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domingo, 8 de noviembre de 2020

Sabemos cómo llenarnos de la sabiduría que nos sale al encuentro y está sentada a nuestra puerta esperándonos, busquemos el aceite para mantener siempre encendida su luz

 


Sabemos cómo llenarnos de la sabiduría que nos sale al encuentro y está sentada a nuestra puerta esperándonos, busquemos el aceite para mantener siempre encendida su luz

Sabiduría 6, 12-16; Sal 62; 1Tesalonicenses 4, 13-18; Mateo 25, 1-13

‘Es un sabio’, quizás es todo lo que se nos ocurre decir ante aquella persona que tuvo la palabra oportuna, la respuesta acertada, que nos hizo detenernos a reflexionar tras el pensamiento que nos ofrecía, o ante la actitud o la postura que veíamos que con toda serenidad ponía ante la vida sin dejarse alterar por los malos momentos, por las violencias que brotaban en otros a su alrededor, o las reacciones airadas y llenas de impotencia de muchos.

No decíamos que era sabio porque viniera haciendo alarde de bastos conocimientos técnicos, enciclopédicos o filosóficos, sino por eso otro que en lo hondo intuíamos en el interior de la persona para saber responder a tiempo y en el momento oportuno ante las circunstancias. Algunos piensan en el sabio solamente como la persona que ha adquirido grandes conocimientos técnicos o porque lleva poco menos que una enciclopedia en la cabeza queriendo saber de todo y responder de todo.

Muchos pueden tener esos grandes conocimientos y hasta ser poco menos que unos artistas en su profesión, en su trabajo o en todas esas cosas que han acumulado, vamos a decir, en su cabeza, pero luego quizá no saben enfrentarse a la vida, no saben reaccionar ante un contratiempo, por ejemplo, o algo que trastorne todos sus planes preconcebidos pero su vacío interior les lleva quizá algunas veces a una vida sin sentido que termina por destrozar.

¿Qué buscamos nosotros? ¿Qué es lo que nos llena de las satisfacciones más hondas? ¿Habremos sabido encontrar esa paz en nuestro espíritu que nos hace reflexivos para ir rumiando una y otra vez las cosas o los acontecimientos y así extraerle toda esa sabiduría que podemos ir encontrando o saboreando en la vida? El rumiante no mastica una sola vez los alimentos que come, sino precisamente se llama rumiante por esa como repetición de la digestión para sacarle todo el provecho. Así tenemos que ser en la vida para no quedarnos en la superficialidad, para encontrar esa hondura de las cosas, esa sabiduría de la vida.

Hoy Jesús en la parábola del evangelio nos está hablando – lo seguiremos escuchando en los próximos días y domingos – de que hemos de estar preparados; nos habla de una esperanza, pero que no es una esperanza pasiva sino que significa estar atento y como previsor ante lo que viene o nos sucede para saber ver, para saber descubrir el momento o la riqueza que se nos ofrece; esa palabra previsor tiene en cierto modo ese sentido, ese saber ver antes.

Podemos pensar en el momento final de la vida o de la historia, pero Jesús nos está invitando a esa espera para cada momento de la vida; el Señor llega a nosotros y atentos hemos de saber descubrirle; el Señor nos habla y nos pide a través de los acontecimientos en que nos vemos envueltos en la vida, pero una mirada superficial no nos hará escuchar de verdad esa palabra.

Es el silencio reflexivo del sabio, como antes de alguna manera hemos venido mencionando, es ese saber mirar y descubrir y leer todas esas señales que nos van apareciendo en la vida. Es esa sabiduría que tenemos que saber ir adquiriendo, y tendríamos que decir que el sabio nunca tiene prisa porque pausadamente medita y reflexiona, pasa las cosas de la vida una y otra vez por ese filtro divino que Dios ha puesto en nosotros y es cómo llegará a entender, es cómo llegará a responder, es cómo llegará a estar preparado con todo lo necesario para el momento.


        Nos habla hoy el evangelio en la parábola de las vírgenes que salieron a esperar la llegada del esposo para la boda y que necesitaban tener una lámpara encendida, pero para mantener esa lámpara encendida necesitaban un aceite. A algunas se les apagaron las lámparas, a algunas les faltó el aceite y luego ya llegaron tarde. ¿Cuál será esa luz y cuál será ese aceite que necesitamos? ¿No nos estará hablando de esa sabiduría que necesitamos en la vida?

Claro que nosotros los creyentes y los que seguimos a Jesús sabemos dónde podemos encontrar ese aceite y cómo mantener encendida esa luz. Sabemos a dónde o mejor a quién tenemos que acudir. Conocemos a quien nos ha dicho que El es el Camino, y la Verdad y la Vida. Sabemos a dónde acudir, qué camino hacer, de qué sabiduría tenemos que llenarnos, sabemos cómo podemos encontrar esa plenitud de vida. Lo sabemos, pero parece que algunas veces lo olvidamos, o lo relegamos a un lado, o nos vamos a buscar otros caminos u otras sabidurías, o vivimos con tanta superficialidad que ya ni apetecemos esa plenitud de vida.

Sabemos dónde y cómo llenarnos de esa sabiduría de Dios que nos sale al encuentro, como nos decía la primera lectura, está sentada a nuestra puerta esperándonos, pero pasamos tantas veces de largo.

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