Aunque
nos encontremos en el dilema de hallar el verdadero camino estamos en tiempo de
hacernos preguntas, de buscar, de perseguir la verdad, de discernir qué es lo
mejor
Deuteronomio 30, 15-20; Sal 1; Lucas 9,
22-25
Todo lo que nos pueda sonar a fracaso lo
rehuimos; si el camino que emprendemos está lleno de dificultades o de
problemas que me hacen sufrir tratamos de evitarlo; lo que muchas veces nos
hace sufrir es la incertidumbre del mañana, y pensamos en el avance y progreso
de nuestros trabajos o de nuestros proyectos y si vemos que la cosa se nos
puede torcer nos llenamos de angustias; nos inquieta incluso nuestra propia
salud y cuando con el paso de los años nos encontramos más debilitados y que ya
quizá no podemos hacer cuanto hacíamos en otro momento de la vida de más
esplendor, parece que nos sentimos que nos morimos.
Pero ¿será bueno tener esos
planteamientos? ¿No nos llevará a obsesiones y angustias que nada nos ayudan?
Pero así se nos va presentando la vida y cada vez quizás nos cuesta mayores sacrificios
o el esfuerzo del camino se nos hace cuesta arriba y ni por asomo se nos ocurre
pensar, no lo queremos al menos, en fracasos y contratiempos que nos derriben
los edificios que en nuestra mente queremos construir.
¿Cómo se sentirían los discípulos más
cercanos a Jesús, aquellos que habían puesto en El todas sus esperanzas cuando
Jesús les anunciaba que todo aquello tenía que pasar por una pascua de dolor y
de muerte? No les sería fácil entender las palabras de Jesús y esto sembraría
inquietudes y posibles desánimos en sus corazones, o veremos que en una ocasión
poco menos que Pedro se enfada con Jesús y le dice que no esté pensando en esas
cosas que todo eso no le puede pasar.
Pero Jesús vemos que una y otra vez les
repite el anuncio que habla de que va a ser entregado incluso en manos de los
gentiles – qué duro tendría que ser esto para unos judíos que querían quitarse
de encima del dominio de los romanos – y de que al final lo crucificarán y
morirá. Nunca llegarán a oír, porque sus mentes andaban en otras cosas, los
anuncios que Jesús les hacía, ni entenderán qué significado tienen sus últimas
palabras que hablan de resurrección.
Y es lo que hoy nosotros también cuando
estamos iniciando este camino de Cuaresma escuchamos en el Evangelio. Como para
que no olvidemos que vamos camino de la Pascua, y que la cuaresma es el camino
que nos lleva hasta el Calvario donde tendremos que subir también, aunque
algunas veces edulcoramos un poco esos conceptos y no terminamos de entrar a
trapo con el tema de la Cuaresma y de la pasión y pascua. Pero ahí están
también para nosotros esas palabras de Jesús.
Pero es que además Jesús nos habla de
que nosotros si queremos seguirle también tenemos que tomar el camino de la
cruz, cargar con la cruz. Nos podría resultar hasta hermoso contemplar a Cristo
en la Cruz y para eso nos hemos servido de los artistas que nos hagan
bellísimas imágenes que contemplamos extasiados, pero entender cómo nosotros
hemos de tomar la cruz, ya es algo que nos cuesta más, se nos atraganta. ¡Cómo
hemos maquillado nuestras celebraciones de la Semana Santa despojándolas de
todo lo cruento que ha de ser para nuestra vida la pasión del Señor que nosotros
también hemos de asumir! Pensemos cómo hemos transformado la pasión y muerte de
Jesús en unas bonitas y emocionantes procesiones y quizá de ahí muchos no
pasamos.
Hoy nos dice Jesús y nos lo dice cruda
y claramente: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí
mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa la salvará’.
¿Habremos pensado bien en estas
palabras? Negarse a si mismo cuando nosotros lo que queremos son triunfos;
tomar la cruz cuando rehuimos el dolor y nos amargamos antes de tiempo incluso
ante lo que tengamos que sufrir en la vida; perder la vida para salvarla cuando
lo que buscamos son por encima de todo ganancias materiales o aquello con lo que lo pasemos bien sin mayores
preocupaciones.
Por eso parece que algunas veces nos
encontramos en un dilema para saber cuál es el verdadero camino, cuál es la
vida verdadera. ¿En quién confiamos?,
nos preguntamos. ¿Solo en nosotros mismos y en aquellas cosas que
satisfagan nuestros caprichos? ¿Buscaremos acaso una voz más profunda pero que
nos eleve por encima de esa superficialidad con que mayormente vivimos la vida?
Tiempo de hacernos preguntas, tiempo de
buscar, tiempo de perseguir la verdad, tiempo de discernir qué es lo mejor,
tiempo de mirar hacia delante aunque tengamos la cruz por medio, porque sabemos
que ahí vamos a encontrar la vida, tiempo de vivir en una entrega que nos lleve
de verdad a la plenitud, tiempo de escuchar a Jesús.
Emprendamos este tiempo, decidámonos
por este camino del evangelio, apostemos por Jesús, en El obtendremos la
auténtica ganancia, en El alcanzaremos la verdadera victoria final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario