Los
momentos difíciles tendrían que hacernos pensar y hacer un parón en el ritmo de
vida para intentar descubrir ese sentido nuevo de ese mundo nuevo que queremos
construir
2Juan 4-9; Sal 118; Lucas 17, 26-37
En medio de otras muchas calamidades
que estamos viviendo como nos sucede con la pandemia que nos está afectando
poco menos que de manera universal, por otra parte nos llegan noticias de
catástrofes naturales como consecuencias de tifones o de huracanes, como estos
días hemos contemplado en Centroamérica o en Filipinas; de un momento a otro se
desatan las fuerzas de la naturaleza y aparecen fuertes huracanes, lluvias torrenciales,
inundaciones de todo tipo, desaparición de poblados con sus habitantes y muchas
cosas más. No terminamos de acostumbrarnos, y mejor es que no nos
acostumbremos, pero las imágenes son escalofriantes y no quisiéramos verlas,
pero ahí están.
¿Qué hacer? ¿Qué pensar? ¿Qué solución
podemos dar? ¿Qué respuesta encontramos para todo esto con los correspondientes
interrogantes que nos surgen por dentro? Como suele decir la gente muchas veces
con mucha pasividad ¿contra quien nos rebelamos? Y hablamos de cambio
climático, y decimos que somos nosotros los que estamos destruyendo nuestro
mundo, que es consecuencia del desorden en que vivimos donde se multiplican
cosas innecesarias que luego perjudican a la naturaleza y al mundo y de ahí
vienen esas respuestas de que si poco menos tendríamos que volvernos de nuevo a
la edad de piedra para no crear tantos contaminantes… son muchas las cosas que decimos,
que pensamos, las soluciones que queremos dar pero seguimos preguntándonos ¿qué
hacer?
No pretendo con esta reflexión dar
respuestas que yo tampoco tengo, pero sí os invito a que busquemos con
serenidad un camino de sosiego y que nos haga mantenernos en paz ante todo lo
que sucede en nuestro mundo. Parece un poco que el evangelio que hoy escuchamos
se alinea con estos problemas con lo que nos dice Jesús en un cierto tono apocalíptico
del fin del mundo. Muere uno y el que está al lado puede escaparse de la
catástrofe, no intentemos salvar cosas cuando lleguen esos momentos porque las
personas son más importantes, hay algo que tendría que despertarse en el
corazón que es la solidaridad con los que lo están pasando mal.
Y Jesús nos habla no tanto de intentar
salvar la vida, sino más bien de entregarla. ¿Nos estará hablando de esa
solidaridad que tiene que despertarse en nuestro corazón que nos llevará a
darnos por salvar a los demás aunque nosotros perdamos la vida? ¿Será acaso que
nos habremos ido construyendo la vida demasiado pensando en nosotros mismos, en
disfrutar nosotros, olvidándonos del bien común que siempre tenemos que buscar
y como entonces tendríamos que habernos preocupado más por el bien de todos?
Son pensamientos que me van surgiendo a
la medida en que voy reflexionando sobre lo que hoy nos dice el evangelio pero
sin olvidarnos de las situaciones difíciles en las que hoy pasamos también en
nuestro mundo, en nuestra sociedad. ¿Será quizá una oportunidad todo esto que
nos está sucediendo para que despertemos porque hay otra manera de vivir, hay
otro sentido que darle a la vida?
Los momentos difíciles por los que
estamos pasando tendrían que hacernos pensar, hacer un parón en el ritmo de
vida que llevamos – bueno la pandemia nos ha obligado ya a parar en muchas
cosas – pero tenemos que intentar descubrir ese sentido nuevo, ese mundo nuevo
que tendríamos que construir, porque ya vemos lo caducas que son las cosas, lo
vulnerable que es todo lo que hemos construido que se nos viene abajo nuestra
sociedad.
Hemos vivido en una loca carrera y
vamos haciendo las cosas parece que sin pensar en sus consecuencias o cual es
lo verdaderamente mejor que tendríamos que hacer; nos hemos hecho una sociedad
muchas veces muy superficial que solo quiere vivir y disfrutar del momento, sin
querer pensar en las consecuencias de lo que hacemos o de nuestra forma de
vivir.
Es necesario que busquemos una luz,
sepamos encontrar esa sabiduría de la vida que nos haga encontrar el verdadero
sentido. Podemos seguir encontrándonos diversidad de pensamientos, de manera de
entender las cosas o de enfrentarnos a ellas pero sepamos entrar en un diálogo
verdaderamente humano que nos lleve a una verdadera humanidad, que quizás es
mucho de lo que nos falta. No es fácil, pero tenemos que intentarlo.
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