Nos
duele el tiempo del silencio y de la espera pero lo necesitamos para poder
enraizarnos en lo que va a dar plenitud y sentido a nuestro vivir
Hebreos 10,32-39; Sal 36; Marcos 4,26-34
Vivimos el tiempo de la inmediatez;
todo lo queremos al instante, no tenemos paciencia para esperar, nos duele ese
tiempo y ese silencio de la espera; cuando nos parece que el ordenador va lento
y tarda en darnos respuesta a las órdenes que le damos, nos desesperamos,
aunque solo sean una segundos los que tenemos que esperar. Pero yo diría que
todo, hasta lo más inmediato tiene su tiempo.
Estamos diciendo de los ordenadores
porque es la herramienta de trabajo que hoy tenemos más a mano, ya sea en un
propio ordenador personal, una tablet, un móvil o celular de última generación
y a todo le pedimos, le exigimos la inmediatez. Como no lo vemos ni acaso
sentimos ningún ruido de motor no nos damos cuenta, pero también todo eso en
estos instrumentos también tiene su proceso, que como decíamos algunas veces se
nos retarda. Y como decíamos antes, nos duele el tiempo y el silencio de la
espera. Pero lo necesitamos aunque no queremos reconocerlo.
No había estas herramientas en el
tiempo de Jesús y por eso sus parábolas parten de lo que era la vida habitual
de entonces, sobre todo vida en el campo. En sus parábolas para hablarnos del
reino de Dios nos habla entonces con esas imágenes de la siembra de la semilla,
de la germinación de la misma y el brotar de la planta que irá creciendo, y que
todo tiene su tiempo y tiene su silencio.
Como nos dice, no sabemos cómo, pero la
semilla en el silencio de la tierra donde está enterrada germinará, brotará y
hará surgir una nueva planta prometedora de hermosos frutos, o como nos dice de
la mostaza, pequeña entre las semillas, crecerá como una hermosa hortaliza a
cuya sombra hasta los pajarillos pueden hacer sus nidos.
Creo que nos damos cuenta por donde
quiero llevar esta reflexión. Y nos valen las palabras de las parábolas de Jesús
como nos valen las modernas herramientas que hoy tenemos en nuestras manos con
la informática. Quiero pensar en ese tiempo del silencio y de la espera.
Necesitamos en la vida de esos silencios y de saber esperar hasta que llegue su
tiempo, que todo tiene su tiempo. Es el tiempo del rumiar interiormente, es el
tiempo que necesitamos incluso para encontrarnos con nosotros mismos, pero
también para ir madurando donde eso que va cayendo en nuestra vida; como la
semilla a la que hay que dar un tierra en la tierra con la correspondiente
humedad para que pueda germinar.
Son esos tiempo de silencio interior
que nos harán en verdad crecer como personas; son esos tiempos que en silencio
dedicamos a reflexionar y a meditar, a preguntarnos y a buscar, a interiorizar
y a llegar a lo más profundo, a descubrir bien donde hemos hacer llegar
nuestras raíces para arraigar bien en la vida y ningún viento pueda llegar a
tumbarnos; es la planta que va enterrando poco a poco sus raíces para
afianzarse bien, para encontrar los nutrientes que necesita, para encontrar
vida en esa humedad del subsuelo y que hará que luego la planta crezca esbelta,
llena de hojas, de flores y de frutos.
Nuestras carreras en la vida nos
impiden saborear esos procesos interiores que tendríamos que saber hacer;
nuestras prisas y nuestras búsquedas de los inmediato casi no nos dejan ver la
flor porque queremos el fruto ya, ni disfrutar del verdor y de la frescura de
sus hojas y no sabemos entonces tener ese buen nido de nuestra vida que sea
nuestro apoyo y nuestro refugio. Y cuando nos va faltando todo eso nos va
faltando esa espiritualidad que necesitamos, ese crecimiento de nuestro espíritu
y por eso andamos por la vida tan superficialmente.
¿Sabremos anclar bien nuestras raíces
en Jesús y en su evangelio para que en verdad lleguemos a dar frutos de vida? Si
no estamos así enraizados en Jesús, ¿qué es lo que podemos ofrecer al mundo que
está necesitando una luz, una sabia nueva, un sentido nuevo para llegar a una
vida en plenitud?
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