Es el
tiempo del regalo, es el tiempo de la gracia, es el tiempo de la misericordia
del Señor.
Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6,
2; Mateo 6, 1-6. 16-18
Cuando recibimos un regalo diversas son
las cosas que podemos recibir como obsequio; quien nos regala seguramente
estará atentos a nuestros gustos o cuando se es una persona práctica también a
nuestras necesidades, pero el que regala quiere dejar la impronta de sí mismo
en el regalo que nos hace para que entonces recordemos a quien nos hizo el regalo,
y tengamos como algo muy propio de esa persona, donde está reflejando todo su
ser y el grado de amistad que tiene con nosotros.
¿Quién me regala tiempo?, podría gritar
alguien, aunque no pareciera que eso fuera un posible regalo; marcamos nuestros
tiempo con las horas y con los minutos, marcamos nuestro tiempo por aquellos
momentos que haya significado algo especial para nosotros, marcamos nuestro
tiempo por las cosas que tenemos que hacer, por las urgencias de la vida, y
solemos decir con mucha frecuencia que no tenemos tiempo. ¿No necesitaríamos el
regalo del tiempo?
Mira por donde la palabra de Dios nos
dice que es tiempo de regalo. ‘Ahora es tiempo de gracia’, nos ha dicho,
y ¿qué significa precisamente una cosa que se nos da por gracia? Un regalo; pues
así podríamos traducir este pasaje, estas palabras de la Biblia, tiempo de
regalo.
Nos explicamos. Comenzamos la cuaresma
y tenemos que decir que es tiempo de regalo; un tiempo que nos regala el Señor
con un especial amor y al que tendríamos que dar una respuesta. Y quiero
precisamente al hablar de la cuaresma comenzando por considera lo que el Señor
nos da, lo que el Señor nos regala. Pensamos en la cuaresma y pensamos en no sé
cuantas cosas que tenemos que hacer, que si hacemos penitencia para convertirnos
al Señor, que si ofrecemos nuestros sacrificios y nuestras renuncias, que si
tenemos que ayunar o abstenernos de algunos alimentos, pero olvidamos lo
principal, lo que el Señor nos ofrece.
Por ahí tendríamos que comenzar,
comenzar por darnos cuenta del regalo que significa para nosotros el amor que
el Señor nos tiene. Y creo que si lo consideramos bien ya todo está hecho.
Porque todo va a ser una respuesta a ese amor del Señor. Por eso nos viene bien
esto que hemos comenzado diciendo del tiempo del regalo, del tiempo en que
vamos a recordar de manera especial el regalo del amor que Dios nos tiene. Y a
los regalos correspondemos. Será nuestra gratitud o serán unas actitudes nuevas
que vamos a tener para aquel que nos hizo el regalo. Alguien nos hace un regalo
y nos sentimos avergonzados si no correspondemos a ese gesto de amor que se ha
tenido con nosotros; lo llamamos agradecimiento, lo llamaremos todas esas
actitudes nuevas que va a haber en nuestra vida para quien tanto nos ama.
Claro que entonces resonará con todo
sentido lo primero que vamos a escuchar cuando iniciamos este tiempo de
Cuaresma: ‘Conviértete y cree en el Evangelio’. No es simplemente decir
que tengo que cambiar porque ahora toca eso de cambiar; es algo más, es
corresponder a ese amor que Dios tiene contigo, y como quieres corresponder te
das cuenta que tu vida no puede ser igual, que unas actitudes nuevas tiene que
haber en nuestro corazón, que una nueva forma de actuar tiene que haber en
nuestra vida. Pero ¿en qué van a consistir? ‘Cree en el evangelio’. Es
la Buena Noticia de Jesús, en lo que tenemos que creer y que nos va a impulsar
a emprender caminos nuevos, a vivir valores nuevos, a tener una vida nueva, a
ser hombres nuevos.
Un camino de ascesis, de crecimiento,
de maduración el que vamos a emprender. Un camino que algunas veces nos costará
seguir, porque también habrá muchas cosas que quieran distraernos. Un camino
que como toda subida exige esfuerzo, superación, crecimiento. Un camino en que
aprenderemos a buscar lo que verdaderamente es importante, porque no podemos
llevar recargada la mochila de la vida en esa subida, lo que nos obligará a una
austeridad en nuestra vida, a desprendernos de muchas cosas innecesarias o que
son un estorbo.
Hablamos de ayunos y abstinencias, como hablamos de limosna para compartir. Pero no es dejar de comer por dejar de comer, sino que en ello hemos de buscar un sentido y un valor. No nos regalamos en cosas exquisitas sino que vivimos en una austeridad quizá pensando en los que no tienen qué comer y que por necesidad tendrán que ayunar porque no tienen que echarse a la boca; y se moverá nuestro corazón al compartir porque no podemos sufrir ni soportar que un hermano pase necesidad; no vamos a dar de lo que nos sobre y ya no necesitemos sino de eso que es nuestro pan de cada día vamos a partirlo, vamos a compartirlo. Es una nueva manera de ver las cosas, no es imponernos cosas así porque sí o porque estén mandadas, sino que todo va a surgir de ese amor nuevo que habrá en nuestro corazón cuando decimos que creemos en el evangelio.
Y nos falta pensar en algo más aunque
en el fondo de todo lo que hemos venido reflexionando está presente. Nuestra unión
con el Señor que cada día tiene que crecer más y más. ¿Cómo no van a crecer
nuestros deseos de estar con El cuando respondemos agradecidos al tiempo de
regalo que nos está dando el Señor, al regalo de su amor que se está haciendo
presente en nuestra vida? cuando somos agradecimos con alguien de mil maneras
le manifestamos nuestra gratitud, y tratamos de mantener su amistad, y nos
gustará vivir en la cercanía de quien sabemos que nos quiere y nos ama, y
deseamos escucharle como manifestarle también cuáles son nuestros sentimientos
o incluso las peticiones que nos podamos atrever a hacer viendo tantas necesidades
y sufrimientos a nuestro alrededor. Ya entendemos todo lo que eso significa.
Es el tiempo del regalo, es el tiempo
de la gracia, es el tiempo de la misericordia del Señor. Leamos ahora con
atención las citas de los textos bíblicos propuestos al principio y propios del
miércoles de Ceniza.
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