Para
entender y comprender el mensaje de Jesús hemos de saber entrar en su sintonía
y lavarnos los ojos con el colirio de Dios para que resplandecientes veamos las
obras de la luz
Génesis 6,5-8; 7, 1-5.10; Sal 28; Marcos
8,14-21
Nos habrá sucedido en más de una
ocasión. Quisimos hacer un comentario simple a algo que vimos y no nos gusto, a
algún hecho acaecido en nuestro entorno, a una noticia que nos llegó por algún medio de
comunicación, lo hicimos con la mayor sencillez y sin ninguna doble intención y
no nos entendieron, mal interpretaron nuestras palabras, al final terminaron metiéndose
con nuestras actitudes o nuestras intenciones. No entendieron o no quisieron
entender.
En un buen deseo de decir palabras
buenas, pensamientos optimistas que nos llenen de ánimo y de sentido en medio
de momentos duros, porque al expresarnos quisimos hacerlo con elegancia, con
palabras distintas, de una forma que todos entendiéramos y quizá empleamos
alguna imagen, pues la gente se quedó con la imagen, no fueron capaz de entender
el sentido y por supuesto el mensaje se quedó cojo porque realmente no llegó a
esas personas.
Me ha pasado en unos pensamientos que
pretendo hacer llegar todos los días a mis amigos de las redes sociales, y
quizá empleo una imagen de la naturaleza o de la agricultura como comparación o
alegoría de lo que realmente quiero trasmitir, pero hay quien me lo comenta quedándose
simplemente en aquella imagen de la naturaleza, de la agricultura o de lo que
en estos trabajos ha hecho siempre, pero el mensaje de fondo no se supo
interpretar.
A los discípulos, y en este caso a los
más cercanos, a los que están siempre con El en ocasiones también les cuesta
entender a Jesús y como aquello de las imágenes de la naturaleza, se quedaban
también en la materialidad de las palabras sin captar el más hondo sentido que
Jesús quería darles, o se las tomaban como indirectas hacia hechos que quizá se
les había pasado desapercibido.
Ahora iban en la barca y Jesús deja
caer un comentario que les sirviera de reflexión. Les habla de la levadura de
los fariseos de la que tienen que tener cuidado y no dejarse caer en sus redes,
pero ellos interpretan las palabras de Jesús casi como una reprimenda porque se
habían olvidado de suministrarse y prácticamente no llevaban pan en la barca.
‘¿Es que no comprendéis?’, terminará diciéndoles Jesús. No entendían, se
quedaban en la materialidad de las cosas y no llegaban a entender esa imagen de
la levadura, pero de la levadura de lo fariseos, de la que tenían que
liberarse. No se trataba de hacer panes y tener buena levadura, sino que se
trataba de que en la vida no influyan en nosotros las cosas negativas de los
demás.
¿Es que no comprendéis? ¿No entendéis?
También terminará diciéndonos Jesús. Nos dejamos influenciar por muchas cosas,
nos sentimos aturdidos por tantas cosas negativas de la vida, que no sabemos
descubrir todo lo bueno que el Señor continuamente nos está ofreciendo. Cuántas
maravillas obra en nosotros; cuántas maravillas de Dios podemos descubrir en
los demás, en tantas personas generosas, por ejemplo, que son capaces de
quitarse el pan de la boca para compartirlo ya sean sus hijos como hace una
madre, o ya sea cualquiera que pase necesidad a nuestro lado. Nos hacemos
obtusos mirando siempre lo negativo con que podamos encontrarnos y no vemos
esos reflejos de luz, que como las luciérnagas en la noche, van apareciendo a
nuestro lado y nos van enseñando caminos, nos van iluminando el camino.
Hay muchas semillas buenas en nuestro
entorno; no todo es negativo, no todo es oscuro y negro, hay también muchas
luces, muchos reflejos del amor y la bondad de Dios en tantos que aman y se
entregan, que viven con dignidad y se toman en serio y con responsabilidad la
vida, en tantos que sin hacer ruido cumplen con su deber y aún hacen más pues
son capaces de sacar tiempo hasta de su descanso para vivir un compromiso a
favor de los demás.
Si abriéramos los sentidos seríamos
capaces de ver muchas cosas buenas y podríamos hacer una lista muy grande, que
sacamos de ahí, de donde habitualmente solo vemos cosas negras. Muchos ejemplos
podríamos poner. Necesitamos claridad en nuestros ojos, que Jesús nos ponga el
colirio de Dios, que es un colirio de luz y de color que nos hace ver la vida
de forma distinta.
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