Dejemos de edulcorar de una vez por todas las palabras del
Evangelio y no temamos que la fidelidad y radicalidad con que queremos vivirlo
nos complique la vida
Isaías 1, 10-17; Sal 49; Mateo 10, 34 – 11,
1
Ese hombre, esa
persona parece que nunca puede estar en paz y tranquilo. Nos los encontramos en
la vida social, gente inquieta que siempre está buscando qué hacer; gente que
no soporta lo que considera injusto y que ante situaciones problemáticas no
sabe quedarse quieto, no se puede quedar cruzado de brazos y allá andará
removiendo cielo y tierra para buscar soluciones, para manifestarse en eso que
considera injusto, para revelarse quizá frente a la hipocresía y a la falsedad
de tantos o cuando se encuentran gente manipuladora quizá en responsabilidades
de la vida social que solo buscan sus intereses o aumentar sus ganancias a
costa de lo que sea. Pero estas personas no pueden quedarse con los brazos
cruzados.
¿No nos suena esto con
lo que le hemos escuchado decir hoy a Jesús en el evangelio? Ya sé que estas
palabras de Jesús nos desconciertan y nos hacemos mil interpretaciones
dulzainas porque nos parece que Jesús no quiere decir lo que realmente ha
dicho. Y es que nos hemos hecho un cristianismo muy acomodaticio, donde
queremos ir suavizando todo y tenemos que decir que tenemos miedo a los
compromisos y aquellas situaciones en que nos veríamos con la vida complicada.
Eso que nos dice Jesús de perder la vida para ganarla, le damos mil vueltas y
hacemos nuestras interpretaciones muy suaves que muchas veces pueden estar muy
lejos de lo que realmente Jesús nos quiso decir en el evangelio.
Y es que cuando nos
tomamos en serio la vida, somos conscientes de tantas cosas que pasan a nuestro
lado, tenemos que soportar situaciones injustas o vemos a tanta gente que sufre
injustamente precisamente por nuestra cobardía, parece que no nos queda otra solución
que la guerra. Así han surgido revoluciones y violencias, también hemos de
reconocer, pero que no es el camino de la violencia por donde quiere Jesús que
nosotros caminemos. Pero sí nos está diciendo Jesús no podemos tener paz, que
no tendremos paz.
Y es que cuando nos
comprometemos así en esa lucha por la verdad y por la justicia, por hacer un
mundo mejor, y esto lo hacemos también desde el compromiso de nuestra fe y como
exigencia del evangelio, es cierto que nos vamos a encontrar en nuestro entorno
mucha gente que no va a estar de acuerdo, que prefieren seguir con su vida
acomodaticia, que nos dirán que no es para tanto, que incluso tratarán con su
influencia, por ejemplo, familiar de apartarnos de esos caminos y es ahí en
este entorno cercano a nosotros donde vamos a encontrar los primeros enemigos.
De eso es de lo que nos está hablando Jesús, de eso que nos puede parecer duro
y cruel pero que sabemos bien que sucede así.
Por eso creo que
tenemos que darnos cuenta de que no tenemos que endulzar las palabras de Jesús
sino aceptar esa realidad y ser capaces de darnos y gastar nuestra vida por esa
lucha por el bien y por hacer el mundo mejor, que no vamos a perder la vida,
sino que vamos realmente a ganarla. Quizá nos encontremos en el mundo gente
comprometida con su causa hasta perder la vida, y sin embargo los cristianos
seamos tan timoratos y no vivamos con la misma radicalidad el seguimiento de
Jesús y el Evangelio. Es triste que seamos tan poco comprometidos.
Ya sé que todo esto
cuesta, se nos puede convertir en doloroso, algunas veces será una tentación
para echarnos para detrás, pero hemos de saber sentir la fortaleza del Espíritu
del Señor que es el que nos guía y nos fortalece, pero nuestra fidelidad a
Jesús y al evangelio tiene que estar por encima de todo. Que en verdad el espíritu
del Señor sea nuestra fortaleza.
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