Abramos
los ojos para dejarnos cautivar por tantos que desde su humildad y sencillez se
abren a Dios y sigamos su ejemplo
Isaías 10, 5-7. 13-16; Sal 93; Mateo 11, 25-27
La gente humilde y sencilla nos
cautiva. Aunque quizás nosotros muchas veces andemos con nuestros sueños de
grandeza y hasta de poderío. Podrían decirnos que son cosas contradictorias y
que lo que tenemos es probablemente un conflicto interior, pero es que así
andamos confundidos por la vida con nuestras aspiraciones y apetencias. Algunas
veces nos sentimos confundidos por los que van por la vida con muchas
apariencias, que se sienten poderosos y avasallan o manipulan a los demás, que
de alguna manera quizás deseamos ser así ‘de listos’ como ellos. Son
tentaciones que nos confunden.
Pero eso no es obstáculo para que
cuando nos encontremos con una persona humilde y sencilla, una persona vemos
claramente que no tiene malicia ni maldad en su corazón, que nos puede parecer
ingenua en su manera de actuar porque nunca es capaz de pensar mal de nadie y
en todo se confía, que incluso en su humildad trata de pasar desapercibida pero
que sabemos bien que tiene sus valores, que sabe bien por donde camina aunque
no esté haciendo alardes, que no tiene grandes apetencias ni pretensiones en la
vida, sino que calladamente su preocupación es hacer las cosas bien, se
preocupa de los demás sin ningún aspaviento, nos sintamos cautivados por
personas así. No siempre las sabemos descubrir porque no hacen ruido pero
cuando las encontramos podríamos decir que nos estamos encontrando un tesoro.
Personas sencillas y humildes que no
hacen mucho ruido como decíamos, pero sin embargo nos damos cuenta de la
riqueza de su vida que no son bienes materiales sino una sabiduría de la vida
que les hace vivir con sentido todo lo que hacen. Personas reflexivas en su
silencio que parece que nada saben, pero quizá una palabra suya en un momento
determinado nos da más luz que los que hacen alarde de grandes sabidurías.
Son personas de interioridad que aunque
nos parezca que van con la cabeza gacha todo el día, su mirada se eleva sobre
las cosas materiales para ir más allá en búsqueda de lo que en verdad
trasciende sus vidas. Son personas en su sencillez abiertas a Dios y que nos
dan testimonio de una fe sencilla pero muy profunda y bien arraigada en el
Señor. Son personas que saber contemplar y admirar las maravillas que hace el
Señor y que son capaces de ver donde quizá nosotros no habíamos reparado. Seguro
que alguna vez habremos tenido la suerte de encontrarnos personas así y nos
sentimos felices por dejarnos cautivar por su humildad y sencillez. Confieso
que en los ojos de mi mente estoy contemplando personas así que me he
encontrado a lo largo de la vida.
Es de lo que nos está hablando hoy Jesús
en el evangelio. Da gracias al Padre porque ha revelado las maravillas de Dios
no a los sabios y entendidos sino a los humildes y a los sencillos. ‘Así te
ha parecido mejor’, dice en su oracion al Padre. Son aquellas personas
humildes y sencillas que le seguían, que era capaces de admirarse de las
maravillas de Dios que muchas veces solo ellos eran capaces de descubrir.
‘Nadie conoce al
Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el
Hijo se lo quiera revelar’,
termina diciéndonos Jesús. ¿Y quienes son precisamente los que se beben las
palabras de Jesús para llegar a conocer a Dios? Fijémonos en el evangelio los
que siguen de cerca de Jesús, los pobres, la gente sencilla, los enfermos y los
que nada tienen, los que son discriminados de todo el mundo y los pecadores.
Pero son los que con espíritu humilde se acercan a Jesús, escuchan a Jesús, se
enriquecen con los misterios de Dios que Jesús nos quiere revelar.
¿Estaremos nosotros
aprendiendo a acercarnos a Dios con ese espíritu humilde y sencillo para llevar
nuestra vida a plenitud y encontrar toda la trascendencia de eternidad en la
Palabra de Jesús? Abramos los ojos para dejarnos cautivar por tantos que desde
su humildad y sencillez se abren a Dios y sigamos su ejemplo.
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