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viernes, 12 de marzo de 2021

Ante las inquietudes e inseguridades que nos surgen en nuestro interior nos seguimos preguntando dónde está la principal que da sentido a nuestra vida

 


Ante las inquietudes e inseguridades que nos surgen en nuestro interior nos seguimos preguntando dónde está la principal que da sentido a nuestra vida

Oseas 14, 2-10; Sal 80; Marcos 12, 28b-34

Nos creemos que nos las sabemos todas y hasta pretendemos juzgar a los demás por las preguntas que hacen. Cuántas veces en esa nuestra autosuficiencia – que luego no se nota en la práctica que nos sabemos las cosas porque no las hacemos –digo que en nuestra autosuficiencia nos hemos atrevido a jugar a aquel  ‘escriba se acercó a Jesús y le preguntó: Maestro ¿cuál mandamiento es el primero de todos?’


Nos decimos que si lo hizo para poner a prueba a Jesús, que si iba de autosuficiente queriendo juzgar y condenar a Jesús según la respuesta que diera, que si era algo que todo buen judío tenia que saber de memoria, porque incluso había de repetirlo muchas veces al día… pero pienso que en aquella pregunta pudiera haber también reflejada una sed del corazón.

Quizá no siempre nos sentimos tan seguros como queremos aparentar; no nos sentimos satisfechos y pensamos si acaso no nos estaremos equivocando, que tendrían que ser otros los caminos, que quizás aún no hemos hallado la respuesta a lo fundamental, que podríamos estarnos quedando en cosas superficiales a las que les falta profundidad. Seguimos buscando la respuesta que nos ayude a encontrar lo que de verdadero sentido a nuestra vida. Por eso nos preguntamos y preguntamos, nos sentimos inquietos y si tenemos a alguien al alcance de nuestra mano que nos pudiera responder tampoco lo dejaríamos tranquilos. Claro que todo esto hay que hacerlo con sinceridad, con humildad, con apertura de espíritu, de nuestro espíritu, pero apertura al Espíritu, al Espíritu Santo que es el que en verdad nos puede guiar.

Pienso madres y padres en vuestra tarea educadora en la que tenéis que estar siempre dando respuestas, con vuestras palabras, con vuestro testimonio, con vuestra acogida, con vuestro saber poneros a la altura del hijo que hace preguntas para poder discernir bien su inquietud. Y pienso, por supuesto, en todos los que tienen esa misión y esa tarea de ser educadores, con paciencia, con humildad, con empatía, con comprensión, para saber caminar al lado pero para saber esperar a que el que pregunta vaya encontrando la respuesta, que no van a ser solo las palabras que nosotros le digamos.

Y ahí está la tarea de nuestros sacerdotes y de todos los que se sienten implicados en la tarea pastoral de la Iglesia; pienso en la labor maravillosa que pueden realizar y de hecho realizan muchas veces con pocos medios y con pocas ayudas para su preparación y propia formación los catequistas de niños y jóvenes de nuestras parroquias.

Jesús con aquel hombre que a nosotros tantas veces nos ha parecido impertinente con sus preguntas sin embargo mantuvo un diálogo muy hermoso, para que aquel hombre encontrara su respuesta, la repuesta que necesitaba a su inquietud y a su interrogante. Al final Jesús le dirá incluso que no estaba lejos del Reino de Dios.

Busquemos, preguntemos, interroguémonos por dentro, analicemos bien lo que vamos haciendo, tengamos, como decíamos antes, ese espíritu abierto, dejemos que se abran delante de nuestros ojos nuevos horizontes. Ayudemos igualmente a los que caminan a nuestro lado también con esos interrogantes; nuestro testimonio, nuestra palabra puede y tiene que ser luz para ellos también, pero sepamos acompasarnos al paso de los otros como lo hizo Jesús, como nosotros lo necesitamos en la vida, como tiene necesidad ese mundo que nos rodea envuelto muchas veces en tantas tinieblas pero que nosotros tendríamos que conducirles a la luz.

Una tarea hermosa tenemos por delante. Es la nueva evangelización, el nuevo anuncio del Evangelio que necesitamos y que necesita nuestra sociedad.

 

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