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sábado, 13 de junio de 2020

No nos dejemos envolver por esas tinieblas de la mentira, seamos auténticos y congruentes en nuestra vida y nuestra palabra sea siempre la verdad


No nos dejemos envolver por esas tinieblas de la mentira, seamos auténticos y congruentes en nuestra vida y nuestra palabra sea siempre la verdad

1Reyes 19, 19-21; Sal 15; Mateo 5, 33-37
‘Te lo juro por lo más sagrado…’ Y no es expresión de chiquillos como algunas veces pudiera aparentar. Hay personas que parece que no saben decir dos cosas seguidas sin que medie por medio un juramento. Y ya no es solo juramentarse para reafirmar que lo que estamos diciendo es verdad, sino que lo empleamos con frecuencia como promesa de futuro, algo que queremos hacer, algo que vamos a hacer y que alguien puede poner en duda de que seamos capaces de realizarlo y ya va por medio el juramento.
El juramento viene a ser como una reafirmación de que lo que decimos o prometemos es verdad. Lo reafirmamos con el juramento; y ya no es solo el carácter religioso sagrado que en si tendría el juramento poniendo a Dios por testigo de aquella afirmación que hacemos, sino que en nuestro mundo laicista muchas veces le quitamos esa referencia a Dios, pero ponemos por medio nuestro honor o nuestra conciencia. Es lo que vemos ya con frecuencia en la juramentación de lealtad y honradez al tomar posesión de un cargo público o de nuestros representantes sociales. También sabemos en lo que se quedan muchas veces esos juramentos cuando se hacen o esas promesas de lealtad apelando a la conciencia y al honor.
Con lo fácil que sería que nunca se pusiera en duda la veracidad de lo que afirmamos o de lo que prometemos, porque así es la veracidad de nuestra vida, así es la sinceridad con que siempre hablamos y actuamos, que en nosotros no cupiera ni la mentira ni la falsedad sino que fuéramos auténticos y leales como para que nuestras afirmaciones sean siempre verdad. Pero ya sabemos muy bien cómo andamos siempre con la  desconfianza ante aquello que prometen o nos prometen.
¿Nos conocía bien Jesús y ya sabía por dónde iban a ir nuestras flaquezas y deslealtades? Hoy le escuchamos en el evangelio decirnos que no juremos por ningún motivo. Pero es que Jesús en fin de cuentas viene a decirnos que lo que necesitamos es que seamos leales, seamos congruentes en nuestra vida, actuemos siempre movidos por la sinceridad y que si actuamos así nada ni nadie tendrían que poner en duda nunca nuestras palabras.
Y es que en los valores que Jesús viene a enseñarnos en el evangelio que tienen que resplandecer en nuestra vida están la verdad y la sinceridad. Nada que suene a falsedad o mentira cabe en la vida de quien es seguidor de Jesús que es Camino, y Verdad y Vida. Por eso le veremos hablar fuerte contra quienes tienen con plan de vida la falsedad y la hipocresía que es una mentira. Es la peor mentira de la vida; no es solo que digamos unas palabras por otras, que afirmemos como verdad algo que es mentira, sino la mentira de la vida misma cuando no actuamos con sinceridad, cuando nos dejamos arrastrar por la hipocresía para aparentar lo que realmente no somos.
Jesús es la luz que disipa toda mentira; Jesús es el camino que nos conduce a la verdad, siendo El mismo la verdad en plenitud; Jesús quiere que nos llenemos de vida que es llenarnos de amor para que actuemos siempre con sinceridad de corazón porque es la verdad que nos hace libres. Seguimos a Jesús el que vino a dar testimonio de la verdad aunque las tinieblas del mundo trataron de oscurecerla como siguen envolviéndonos esas mismas tinieblas en nuestra hora tan llena de falsedades y de vanidades. No nos dejemos envolver por esas tinieblas de la mentira, seamos auténticos y congruentes en nuestra vida con lo que decimos que creemos y que es la auténtica verdad de nuestra vida.

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