Sabemos
cómo llenarnos de la sabiduría que nos sale al encuentro y está sentada a
nuestra puerta esperándonos, busquemos el aceite para mantener siempre
encendida su luz
Sabiduría 6, 12-16; Sal 62; 1Tesalonicenses
4, 13-18; Mateo 25, 1-13
‘Es un sabio’, quizás es todo lo que se nos ocurre decir ante
aquella persona que tuvo la palabra oportuna, la respuesta acertada, que nos
hizo detenernos a reflexionar tras el pensamiento que nos ofrecía, o ante la
actitud o la postura que veíamos que con toda serenidad ponía ante la vida sin
dejarse alterar por los malos momentos, por las violencias que brotaban en
otros a su alrededor, o las reacciones airadas y llenas de impotencia de
muchos.
No decíamos que era sabio porque
viniera haciendo alarde de bastos conocimientos técnicos, enciclopédicos o
filosóficos, sino por eso otro que en lo hondo intuíamos en el interior de la
persona para saber responder a tiempo y en el momento oportuno ante las
circunstancias. Algunos piensan en el sabio solamente como la persona que ha
adquirido grandes conocimientos técnicos o porque lleva poco menos que una
enciclopedia en la cabeza queriendo saber de todo y responder de todo.
Muchos pueden tener esos grandes
conocimientos y hasta ser poco menos que unos artistas en su profesión, en su
trabajo o en todas esas cosas que han acumulado, vamos a decir, en su cabeza,
pero luego quizá no saben enfrentarse a la vida, no saben reaccionar ante un
contratiempo, por ejemplo, o algo que trastorne todos sus planes preconcebidos
pero su vacío interior les lleva quizá algunas veces a una vida sin sentido que
termina por destrozar.
¿Qué buscamos nosotros? ¿Qué es lo que
nos llena de las satisfacciones más hondas? ¿Habremos sabido encontrar esa paz
en nuestro espíritu que nos hace reflexivos para ir rumiando una y otra vez las
cosas o los acontecimientos y así extraerle toda esa sabiduría que podemos ir
encontrando o saboreando en la vida? El rumiante no mastica una sola vez los
alimentos que come, sino precisamente se llama rumiante por esa como repetición
de la digestión para sacarle todo el provecho. Así tenemos que ser en la vida
para no quedarnos en la superficialidad, para encontrar esa hondura de las
cosas, esa sabiduría de la vida.
Hoy Jesús en la parábola del evangelio
nos está hablando – lo seguiremos escuchando en los próximos días y domingos –
de que hemos de estar preparados; nos habla de una esperanza, pero que no es
una esperanza pasiva sino que significa estar atento y como previsor ante lo
que viene o nos sucede para saber ver, para saber descubrir el momento o la
riqueza que se nos ofrece; esa palabra previsor tiene en cierto modo ese
sentido, ese saber ver antes.
Podemos pensar en el momento final de
la vida o de la historia, pero Jesús nos está invitando a esa espera para cada
momento de la vida; el Señor llega a nosotros y atentos hemos de saber
descubrirle; el Señor nos habla y nos pide a través de los acontecimientos en
que nos vemos envueltos en la vida, pero una mirada superficial no nos hará
escuchar de verdad esa palabra.
Es el silencio reflexivo del sabio, como antes de alguna manera hemos venido mencionando, es ese saber mirar y descubrir y leer todas esas señales que nos van apareciendo en la vida. Es esa sabiduría que tenemos que saber ir adquiriendo, y tendríamos que decir que el sabio nunca tiene prisa porque pausadamente medita y reflexiona, pasa las cosas de la vida una y otra vez por ese filtro divino que Dios ha puesto en nosotros y es cómo llegará a entender, es cómo llegará a responder, es cómo llegará a estar preparado con todo lo necesario para el momento.
Claro que nosotros los creyentes y los
que seguimos a Jesús sabemos dónde podemos encontrar ese aceite y cómo mantener
encendida esa luz. Sabemos a dónde o mejor a quién tenemos que acudir.
Conocemos a quien nos ha dicho que El es el Camino, y la Verdad y la Vida. Sabemos
a dónde acudir, qué camino hacer, de qué sabiduría tenemos que llenarnos,
sabemos cómo podemos encontrar esa plenitud de vida. Lo sabemos, pero parece
que algunas veces lo olvidamos, o lo relegamos a un lado, o nos vamos a buscar
otros caminos u otras sabidurías, o vivimos con tanta superficialidad que ya ni
apetecemos esa plenitud de vida.
Sabemos dónde y cómo llenarnos de esa
sabiduría de Dios que nos sale al encuentro, como nos decía la primera lectura,
está sentada a nuestra puerta esperándonos, pero pasamos tantas veces de largo.
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