Con la paciencia del agricultor que siembra su semilla y
espera pacientemente que germine y llegue a dar fruto sigamos siendo
sembradores de la semilla del Evangelio
Isaías 55, 10-11; Sal 64; Romanos 8, 18-23;
Mateo 13, 1-23
Como hijo de
trabajadores del campo de niño ya comenzaba a sentir como admiración ante ese
misterio de vida que palpamos de alguna manera en las plantas sobre todo cuando
observamos el ritmo que tiene su germinación y su crecimiento. Admiración
también ante el agricultor que siembra su semilla y sabe que hay un proceso
misterioso de germinación que tiene sus ritmos y sus tiempos; aunque ahora
técnicamente podemos yo diría que de una forma química adelantar esos ritmos,
sin embargo el agricultor pacientemente espera esos primeros brotes que Irán
surgiendo de la tierra allí donde sembró la buena semilla. Pero tiene la
certeza de que de esa semilla brotará una nueva planta que un día nos ofrecerá
también su fruto.
Cuánto necesitamos
también en nuestras tareas de esa paciencia del agricultor. Una paciencia llena
de esperanza. Espera el fruto que llegará a su tiempo, no podemos adelantar los
ritmos de la naturaleza. Y así en la vida humana, así en nuestras tareas, así
en los proyectos que emprendemos, así en toda esa lucha que es la vida; es el
proceso de las personas y es el proceso de los pueblos.
No le pedimos al niño
el fruto maduro que nos tiene que dar un adulto, no podemos pedir a todas las
personas la misma capacidad de respuesta; cuidamos la planta, cuidamos la vida,
cuidamos el crecimiento de la persona, hemos de cuidar también el proceso del
desarrollo de los pueblos, sabiendo que nos vamos a encontrar tierra
endurecida, abrojos y zarzales, o cizaña que alguien se encarga de sembrar
junto a la buena semilla.
Hoy comenzamos en el
evangelio a escuchar una serie de parábolas que Jesús nos propone para que
comprendamos lo que es en verdad el Reino de Dios y que el evangelista Mateo
congrega en parte en este capítulo trece de su evangelio. Hoy comenzamos con la
parábola que llamamos del sembrador por la imagen que se nos presenta del que
salió a sembrar la semilla por todas partes, pero que en fin de cuentas quiere
que nos fijemos más bien en la semilla que se siembra.
Ahí está precisamente
el centro del mensaje, de lo que quiere hablarnos Jesús, la semilla. Es cierto
que en los diferentes terrenos donde cae la semilla nos vemos reflejados
nosotros en esa diferente actitud y escucha que podamos tener y hacer ante la
Palabra de Dios recibida, pero de lo importante que nos quiere hablar Jesús es
de la semilla. Esa semilla con su virtualidad propia, capaz de germinar y dar
fruto, porque incluso en aquellos lugares difíciles intentará germinar y
brotar, porque tiene vida en si misma.
Yo pienso que Jesús
aquí nos está enseñando cómo siempre hemos de estar dispuestos a la siembra de
la semilla, con la paciencia del agricultor, como decíamos antes, que aguarda
pacientemente que un día habrá de germinar y un día puede llegar a dar fruto;
consciente además que quizá no siempre será lo mismo de abundante, como nos
sucede a nosotros en nuestra vida que no todos tenemos que dar la misma
cantidad, el mismo fruto. Ya nos dice en la parábola que incluso en aquella
tierra buena y bien labrada unos dieron el ciento, pero otros el sesenta o el
treinta por uno, pero dieron fruto; y eso es lo importante.
La parábola, es
cierto, quiere que nos centremos esa riqueza maravillosa de la semilla, de la
Palabra de Dios que se siembra y que nosotros hemos de acoger. Pero es lección
para los diferentes aspectos o apartados de nuestra vida. Si podemos pensar en la tarea educadora de
los padres con sus hijos que nunca se han de cansar de sembrar la buena semilla
en sus vidas con la esperanza de que un día aparecerá ese fruto, también en
cuanto realizamos en medio de la sociedad por la que nos preocupamos y nos
afanamos en hacer que cada día nuestro mundo sea mejor lo hacemos siempre con
la esperanza de que esas buenas semillas que nosotros vayamos sembrando harán
florecer un día ese mundo haciéndolo mejor.
No nos cansemos de ser
sembradores de esperanza y de ilusión, sembradores de bondad y de buenos
sentimientos para con los demás, sembradores de sonrisas que hagan cada día más
agradable la convivencia entre todos en nuestro mundo, sembradores de amor, de
paz, de justicia porque sabemos que podemos hacer un mundo mejor.
Y claro no podemos
olvidar toda la tarea que hacemos desde el compromiso de nuestra fe en el
anuncio del evangelio en medio de nuestro mundo. Una tarea inmensa e
impresionante la que nos espera, sabiendo además que el terreno no siempre está
bien dispuesto; ya nos lo describe Jesús en la parábola al hablarnos de esos
distintos terrenos donde cayó la semilla. Pero el sembrador seguía sembrando la
semilla, y es que nosotros sabemos que contamos con la gracia y la fuerza del
Espíritu del Señor que es quien cambia y transforma los corazones. Contamos con
esa fuerza de gracia, como hemos de saber contar con la paciencia, como decíamos,
del agricultor para saber esperar el tiempo y el momento en que esa semilla germine
y esa nueva planta llegue a dar fruto.
No nos podemos sentir
cansados los cristianos en esa tarea; no la podemos abandonar porque no veamos
el fruto que esperamos; todo es gracia y todo depende también de la respuesta
del corazón del hombre, pero ese corazón también lo puede mover la gracia del
Señor. Los que desde el compromiso de nuestra fe nos sentimos llamados a
evangelizar hemos de seguir haciendo esa tarea, cumpliendo esa misión. Tenemos
la esperanza que nos da la certeza del Señor de que en verdad podemos hacer un
mundo nuevo.
Yo quiero también ser
sembrador, utilizando los medios que las redes sociales nos ofrecen hoy, seguir
sembrando la semilla de cada día, como lo intento hacer a través de este medio.
Y ya está ocurriendo, por medio de la obra del Señor que dispone a los corazones. Su palabra llega lejos, mucho más lejos que lo que nosotros podemos alcanzar a imaginar. Usted menciona palabras de vida, gracias por hacer del Señor el centro de todo. El Señor, que es el camino de la verdad, de la vida, nos anima a continuar en esa senda. Saludos cordiales, ¡y gracias por la buena onda!
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