Necesitamos
encontrar un corazón que nos dé alivio y nos llene de paz y Jesús nos habla de
su mansedumbre y de la humildad de su corazón
Isaías 26, 7-9. 12. 16-19; Sal 101; Mateo 11, 28-30
A la hora de preparar la reflexión que
os ofrezco en la semilla de cada día busco siempre algún comentario que
me pudiera ayudar a mí personalmente pero también para preparar mejor lo que os
ofrezco. En esta ocasión me encontré un comentario a este texto que hoy nos
ofrece el Evangelio muy sencillo pero creo que muy enriquecedor y profundo.
Así nos decía: ‘El evangelio que
leemos hoy es una auténtica delicia, un
vaso de agua fresca para las personas cansadas, doloridas, que sufren en la
vida las situaciones más complicadas y difíciles’. Un vaso de agua fresca.
Cómo lo agradece el caminante que bajo el peso del calor y del bochorno va
haciendo camino, o el trabajador que al sol parece deshidratarse en los sudores
de un calor agobiante, el que cansado en su trabajo o en su camino tiene la
garganta reseca, o el enfermo que en su fiebre necesita que le humedezcan sus
labios con esas gotitas de agua que le alivien, calmen su sed, hidrate su
cuerpo para sentir nuevo vigor en su tarea o su camino.
Pero sabemos bien que esto que físicamente
es una realidad, también es una imagen de cuanto nos sucede en los caminos de
la vida cuando nos sentimos agobiados por los problemas o los sufrimientos o
cuando nos parece que nos vemos envueltos en nubarrones negros que parece que
no nos dan salida. Qué alivio cuando escuchamos una palabra de ánimo, cuando
sentimos esa mano que se posa sobre nuestro hombro, o nos bebemos esa mirada
con una sonrisa de ánimo que parece que nos trasmite una nueva luz.
No siempre quizás en la vida podemos
escuchar esa palabra o sentir esa mirada, porque quizás en nuestro sufrimiento
nos encerramos en nosotros mismos, o porque a nuestro lado contemplamos a
tantos que van con iguales o peores tormentos en su espíritu pero en cierto
modo nos desentendemos de ellos. Es cierto que de alguna manera queremos
ocultar o disimular tras una ruidosa carcajada el sufrimiento que llevamos en
nuestro interior, porque nuestras penas decimos que son nuestras y no se las
vamos a cargar a los demás o porque en una actitud insolidaria también vamos
tratando de rehuir el conocimiento de las penas que hacen sufrir a los demás. Quizás
hasta nos vestimos de fiesta o queremos mostrar rostros de alegría para
disimularlo, pero es cierto que si tenemos una cierta sensibilidad nos daremos
cuenta del sufrimiento o la angustia que envuelve a tantos en nuestro entorno.
Jesús nos ofrece ese vaso de agua
fresca, en la imagen con la que comenzamos nuestra reflexión. Si en la vida
tantas veces no sabemos a quien acudir Jesús nos está diciendo que a El podemos
acudir porque en El encontramos ese alivio y ese descanso que necesitamos. ‘Venid
a mi todos los que estáis cansados y agobiados, nos dice, y yo os aliviaré’. Necesitamos
encontrar un corazón que nos dé alivio y nos llene de paz. Jesús nos habla de
su mansedumbre, nos habla de la humildad de su corazón. No temamos. Es el
corazón que nos acoge, nos escucha, nos hace sentir paz.
Cuánto lo necesitamos. El no nos
recrimina sino que nos escucha y nos pregunta solamente por nuestro amor. Como
hizo con Pedro, como hacia con los pecadores que a El acudían, como se auto
invitó a la casa de Zaqueo, como llamó a Leví el publicano para que formara
parte de su grupo, como acogió a la mujer pecadora que aunque sabía que había
pecado mucho sabía también que había mucho amor en su corazón. Así podríamos
seguir recorriendo las páginas del evangelio para sentirnos nosotros invitados
también a ir hasta Jesús. ‘Venid a mi y encontraréis vuestro descanso’,
nos dice hoy.
Pero también nos dice algo más. ‘Aprended
de mi’. ¿Qué significa eso? Que aprendamos a ir a los demás, a no cerrar
nuestros ojos ni nuestros oídos, a escucharlos, a estar a su lado, a tender la
mano amiga, a ofrecer la sonrisa de nuestros ojos y nuestro semblante, a
ofrecer también la mansedumbre de nuestro corazón. No olvidemos que somos unos
enviados y hemos de ser signos de la presencia de Jesús en medio de nuestro
mundo. Cuánto tenemos que hacer.
Gracias, leerle a mí me anima mucho y también espero sea un gran consuelo para a quienes se las hago llegar, porque nos invita a reflexionar y a actuar positivamente en consecuencia. "hemos de ser signos de la presencia de Jesús" ¡Hermosa frase para recordar! Saludos! Bendiciones!
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