Sepamos
descubrir señales del Reino de Dios, ese Reino de Dios que también está
presente entre nosotros, pero que tenemos que hacer crecer más cada día
Filemón 7-20; Sal 145; Lucas 17, 20-25
Una cosa es la imaginación y otra es la
realidad; es bueno soñar, deseamos algo nuevo y mejor y soñamos en el momento
en que llegue aquello que deseamos, pero en nuestros sueños quizá lo vivimos
con tanta intensidad que ya pensamos que tiene que ser como lo tenemos en la
imaginación; nos vale lo que decimos para el futuro de nuestra vida, para ese
mundo nuevo y mejor que deseamos, para aquello que queremos para los seres a
los que amamos y aunque no dejemos de soñar sin embargo la realidad nos va
poniendo los pies sobre la tierra y tenemos que aceptar lo que en realidad se
nos presenta, lo que en realidad conseguimos, o la realidad de cómo va a ser
eso nuevo que esperamos. Buenos los
sueños, pero pongamos los pies sobre la tierra o escuchemos a aquellos que nos
pueden ayudar a comprender como se realiza todo eso nuevo y bueno que deseamos.
Les pasaba a los judíos con la idea del
Mesías que se habían forjado en sus cabezas, porque tampoco habían entendido o habían
querido entender bien lo que les habían anunciado los profetas; se habían
quedado en la literalidad de unas palabras o de unas imágenes con las que se quería
expresar ese mundo nuevo que les traería el Mesías y se habían quedado con la
imagen de un caudillo guerrero, que restituía la soberanía política del pueblo
judío. Cuando ahora Jesús les hablaba del Reino de Dios, entendían que se
refería a esos tiempos nuevos, pero no podían quitar de sus cabezas las
imágenes que tenían, por eso la pregunta que hoy les escuchamos hacer a Jesús.
‘¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios?’ ¿Cuándo va a ser el momento en el que el Mesías va a comenzar a actuar? Recordamos que en momentos antes de la Ascensión aun los discípulos le preguntan a Jesús si ya ha llegado el momento de la restauración de la soberanía de Israel.
‘El reino de Dios, les dice, no viene aparatosamente, ni dirán: Está
aquí o Está allí, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros’.
Viene Jesús en pocas palabras a desmontar todo lo que en su imaginación y en
sus sueños se habían creado. Soñaban, como soñamos nosotros también, con
espectacularidades, cosas aparatosas. Como soñamos nosotros con apariciones y
nos vamos de un lado para otro según oímos hablar de sucesos extraños y de
apariciones.
Pero bien les había hablado Jesús del
Reino de Dios, de cómo tenemos que irlo construyendo dentro de nuestro corazón
cuando en verdad hacemos a Dios el único Señor de nuestra vida. Como luego lo
vamos a ir reflejando en nuestras actitudes, en nuestros comportamientos, en
nuestra nueva forma de pensar y de vivir, de relacionarnos con los demás y de
sentirnos comprometidos con nuestro mundo para hacerlo mejor. Estamos haciendo
que el Reino de Dios esté dentro de nosotros, se haga en verdad presente en
nuestro mundo.
Les costaba entender a las gentes de la
época de Jesús como nos sigue costando entender a nosotros hoy. Muchas veces
nos sentimos inquietos ante los problemas de la vida, de la sociedad, ante todo
lo que va sucediendo en nuestro mundo; hay cosas que nos desconciertan y querríamos
de otra manera; nos gustaría ver como nuestro mundo se transforma y también queremos
quizá cosas espectaculares, decimos, para que la gente crea y cambien las
cosas. Pero también a nosotros nos dice Jesús que no busquemos esas
espectacularidades porque no es así como se hace presente en el Reino de Dios y
que el Reino de Dios lo tenemos dentro de nosotros y lo podemos sentir también
en nuestro mundo.
Depende de nosotros, depende de nuestro
corazón, depende del lugar en que pongamos a Dios en nuestra vida, depende
también de esa mirada nuevo que tengamos hacia los demás. Dejemos que Dios sea
el único Señor de nuestra vida y estaremos reconociendo que es nuestro Rey y
somos de su Reino.
Pero hemos de saber descubrir el reino
de Dios a nuestro alrededor en los demás. Algunas veces somos pesimistas y
decimos que todo anda mal, pero tengamos una mirada distinta, una mirada más
positiva para ver cuando derraman amor con sus vidas, cuantos hacen el bien y
trabajan por los demás, cuantos se sienten comprometidos en hacer un mundo
mejor y buscan la armonía y la paz; ahí tenemos que saber descubrir señales del
Reino de Dios, ese Reino de Dios que también está presente entre nosotros, pero
que, por supuesto, tenemos que hacer crecer más.
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