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lunes, 9 de noviembre de 2020

La Dedicación de la Basílica de Letrán es una celebración con un profundo sentido eclesial algo esencial en nuestra vivencia de la fe cristiana e invitación al verdadero culto a Dios

 


La Dedicación de la Basílica de Letrán es una celebración con un profundo sentido eclesial algo esencial en nuestra vivencia de la fe cristiana e invitación al verdadero culto a Dios

Ezequiel 47, 1-2. 8-9. 12; Sal 45; 1Corintios 3, 9c-11. 16-17; Juan 2, 13-22

Hoy la liturgia de la Iglesia tiene una celebración especial que habitualmente pasa desapercibida para la mayoría de los cristianos. Es la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán; dicho así sin más, poco quizás nos puede decir y nos quedamos pensando en alguna de las muchas Basílicas que hay en Roma llenas de belleza y de arte pero entre tantas quizás hasta nos confundimos y no le damos mayor importancia. Sin embargo, es la madre y cabeza de todas las Iglesias como ha sido llamada a través de los siglos, porque sobre todo es la catedral de Roma y la Sede del Obispo de Roma, es decir del Papa.

Estamos habituados a ver al Papa en san Pedro del Vaticano y para muchos esa es la Catedral del Papa, pero no es así, ni ha sido siempre el Vaticano el lugar donde habitaba el Papa. San Pedro es una de las grandes Basílicas romanas, Basílicas Mayores que se les suele llamar junto a san Juan de Letrán, Santa María la Mayor, y san Pablo extramuros, por estar en las afueras de la ciudad antigua de Roma ya en el camino que conduce al Puerto de Ostia en el Mediterráneo.


Tras el Edicto de Constantino en que se daba libertad a la Iglesia fue precisamente el palacio de Letrán el que se convirtió en la sede del Papa junto al cual se edificó la Basílica de El Salvador que es su más auténtico nombre que con el paso de los siglos se convirtió en la joya artística que en sí es dicha Basílica. Allí, en Letrán, vivieron los Papas hasta la época en que un papa de origen francés se llevó la sede de Pedro a Avignon; posteriormente ante el clamor de la cristiandad volvieron a Roma estableciéndose definitivamente en el Vaticano, aunque no vamos a extendernos en prolijos detalles, pero la sede del Obispo de Roma fue siempre san Juan de Letrán como comúnmente se llama a la catedral del Papa. Algunas veces nos conviene recordar estos retazos de la historia de la Iglesia aunque nos parezca en ocasiones rocambolesca, pero también para llegar a comprender muchas cosas que sin la historia no llegaríamos a entender debidamente.

Pero dejemos ahora la historia a un lado y centrémonos aunque sea brevemente en la celebración de este día. La Dedicación es lo mismo que la consagración, es dedicar aquel lugar a lo sagrado, a lo santo, por eso le decimos consagración, para dedicarlo al culto del Señor. ¿Tiene o no tiene importancia el recordar y celebrar ese momento de la Dedicación? Pues, sí, porque al pensar en la dedicación de un templo de piedra, estamos al mismo tiempo pensando en la dedicación o consagración de los que somos los verdaderos templos de Dios. y si aquel lugar, por ser dedicado al culto lo queremos llamar sagrado, cuanto más nuestro cuerpo que también ha sido ungido con el crisma santo en el bautismo y la confirmación y nuestra vida toda ha de ser también santa para que demos verdadera gloria a Dios con la ofrenda de nuestras vidas y cuanto hacemos.

Pero si pensamos por otra parte en la Dedicación de ese templo que viene a ser como el centro de toda la cristiandad, porque tiene su sede el Vicario de Cristo, el que en nombre de Cristo es signo de unidad para toda la Iglesia, tenemos que pensar necesariamente en el espíritu de comunión que tiene que haber entre todos los cristianos que formamos la Iglesia, pero el espíritu de comunión que hemos de sentir y vivir con el Pastor que nombre de Cristo conduce los caminos de la Iglesia.

Una celebración entonces que nos lleva por un lado a pensar en la santidad de nuestras vidas porque templos moradas de Dios y de su espíritu somos, y por otra parte nos impulsa a la comunión entre todos los que vivimos una misma fe y a la comunión con nuestros pastores que en nombre de Cristo apacientan el rebaño de Dios. ‘Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas’ le confió Jesús a Pedro a quien un día le había dicho ‘tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’, pero a quien le había pedido mantenerse firme para mantener la fe y la comunión de los hermanos.

Una celebración, pues, con un profundo sentido eclesial que nunca podemos perder de vista en todo lo que es nuestra vivencia de la fe cristiana. Así tenemos que sentirnos, así tenemos que vivir en profunda comunión eclesial porque así nos quiso Cristo.

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