Busca Jesús que en Él todas aquellas personas que le escuchaban entraran en una nueva relación con Dios de una forma menos ritualista, más personal y más viva
Hebreos
7,25–8,6;Sal 39; Marcos 3,7-12
Las
relaciones entre las personas en el ámbito de las actividades que
cada día realizamos algunas veces adolecen de un calor humano que
lleve a un verdadero encuentro entre las personas; son en muchas
ocasiones unas relaciones frías y distantes y cuando entramos en el
ámbito de lo profesional unas relaciones así nos crean distancias
donde parece que lo único que interesa es resolver mecánicamente
aquel problema que llevamos o por parte del profesional se limita a
resolver aquel asunto como si de un número más pasara por nuestras
manos o las listas de lo que tenemos que hacer.
Sucede
quizás también en ocasiones en nuestras relaciones de vecindad, en
que llegamos al punto que ya nadie se saluda, o quizás los buenos
días que nos damos son fríos e incapaces de entrar en una relación
con el que vive a nuestro lado.
Qué
distinto cuando por una parte y otra ponemos un cierto calor humano,
un interés por la persona que tenemos delante uno y otro y se
establece como una comunicación que ya no es solo de problemas sino
de personas cada una con sus propias características humanas. No es
ya el maestro o profesor que se contenta con desarrollar un programa,
el profesional de la medicina que nos da un remedio para nuestro
dolor o enfermedad, sino que es la persona que nos transmite unos
valores porque él los vive, una persona que entra en una relación
personal con nosotros mostrando interés por nuestro yo y por nuestra
vida.
En
esa frialdad y distanciamiento, aunque profesionalmente seamos los
mejores profesionales por nuestros conocimientos o nuestra ciencia
vamos creando un mundo muy perfecto en algunas cosas técnicas quizá
pero al que le falta una verdadera humanidad. No somos piezas de un
mecano o un rompecabezas que tenemos que colocar con todo orden y
perfección; somos personas capaces de relacionarnos, de sonreír o
de mostrar interés o preocupación por lo que le sucede a la otra
persona, que manifestamos nuestro agrado o nuestro desacuerdo también
cuando sea necesario, que entramos en diálogo y comunicación
personal,
Somos
personas con nuestros sentimientos y nuestras características
personales pero que nos damos cuenta de que somos seres humanos que
podemos ser y sentirnos como hermanos, que vamos embarcados en la
misma vida y en el mismo mundo, que tenemos que saber caminar juntos
y que así tenemos que hacernos la vida agradable los unos a
los otros para que todos nos realicemos mejor como personas y seamos
más felices haciendo un mundo mejor y más humano.
Y
aquí los que seguimos a Jesús tenemos una tarea muy importante que
realizar. Primero que nada porque nuestro distintivo tiene que ser el
amor que va a ser la base de esa comunicación y comunión que
tengamos con cuantos nos rodean. Un amor que alimentamos desde
nuestro encuentro personal y vivo con el Señor como Jesús nos va
enseñando en el evangelio.
También
los que rodeaban a Jesús o acudían a Él desde sus necesidades
podían entrar en una relación con El simplemente desde el interés.
Agobiados en su pobreza y sus necesidades, invadidos por dolores y
sufrimientos de todo tipo, marcados por la enfermedad, la invalidez o
la discapacidad por las limitaciones que vivían en sus miembros o en
sus sentidos, en Jesús podían ver el taumaturgo que podía
solucionarle todos sus problemas y así como a un talismán que
milagrosamente les remediase en sus necesidades sin casi tener que
hacer nada por su parte acudían a Él.
No
quiere Jesús que lo vean así; busca Jesús que en Él todas
aquellas personas que le escuchaban entraran en una nueva relación
con Dios de una forma menos ritualista, más personal y más viva. No
busca Jesús por otra parte publicidades baratas ante lo que va
realizando porque lo que Él quiere en verdad es que vayan sembrando
la Palabra de Dios en sus corazones para que nazca de verdad en ellos
el nuevo Reino de Dios.
En
cierto modo Jesús huye de las multitudes aunque son multitudes las
que acuden a Él. Por eso marcha de un lugar para otro y en ocasiones
se oculta con sus discípulos más cercanos en lugares apartados
donde los vaya impregnando con su vida y su enseñanza en el sentido
verdadero del Reino de Dios.
Habrá
algunos que lleguen a proclamar una fe grande en Jesús
reconociendolo como el enviado de Dios o como el Hijo de Dios, como
hacían en ocasiones los poseidos por espiritus inmundos. Jesús nos
les deja hablar, no quiere esas publicidades baratas. El que un dia
enviará a sus discípulos por todo el mundo para anunciar el Reino
de Dios después de su resurrección, ahora de alguna manera les
prohíbe hablar, porque lo que le interesa es que lleguen a esa
relación personal con Dios.
Es
así como nosotros tenemos que impregnar nuestras vida de ese amor
para que con nuevas actitudes de amor nos presentemos ante los demás,
como decíamos antes para hacer nuestro mundo mejor y más humano.
Así aprenderemos a entrar entonces en esa relación humana,
verdaderamente cordial, nacida del corazón, con todos aquellos con
los que nos encontramos o con los que convivimos.
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