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martes, 10 de noviembre de 2020

Hermosa es la tarea que tenemos entre manos que cuando la realicemos simplemente diremos no es otra cosa sino el deber cumplido

 


Hermosa es la tarea que tenemos entre manos que cuando la realicemos simplemente diremos no es otra cosa sino el deber cumplido

Tito 2, 1-8. 11-14; Sal 36; Lucas 17, 7-10

No es otra cosa que el deber cumplido. ¿Por cumplir con nuestro deber, con nuestra responsabilidad merecemos alguna recompensa especial o algunos reconocimientos laudatorios? Si es nuestra responsabilidad, nuestro trabajo, por el que ya percibimos una justa retribución, tendríamos que decir que lo que nos queda es cumplir con nuestro deber. Aunque ya sabemos como hoy vamos buscando reconocimientos y alabanzas, como nos queda o se nos sale ese prurito del orgullo que busca esas alabanzas y reconocimientos. Como decíamos, es el deber cumplido y en ello está la más profunda recompensa, lo que sintamos en nuestro interior sin buscar otros alardes u otras coronas de gloria.

Algo así es lo que nos viene a decir hoy Jesús en el evangelio. Es cierto que el lenguaje y las imágenes más propias de otra época en cierto modo nos desconciertan y nos cogen con el pie cambiado y nos cuesta interpretar, nos cuesta entender. Al final termina diciéndonos Jesús ‘siervos inútiles somos y no hemos hecho sino lo que teníamos que hacer’.

Claro que nuestra relación con Dios no es la de los siervos ni la de los esclavos. El por qué de nuestra responsabilidad no está en la servidumbre ni en la esclavitud sino en el amor. Todo es una respuesta de amor que damos con amor. De lo contrario no tendría sentido ni valor. No es algo que hagamos por una obligación de la que no nos podamos liberar como si fuéramos unos esclavos, sino que es la sumisión del amor que no es otra cosa que entrega que nos lleva a la responsabilidad más grande.

Es cierto que Jesús nos dice en el evangelio que tenemos que hacernos los últimos y los servidores de todos – cuánto les costaba a los discípulos cercanos a Jesús entender sus palabras y como vemos cómo se las andan de codazos buscando primeros puestos – pero cuando Jesús nos dice que seamos servidores los unos de los otros lo hagamos siempre por amor, lo hagamos siempre desde el amor. Por eso, en una sublimidad maravillosa, nos dirá san Pablo que seamos los unos esclavos de los otros por amor.

Jesús nos está haciendo hoy unas recomendaciones para que asumamos la vida con total responsabilidad, no como la de quienes se sienten esclavos, sino desde los que saben darse y entregarse generosamente y con total libertad. Es esa seriedad con que tenemos que tomarnos la vida, cada una de las cosas que hagamos, nuestra responsabilidad, pero la responsabilidad que sentimos con la vida misma y con el mundo en el que vivimos.

Nos tenemos que tomar en serio esta tierra en la que vivimos y que hemos de saber cuidar; porque Dios nos haya dado dominio sobre las cosas por nuestra inteligencia y por nuestras capacidades no significa que destrocemos nuestro mundo sino mejor aun que lo vayamos construyendo cada vez más bello.

Nos tenemos que tomar en serio esa sociedad en la que vivimos en la que todos tenemos que colaborar, en la que todos tenemos que ser constructores, en la que cada uno desde sus valores y cualidades va poniendo su granito de arena para hacerla cada vez mejor, sea mejor la convivencia y la armonía entre todos, trabajemos juntos por mantener la paz, busquemos el que en todo momento actuemos en la más estricta justicia para que nadie se sienta dañado, para que todos nos veamos enriquecidos con la aportación de todos.

Y en todo vayamos poniendo la dulzura del amor; que no sea la rigidez de una ley que impongamos, que no se mantengan las amarguras de nuestro corazón porque nos veamos contrariados, que resplandezca la armonía y el entendimiento porque sepamos dialogar, porque sepamos aportar, porque sepamos incluso ceder para buscar siempre el bien común.

Hermosa tarea que tenemos entre manos. No necesitamos alabanzas ni reconocimientos, no necesitamos que nos pongan una medalla al cuello. Cuando la realicemos terminaremos diciendo no es otra cosa sino el deber cumplido.

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