La
Dedicación de la Basílica de Letrán es una celebración con un profundo sentido
eclesial algo esencial en nuestra vivencia de la fe cristiana e invitación al
verdadero culto a Dios
Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45;
1Corintios 3, 9c-11. 16-17; Juan 2, 13-22
Hoy la liturgia de la Iglesia tiene una
celebración especial que habitualmente pasa desapercibida para la mayoría de
los cristianos. Es la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán; dicho así
sin más, poco quizás nos puede decir y nos quedamos pensando en alguna de las
muchas Basílicas que hay en Roma llenas de belleza y de arte pero entre tantas
quizás hasta nos confundimos y no le damos mayor importancia. Sin embargo, es la
madre y cabeza de todas las Iglesias como ha sido llamada a través de
los siglos, porque sobre todo es la catedral de Roma y la Sede del Obispo de
Roma, es decir del Papa.
Estamos habituados a ver al Papa en san
Pedro del Vaticano y para muchos esa es la Catedral del Papa, pero no es así,
ni ha sido siempre el Vaticano el lugar donde habitaba el Papa. San Pedro es
una de las grandes Basílicas romanas, Basílicas Mayores que se les suele llamar
junto a san Juan de Letrán, Santa María la Mayor, y san Pablo extramuros, por
estar en las afueras de la ciudad antigua de Roma ya en el camino que conduce
al Puerto de Ostia en el Mediterráneo.
Tras el Edicto de Constantino en que se daba libertad a la Iglesia fue precisamente el palacio de Letrán el que se convirtió en la sede del Papa junto al cual se edificó la Basílica de El Salvador que es su más auténtico nombre que con el paso de los siglos se convirtió en la joya artística que en sí es dicha Basílica. Allí, en Letrán, vivieron los Papas hasta la época en que un papa de origen francés se llevó la sede de Pedro a Avignon; posteriormente ante el clamor de la cristiandad volvieron a Roma estableciéndose definitivamente en el Vaticano, aunque no vamos a extendernos en prolijos detalles, pero la sede del Obispo de Roma fue siempre san Juan de Letrán como comúnmente se llama a la catedral del Papa. Algunas veces nos conviene recordar estos retazos de la historia de la Iglesia aunque nos parezca en ocasiones rocambolesca, pero también para llegar a comprender muchas cosas que sin la historia no llegaríamos a entender debidamente.
Pero dejemos ahora la historia a un
lado y centrémonos aunque sea brevemente en la celebración de este día. La Dedicación
es lo mismo que la consagración, es dedicar aquel lugar a lo sagrado, a lo
santo, por eso le decimos consagración, para dedicarlo al culto del Señor.
¿Tiene o no tiene importancia el recordar y celebrar ese momento de la Dedicación?
Pues, sí, porque al pensar en la dedicación de un templo de piedra, estamos al
mismo tiempo pensando en la dedicación o consagración de los que somos los
verdaderos templos de Dios. y si aquel lugar, por ser dedicado al culto lo
queremos llamar sagrado, cuanto más nuestro cuerpo que también ha sido ungido
con el crisma santo en el bautismo y la confirmación y nuestra vida toda ha de
ser también santa para que demos verdadera gloria a Dios con la ofrenda de
nuestras vidas y cuanto hacemos.
Pero si pensamos por otra parte en la Dedicación
de ese templo que viene a ser como el centro de toda la cristiandad, porque
tiene su sede el Vicario de Cristo, el que en nombre de Cristo es signo de
unidad para toda la Iglesia, tenemos que pensar necesariamente en el espíritu
de comunión que tiene que haber entre todos los cristianos que formamos la
Iglesia, pero el espíritu de comunión que hemos de sentir y vivir con el Pastor
que nombre de Cristo conduce los caminos de la Iglesia.
Una celebración entonces que nos lleva
por un lado a pensar en la santidad de nuestras vidas porque templos moradas de
Dios y de su espíritu somos, y por otra parte nos impulsa a la comunión entre
todos los que vivimos una misma fe y a la comunión con nuestros pastores que en
nombre de Cristo apacientan el rebaño de Dios. ‘Apacienta mis corderos,
apacienta mis ovejas’ le confió Jesús a Pedro a quien un día le había dicho
‘tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’, pero a quien
le había pedido mantenerse firme para mantener la fe y la comunión de los
hermanos.
Una celebración, pues, con un profundo
sentido eclesial que nunca podemos perder de vista en todo lo que es nuestra
vivencia de la fe cristiana. Así tenemos que sentirnos, así tenemos que vivir
en profunda comunión eclesial porque así nos quiso Cristo.
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