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viernes, 17 de julio de 2020

Jesús habla de la misericordia, porque cuando hay amor verdadero en el corazón nunca juzgaremos a los demás, ni nos volvemos intransigentes y destructores


Jesús habla de la misericordia, porque cuando hay amor verdadero en el corazón nunca juzgaremos a los demás, ni nos volvemos intransigentes y destructores

Isaías 38, 1-6. 21-22. 7-8; Sal.: Is 38, 10. 11; Mateo 12, 1-8
Qué fáciles somos para enjuiciar a los demás. Y no se trata ya solamente de que en nuestra sociedad nos estamos acostumbrando demasiado a tener que acudir a los tribunales ante cualquier conflicto que surge y que en lugar de tratar de resolverlo desde un diálogo sereno y pacífico enseguida acudamos a los tribunales para que se resuelvan las cosas.
Hay una falta de confianza mutua que nos hace casi imposible el dialogar para llegar a puntos de encuentro donde veamos lo que en común tenemos para desde ahí construir. Y es que estamos siempre mirando a los demás desde la perspectiva de la sospecha, lo que manifiesta la desconfianza, lo que nos incapacita muchas veces para construir en común sacando lo mejor de cada uno para llegar a lo mejor para nuestra sociedad. Cuando hay esa desconfianza estaremos viendo segundas intenciones donde no las hay, aflorarán muchos intereses demasiado partidistas, y estaremos mirando poco menos que con lupa todo lo que hacen o dicen los demás para encontrar siempre algo por donde nos podamos regodear en nuestros juicios y condenas.
Se nos hace difícil, cuesta encontrar caminos, porque quizá realmente no los buscamos y eso nos hace ir muchas veces como a la deriva sin rumbo o sin saber realmente hacia donde estamos llevando nuestra sociedad. Y esto es manifestación del cierto absolutismo con que vivimos la vida, creyéndonos que somos los únicos que tenemos la razón o tenemos la verdad. Todo lo que hagan los demás nos parecerá incorrecto, diremos que no vale para nada, y en consecuencia lo que hacemos es destruirnos, porque siempre destruiremos lo que hace el adversario porque ya de antemano decimos que lo ha hecho mal.
Y esto lo estamos viendo todos los días en nuestras mutuas relaciones, lo vemos plasmada muy cruelmente muchas veces incluso en los dirigentes de nuestra sociedad que actúan desde un partidismo miope y ante cualquier cambio de dirigentes parece que tenemos que comenzar siempre de cero porque todo lo que han hecho los otros está mal.
Decíamos al principio que somos fáciles para enjuiciar a los demás; nos damos cuenta con qué facilidad juzgamos y condenamos, con qué facilidad como decíamos antes estamos viendo segundas intenciones en lo que los otros hacen, cómo condenamos tan ligeramente lo que vemos en los otros sin saber realmente en profundidad lo que hacen y en tantas ocasiones parece que nos falta humanidad para comprender a la persona; por eso juzgamos, condenamos.
Ha partido esta reflexión que me ha llevado a aspectos de la vida de cada día, tanto a nivel personal como también en lo que se palpa y se vive en la sociedad, desde aquellas ridículas radicalidades que vivían los fariseos para el cumplimiento de la ley del Señor que luego lo llenaban de normas y de preceptos que hacían poco menos que imposible una vida normal. Fijémonos que en el pasaje de hoy parten del hecho de que los discípulos de Jesús al pasar por un sembrado un sábado cogen unas espigas que estrujan en sus manos para comer sus granos. Aquello era ya como el trabajo de la siega y de la trilla, y como el sábado no estaba permitido trabajar, de ahí ese juicio condenatorio que están haciendo.
¿Es esa de verdad la ley del Señor? ¿Eso es lo que el Señor quiere? ¿Podemos vivir atados a esos preceptos que poco menos que se convierten en inhumanos? Es lo que Jesús quiere hacerles comprender. Porque esas radicalidades expresadas en esas llamémoselas menudencias, luego se convertían en muchas actitudes inhumanas en las relaciones entre unos y otros. Por eso Jesús habla de la misericordia, porque cuando hay amor verdadero en el corazón nunca juzgaremos a los demás.
Cuando no hay verdadera humanidad en nuestras relaciones mutuas aparecen, como antes veníamos reflexionando, todas esas desconfianzas, todos esos absolutismos destructores, todas esas intransigencias con los demás, toda esa destrucción que arruina nuestra vida y la buena convivencia de nuestra sociedad.

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