Lo
que tenemos que lavarnos y purificarnos es nuestro interior para no dejar que
las raíces del mal y del pecado se incrusten en nuestro corazón
Génesis 1,20–2,4ª; Sal 8; Marcos 7,1-13
Ahora sí toca lavarse las manos. Nos lo
están repitiendo, como solemos decir, por activa y por pasiva; dada la
situación y peligro de contagio que ahora vivimos una de las normas que han
tratado de imponernos o al menos convencernos de que es muy importante que lo
hagamos, es lo de lavarse las manos; cuando vamos a algún sitio, salimos o
entramos en casa, estamos en contacto con lugares o personas donde
habitualmente no hacemos la vida, nos ofrecen ese gel con alcohol para que
evitemos algún tipo de contagio. Hoy es necesario y no podemos, es cierto,
tomarlo a la ligera, cuando además podemos poner en peligro también la salud de
los demás.
Pero pensemos en cuando pase todo esto,
hayamos vencido este virus y no andemos con la mosca tras la oreja con el
peligro de contagios, pensemos, digo, que esto se nos trate de imponer prolongando
la norma y hasta le diéramos un sentido sagrado o religioso. Diríamos que nos
estamos saliendo de madre, porque una cosa es ese lavarnos por higiene y en evitación
de peligros de contagios y otra que lleguemos a convertirlo en un signo
religioso que si no lo realizamos lo estamos convirtiendo hasta en pecado.
Eso pasaba entre los judíos. Eran gente
del desierto en su origen, habían vivido trashumantes de un lugar para otro y
en condiciones donde la higiene no era fácil, sobre todo viviendo en lugares
desérticos, y las enfermedades se contagiaban fácilmente de unos a otros por
esa falta de higiene. Sabiamente, podríamos decir, con la sabiduría del hombre
del desierto, se implicaba a la gente en tratar de vivir higiénicamente de la
mejor manera posible; quienes hemos vivido en el campo y con costumbres
campesinas en el cuidado de ganados, por ejemplo, sabemos como tenemos que
cuidar esa higiene para no caer en infecciones innecesarias.
Pero esto se había convertido en ley en
el pueblo judío y en ley de carácter religioso; la purificación no era ya el
cuidado de la higiene sino que se convertía en tema de impureza legal y
religiosa; sabemos de lo estrictos que eran sobre todo en el peligro de
contagio de algunas enfermedades como era la lepra, y todas las consecuencias
que tenia en la convivencia de la gente cada día.
Es lo que ahora los fariseos le están
planteando a Jesús, sobre todo en relación a sus discípulos y las costumbres
que veían que tenían. Sentarse a la mesa para comer el pan sin antes lavarse
las manos no era cuestión solo de higiene por aquello de lo que hubiéramos
tocado anteriormente, sino que se convertía en algo con un sentido religioso y
formal, era una impureza legal de la que estaban echando en cara a Jesús por
permitirlo a los discípulos.
Jesús quiere hacerles comprender el
sentido de las normas y como no podemos quedarnos en cosas externas sino que
tenemos que ir a lo más hondo del corazón. ¿De qué nos vale que externamente
nos presentemos muy rectos y cumplidores si interiormente nuestro corazón está
lejos de la verdadera ley de Dios? Jesús les pone incluso el ejemplo de la
ofrenda que hacían al templo de sus bienes y ya no se veían obligados a la
atención de sus padres, de sus mayores. ¿Dónde quedaba entonces el cuarto
mandamiento de honrar a los padres?
Empleamos mucho esfuerzo en esa
limpieza externa, en el cumplimiento de las normas, pero, ¿dónde tenemos puesto
nuestro pensamiento? Es como cuando vamos a una celebración y estamos tan
pendientes de los más pequeños ritos que al final estamos tan distraídos en
ello que no terminamos de vivir nuestra unión con Dios.
Nada tendría que distraernos de lo que
es verdaderamente importante; muy preocupados, por ejemplo, por el porte
externo e incluso la vestimenta de quien está haciendo una lectura en una
celebración pero no estamos prestando atención a lo que en esa lectura se nos
está diciendo de parte de Dios. ¡Cuántas veces andamos así de distraídos! Estoy
poniendo estos ejemplos pero en cuántas cosas nos sucede en la vida que le
damos más importancia a lo secundario que a lo que es lo fundamental.
Ahora toca lavarnos las manos, decía al
principio, haciendo referencia a la situación de pandemia en que vivimos; pero
ahora toca purificarnos interiormente tenemos que decir porque hay algo que sí
nos mancha por dentro cuando dejamos meter las raíces del mal en nosotros,
cuando nos dejamos dominar por el pecado.
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