Decir
que Dios es el Señor de nuestra vida significa que la construimos desde unos
valores que nos trasmite el evangelio que llamamos el sentido cristiano de la
vida
Jeremías 7,23-28, Sal 94, Lucas 11,14-23
En la vida
social y política de un pueblo nos vamos encontrando con diversas
manifestaciones u opiniones de cual es el concepto que nosotros tenemos de
sociedad y conforme a ello cual sería el sentido que le quisiéramos dar a esa
sociedad. Queremos crear una asociación, por ejemplo, y hemos de tener claro
que es lo que pretendemos, cuales son sus fines y sus objetivos, que queremos
aportar con esa asociación a la sociedad en la que vivimos y nos sentimos
integrados; y quienes pertenecen a esa asociación tienen que estar bien
imbuidos en esos principios con que la hemos constituido.
Decimos de
una asociación, como decimos de la sociedad en su conjunto, y vienen las ideas,
las proposiciones cada uno según aquello desde lo que cree que se debe
constituir la sociedad; movimientos de opinión, partidos políticos que desde
sus principios tienen una idea del estado, opiniones desde la vida cultural, o
cada uno según sus propias ideas. Y es bueno que tengamos claras las ideas en
este sentido, aunque nos parezca que estamos hablando de política, pero estamos
hablando mejor de lo que consideramos lo mejor para nuestra sociedad.
Pero esta
previa reflexión que quizá se necesitaría ahondar en muchas cosas muy
concretas, sin embargo la expreso ahora casi como un ejemplo para que lleguemos
a entender bien lo que ha de significar el evangelio para el cristiano.
Hablamos mucho de evangelio, de valores evangélicos, del Reino de Dios y no sé
si siempre los cristianos lo tenemos claro. Al hablar del Reino de Dios no sé
cual es la idea que podamos tener en la cabeza, porque se nos puede quedar como
en una institución o una idea que poco tiene que ver luego con lo que es la
vida nuestra de cada día. Y de ello nos está hablando Jesús continuamente en el
evangelio.
¿Qué
significará decir Reino de Dios? ¿Qué significará nuestra pertenencia al Reino
de Dios? ¿Algo así como a una asociación a la que nos apuntamos como podemos
apuntarnos a otras cosas? En cuantas cosas nos apuntamos simplemente para
figurar en una lista pero sin ninguna repercusión en la vida. Pues hablar del
Reino de Dios no lo podemos mirar así, una lista a la que nos apuntamos y que
acaso nos obligue a asistir en alguna ocasión a algún acto. De ninguna manera,
podemos pensar así.
La palabra
misma nos lo dice, Reino de Dios. ¿Qué significa? ¿Tendrá que ser un
reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida? aquí hay algo muy
importante que tenemos que tener muy claro.
Hoy Jesús en
el evangelio curó a un hombre que era mudo, y en la expresión muy propia del
evangelio de aquellos tiempos, nos habla de la expulsión de un demonio de un
hombre que era mudo. Era como decir que el maligno se había apoderado de aquel
hombre y el mal se estaba manifestando en que no podía hablar, en la limitación
de no poder hablar, de ser mudo. Y Jesús lo libera de aquel mal.
Ya decimos
muchas veces que los milagros de Jesús son signos, signos de la liberación
profunda que quiere realizar en nosotros y no es solo el mal de una limitación física
o una enfermedad lo que Jesús quiere realizar en nosotros sino una transformación
total de nuestra vida viéndonos liberados del mal más profundo que puede
afectar a la persona.
Al escuchar
el evangelio vemos que se originó una controversia con aquellos que no
reconocían el poder de Jesús y que le achacan lo que hace al poder del príncipe
de los demonios. No entramos demasiado en ello ahora en estos momentos. Pero
Jesús termina aclarándonos que sin con dedo de Dios, el poder de Dios El está liberándonos
del maligno, es señal de que el Reino de Dios ha llegado a nosotros.
Queremos
vivir el Reino de Dios, queremos vernos liberados del mal, queremos que el mal
nunca se enseñoree de nuestra vida; de cuantas cosas nos sentimos atados,
cuantas cosas nos oprimen y nos quitan la libertad, cuantas cosas dejamos meter
en nuestra vida enseñoreándose de nosotros y no dejando que sea Dios en verdad
el único Señor de nuestra vida.
Pero cuando
decimos que Dios es el Señor de nuestra vida significa que esa vida que vamos
construyendo la hacemos desde un sentido, desde unos valores; es lo que decimos
que nos trasmite el evangelio, es lo que llamamos el sentido cristiano de
nuestra vida, porque es el sentido de Cristo, el sentido de Jesús. Significará
entonces cómo tenemos que parecernos a Jesús, hacer las cosas según su sentido
y su estilo, dejarnos impregnar de su amor.
Era lo que
tanto les costaba a los discípulos cuando seguían obsesionados en los primeros
puestos, cuando no habían entendido el sentido del servicio en la vida, cuando
les era tan difícil aceptar aquella entrega de amor que Jesús les anunciaba que
iba a realizar con su subida a Jerusalén. Si somos seguidores de Jesús no son
otros los valores que tengamos que vivir, si nos decimos miembros del Reino de
Dios es el sentido que hemos de darle a nuestra vida. Ojala escuchemos la voz
del Señor.
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