Insignificantes bloques, ocultas paladas de hormigón tan
necesarias e importantes en la construcción del edificio, fundamentos de
nuestro camino de amor
1Reyes 18, 20-39; Sal 15; Mateo 5, 17-19
Cada bloque, cada
palada de hormigón tiene su lugar y su importancia en la construcción de un
edificio; no porque aquellos bloques queden a ocultas de la visión de la gente,
o porque aquella palada de hormigón quede enterrada bajo tierra en la forja de
los cimientos del edificio es menos importante o valioso que el resto de
elementos con los que iremos conformando dicho edificio. Quizás nos esmeremos
más en la belleza externa que le podamos dar a ciertos elementos porque van a
conformar la figura y la imagen del edificio, pero la belleza y la fortaleza
está en su conjunto que le daría la forma y la estabilidad que necesita para
que cumpla con sus funciones.
Algunas veces hay
cosas de las que decimos que son muy importantes y valiosas y no negamos ni su
importancia ni su valor, pero hay muchas cosas que pueden pasar imperceptibles
para la mayoría pero que serán gestos y valores igual de enriquecedores para
aquellos con los que tengamos dichos gestos. Descubrir el valor de cada cosa,
pero saber resaltar esas pequeñeces que se convierten en grandes gestos es una
sabiduría en la que tenemos que ejercitarnos y que tenemos que aprender.
Así vamos construyendo
nuestro camino de fe, el camino de la vida cristiana. Camino decimos, porque es
ponernos a seguir a alguien, es dejarnos cautivar de un amor que lo queremos
convertir en el amor de nuestra vida. Hemos descubierto un amor y queremos
corresponder a ese amor. Porque lo hemos de tener claro, no son solo
voluntades, buenas voluntades que nosotros tengamos, sino que nos hemos sentido
envueltos en el amor, el amor de Dios que fue primero y queremos caminar en ese
amor.
Cuando amamos, porque
nos sentimos amados, lo que queremos en todo es corresponder a ese amor, y
entonces comenzaremos a hacer de nuestra vida lo más parecido que podamos a lo
que es ese amor que sentimos. Y decimos que queremos hacer su voluntad,
descubrir lo que a Dios le agrada y fundamentalmente es que vivamos en ese amor
y repartamos ese amor en nuestro derredor. Por eso decimos que queremos hacer
su voluntad, hacer lo que le agrada al Señor. Lo llamamos mandamientos, porque
es la palabra que desde siempre ha querido expresar lo que es la voluntad de
Dios, pero cuando nos sentimos envueltos en el amor y nosotros queremos amar de
la misma manera no lo hacemos simplemente porque esté mandado, sino porque
queremos vivir en ese amor.
Claro que aparecen
nuestras flaquezas y nuestras debilidades, y tenemos el peligro de que se nos enfríe
ese amor y ya no amemos con la misma intensidad, que nos aparezca nuestro yo
egoísta y comencemos más a pensar en nosotros mismos que en ese amor que
tenemos que dar. Es la flaqueza de la humanidad de todos los tiempos. Y aparece
la pedagogía divina que nos señala unos cauces, normas les decimos también, que
nos van marcando ese camino que tenemos que recorrer tanto en nuestra relacion
con Dios como con los demás para que no olvidemos el camino, para que no nos
salgamos del camino. Y cada una de esas señales que nos trazan el cauce de
nuestro camino son importantes; por eso no decimos que estas señales, estos
mandamientos nos los podemos saltar, y solo los más importantes son los que
tenemos que cumplir. Indicaría eso la pobreza de nuestro amor.
Es lo que nos dice
Jesús que no viene a suprimir los mandamientos sino a darles plenitud; es lo
que nos señala que no podemos saltarnos ninguno de esos mandamientos porque no
los consideremos importantes sino que la grandeza de nuestro amor está en esa
fidelidad también a aquello que nos parece pequeño. ‘Quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los
cielos’. Son esos insignificantes bloques,
esas ocultas paladas de hormigón tan necesarias e importantes en la
construcción del edificio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario