerdo que nos decía – y también la
preparación de las tierras previamente a echar la semilla en la tierra además
de los trabajos posteriores de cultivo. Quizás hoy nos hemos vueltos en civilizaciones
más urbanas y algunos de nuestros niños solo sabrán de semillas, de siembras y
de cultivos por lo leído en los libros, por lo contemplado en Internet o por lo
que hayan oído hablar de quienes sí viven inmersos en esa cultura agrícola.
Pero igual
sabemos que en el conjunto de la vida sucede algo así como nos habla hoy la
parábola. Gente a la que le rinde su preparación y sus estudios sabiendo salir
luego adelante en la vida, como quienes se quedan en la cuneta de la vida o
porque no saben sacar partido a lo que ha sido su preparación en la vida, o
porque quizá prefieran una vida cómoda y sin esfuerzos con lo que no se
encontraron preparados cuando en verdad tuvieron que enfrentarse a los
problemas de la vida. Es amplio el abanico de referencias con el que podemos
encontrarnos en esas diversas situaciones de la vida, pero también en esa
distinta respuesta de maduración como personas para saber aprovechar las
oportunidades de la vida.
Una parábola
que nos ofrece hoy Jesús en el evangelio con la que podemos hacer referencia a
muchas situaciones, a muchas respuestas, a muchos campos de la vida. No todos
sabemos siempre dar la talla en la vida, no manifestamos la misma madurez, como
no llegamos al mismo compromiso. Ante todos está ese campo de la vida, en manos
de todos está esa sociedad en la que vivimos pero que no es solo lo que nos ha
sido dado o nos han transmitido nuestros mayores, sino que es también lo que
nosotros tenemos que seguir realizando, ese crecimiento personal pero también
ese desarrollo para mejorar nuestra propia sociedad.
Y en cualquiera
que sea los aspectos nos encontraremos corazones endurecidos, quizá por las
experiencias que hayan vivido, quizás por lo negativo que se le haya
transmitido de lo anterior de esa sociedad; cuantos viven con el corazón
avinagrado porque alguien echó a perder esa buena tierra con los zarzales de
las envidias, de los odios, de los orgullos mal curados, y ahora solo respiran
violencias y resentimientos; cuantos viven en la superficialidad y la vanidad,
en lo cómodo o pensando que solo tenemos que realizar lo fácil y rehuir lo que
signifique esfuerzo, y difícilmente en esos corazones podrán enraizar buenos
sentimientos o profundos valores para poder alcanzar altas metas.
Queremos
sembrar las buenas semillas en esos campos y difícilmente podrán prosperar las
plantas que hayan germinado en esos semilleros de la vida; buena será la
semilla, buenos deseos podemos tener todos de querer hacer cada día nuestro
mundo y nuestra sociedad mejor, pero duros y difíciles se nos convertirán esos
campos de trabajo donde difícilmente podremos un día alcanzar una cosecha de
buenos frutos.
Ya sabemos
que solamente en la tierra buena y bien preparada podremos obtener los mejores
frutos y en eso tendremos que afanarnos con ahínco y sin cansancio. Mucha
tierra dura tendremos que roturar, muchos campos tendremos que limpiar de pedruscos
o de malas hierbas, pero como sembradores no nos podemos desanimar y bajar la
guardia en nuestra tarea. No podemos desistir de seguir intentando lograr un
día mejores frutos de nuestra sociedad.
Como
creyentes y cristianos que escuchamos también esta parábola que nos propone
Jesús tenemos que encontrar esa buena semilla que tenemos que seguir sembrando;
no temamos las dificultades o las cosas adversas con que nos podemos encontrar;
pensemos que la semilla que vamos a sembrar tiene en sí misma una fuerza de
vida, porque lo hacemos desde esa Palabra de Dios que escuchamos y queremos
hacer llegar a los demás, porque sabemos que es el camino para hacer un mundo
mejor.
No lo
olvidemos en nuestra mano está la semilla, somos sembradores, y tenemos la
esperanza de ver reverdecer un día un mundo mejor y brotar las flores que serán
promesas de hermosos frutos.
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