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martes, 16 de febrero de 2021

Para entender y comprender el mensaje de Jesús hemos de saber entrar en su sintonía y lavarnos los ojos con el colirio de Dios para que resplandecientes veamos las obras de la luz

 


Para entender y comprender el mensaje de Jesús hemos de saber entrar en su sintonía y lavarnos los ojos con el colirio de Dios para que resplandecientes veamos las obras de la luz

Génesis 6,5-8; 7, 1-5.10; Sal 28; Marcos 8,14-21

Nos habrá sucedido en más de una ocasión. Quisimos hacer un comentario simple a algo que vimos y no nos gusto, a algún hecho acaecido en nuestro entorno, a una noticia  que nos llegó por algún medio de comunicación, lo hicimos con la mayor sencillez y sin ninguna doble intención y no nos entendieron, mal interpretaron nuestras palabras, al final terminaron metiéndose con nuestras actitudes o nuestras intenciones. No entendieron o no quisieron entender.

En un buen deseo de decir palabras buenas, pensamientos optimistas que nos llenen de ánimo y de sentido en medio de momentos duros, porque al expresarnos quisimos hacerlo con elegancia, con palabras distintas, de una forma que todos entendiéramos y quizá empleamos alguna imagen, pues la gente se quedó con la imagen, no fueron capaz de entender el sentido y por supuesto el mensaje se quedó cojo porque realmente no llegó a esas personas.

Me ha pasado en unos pensamientos que pretendo hacer llegar todos los días a mis amigos de las redes sociales, y quizá empleo una imagen de la naturaleza o de la agricultura como comparación o alegoría de lo que realmente quiero trasmitir, pero hay quien me lo comenta quedándose simplemente en aquella imagen de la naturaleza, de la agricultura o de lo que en estos trabajos ha hecho siempre, pero el mensaje de fondo no se supo interpretar.

A los discípulos, y en este caso a los más cercanos, a los que están siempre con El en ocasiones también les cuesta entender a Jesús y como aquello de las imágenes de la naturaleza, se quedaban también en la materialidad de las palabras sin captar el más hondo sentido que Jesús quería darles, o se las tomaban como indirectas hacia hechos que quizá se les había pasado desapercibido.

Ahora iban en la barca y Jesús deja caer un comentario que les sirviera de reflexión. Les habla de la levadura de los fariseos de la que tienen que tener cuidado y no dejarse caer en sus redes, pero ellos interpretan las palabras de Jesús casi como una reprimenda porque se habían olvidado de suministrarse y prácticamente no llevaban pan en la barca.

‘¿Es que no comprendéis?’, terminará diciéndoles Jesús. No entendían, se quedaban en la materialidad de las cosas y no llegaban a entender esa imagen de la levadura, pero de la levadura de lo fariseos, de la que tenían que liberarse. No se trataba de hacer panes y tener buena levadura, sino que se trataba de que en la vida no influyan en nosotros las cosas negativas de los demás.

¿Es que no comprendéis? ¿No entendéis? También terminará diciéndonos Jesús. Nos dejamos influenciar por muchas cosas, nos sentimos aturdidos por tantas cosas negativas de la vida, que no sabemos descubrir todo lo bueno que el Señor continuamente nos está ofreciendo. Cuántas maravillas obra en nosotros; cuántas maravillas de Dios podemos descubrir en los demás, en tantas personas generosas, por ejemplo, que son capaces de quitarse el pan de la boca para compartirlo ya sean sus hijos como hace una madre, o ya sea cualquiera que pase necesidad a nuestro lado. Nos hacemos obtusos mirando siempre lo negativo con que podamos encontrarnos y no vemos esos reflejos de luz, que como las luciérnagas en la noche, van apareciendo a nuestro lado y nos van enseñando caminos, nos van iluminando el camino.

Hay muchas semillas buenas en nuestro entorno; no todo es negativo, no todo es oscuro y negro, hay también muchas luces, muchos reflejos del amor y la bondad de Dios en tantos que aman y se entregan, que viven con dignidad y se toman en serio y con responsabilidad la vida, en tantos que sin hacer ruido cumplen con su deber y aún hacen más pues son capaces de sacar tiempo hasta de su descanso para vivir un compromiso a favor de los demás.

Si abriéramos los sentidos seríamos capaces de ver muchas cosas buenas y podríamos hacer una lista muy grande, que sacamos de ahí, de donde habitualmente solo vemos cosas negras. Muchos ejemplos podríamos poner. Necesitamos claridad en nuestros ojos, que Jesús nos ponga el colirio de Dios, que es un colirio de luz y de color que nos hace ver la vida de forma distinta.

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