No
nos podemos quedar en lo mismo, tenemos que ir con Jesús para en su cercanía
escucharle más y mejor y conocer todo lo que significa el Reino de Dios que nos
anuncia
Jonás 3, 1-5. 10; Sal 24; 1Corintios
7, 29-31; Marcos 1, 14-20
Cuando se cumplen los plazos hay que
cumplir con lo pactado o lo prometido; será un negocio o una compraventa, será
una deuda, será una promesa de algo bueno, muchas cosas pueden caber en esa
expresión de cumplimiento de plazos.
Con esa idea o ese concepto comienza el
evangelio de san Marcos, que será el que predominantemente tendremos los
domingos en este ciclo. ‘Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de
Dios. Convertíos y creed en el Evangelio’. Previamente nos ha dicho el
evangelista que habían arrestado a Juan – se acabó la predicación en el
desierto a las orillas del Jordán – y Jesús se viene a Galilea, pero se
establece en Cafarnaún. Y comienza la predicación de Jesús. ‘Se ha cumplido
el tiempo’, una frase que tiene una resonancia profética, de cumplimiento
de las promesas, de la llegada del Reino de Dios. Es el anuncio que Jesús
comienza haciendo. ‘Está cerca el Reino de Dios’. Pero eso va a
necesitar unas actitudes nuevas, eso va a significar un cambio muy grande, se
ha de despertar una fe nueva. ‘Convertíos y creed en el Evangelio’.
El evangelista Mateo al narrarnos
episodios paralelos nos recordará lo anunciado por los profetas. ‘El pueblo
que estaba en tinieblas vio una luz grande, una luz les brilló’. Las
sombras se transforman en luz, las tinieblas desaparecen porque comienza un
tiempo nuevo. Ese tiempo nuevo no es una simple conjunción de estrellas como si
una nueva era cósmica comenzara. Ese tiempo nuevo tiene que comenzar en el
corazón de las personas, aceptando ese reino de Dios, haciendo todo lo posible
porque se haga realidad ese Reino de Dios; hay que poner toda nuestra fe en esa
buena nueva que se nos trasmite, ese evangelio, ese anuncio que llega a
nosotros. Es necesario creer, creer en el evangelio.
No será posible si no ponemos en juego
toda nuestra fe. No podemos realizar aquello en lo que no creemos. Es un tiempo
nuevo que comienza y las cosas tienen que ser nuevas también, porque no se
trata de decir que creemos pero que todo sigue igual sin ningún cambio. Por eso
esa palabra tan importante, ‘conversión’, es necesario convertirse,
darle la vuelta a la vida, tomar un rumbo nuevo, unos nuevos derroteros, que no
es seguir igual como si nada pasase.
Ha comenzado la predicación de un nuevo
‘profeta’, un nuevo ‘maestro’ por los caminos, las aldeas, los
pueblos de Galilea. Y lo nuevo puede despertar desconfianzas cuando venimos ya
quemados de la vida, o puede producir entusiasmo porque renacen las esperanzas.
Podemos ponernos a la expectativa pero a distancia, para ver en qué para todo
eso, o podemos ponernos en camino para escuchar, para conocer, para saber y en
la medida en que crecen las esperanzas nuestra fe en esa palabra que escuchamos
se va afianzando, va creciendo. Aunque el evangelio es muy escueto, aquellos
primeros momentos no fueron fáciles en la predicación de Jesús. Quizá cuando veían
los signos que realizaba se despertaba un poco más la esperanza y al menos
traían a los enfermos para que recobraran la salud. Pero era algo más lo que Jesús
estaba pidiendo.
Y hoy nos lo expresa el evangelista con
el episodio que a continuación nos narra. Pasa Jesús por la orilla del lago y
allí hay unos pescadores con sus redes, en sus barcas, intentando pescar algo o
arreglando los desperfectos que siempre en el trabajo se producen. Y allí llega
Jesús y les pide dar un paso. Seguramente ellos ya habrían escuchado hablar al
Maestro en alguna ocasión, allí mismo en la orilla del lago, o los sábados en
la sinagoga, hasta ellos habría llegado quizá también la fama de lo que Jesús
iba haciendo, de los signos y milagros que realizaba. ‘Venid conmigo y os
hará pescadores de hombres’.
Pero Jesús les está pidiendo que no se
queden en la distancia, que se vengan con El, que El los hará pescadores de
hombres. Entenderían o no aquello de ser pescadores de hombres, porque hasta entonces
eran peces en el lago lo que intentaban pescar, pero ante la invitación de Jesús
se ponen en camino. No se pueden quedar en lo mismo, tienen que ir con Jesús
para en su cercanía escucharle más y mejor y conocer entonces todo lo que
significaba ese Reino de Dios que Jesús anunciaba.
Quien quiere alcanzar una meta tiene que ponerse en camino, quien quiere tener conocimiento de la verdad tendrá que ponerse a escuchar, quien quiere saborear lo que es la amistad verdadera y el nuevo sentido del amor tiene que estar con el amigo que le ofrece esa amistad y poder empaparse de ese amor. Y es lo que ellos hicieron, se fueron con Jesús dejando redes, dejando barcas, dejándolo todo por el Reino de Dios que Jesús les anunciaba.
‘Se ha cumplido el tiempo, se han
cumplido los plazos…’ tenemos hoy que
escuchar nosotros también. Porque no hablamos de tiempos pasados. Es el ahora y
es el hoy de nuestra vida. En este ahora y en este hoy llega también para
nosotros la Palabra de Dios y la invitación de Jesús para que de una vez por
todas nos pongamos en camino.
Todavía seguimos demasiado a la
expectativa y a la distancia y es necesario en verdad ponernos a caminar al
paso de Jesús, para estar con El, para escucharle allá en lo más hondo de
nuestro corazón y no perdernos una palabra suya, para empaparnos de su vida y
de su amor, para disfrutar de la amistad que nos ofrece y ponernos nosotros en sintonía
con esa amistad. Muchos apegos, rutinas, cosas de siempre tenemos que dejar
atrás, como aquellos pescadores que dejaron sus redes y sus barcas.
Algo nuevo tenemos que sentir que se va
produciendo en nuestra vida, un fuego nuevo tenemos que sentir en nuestro
corazón.
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