El camino del que sigue a Jesús es un camino de libertad en el amor que humaniza nuestras vidas
Hebreos 6,10-20; Sal 110; Marcos 2,23-28
Hay
quien dice que no necesita ni normas ni leyes para vivir; invocando
la libertad personal de cada uno dicen que cada uno ha de sentirse
responsable y sabe por sí mismo sin que nadie tenga que imponérselo
que es lo que tiene que hacer. Puede parecer una utopía, pero puede
ser una utopía peligrosa, porque bien sabemos cómo somos y cómo
las pasiones nos dominan y esos nos puede llevar a una anarquía, en
que cada uno porque se siente libre hace lo que quiere pronto
aparecen esas pasiones y surgen los deseos de dominio o de imposición
de los unos sobre los otros. las normas y las leyes, dicen, coartan
la libertad de cada uno porque nos sujetan a una forma de vivir en
que, dicen, no podemos vivir nuestra entera libertad.
Nos
olvidamos que las leyes y las normas son esos cauces que hemos de
tener en la vida que no van a facilitar esa convivencia, y que nos
van a ayudar por otra parte a nuestro crecimiento personal, a la
maduración de nuestra vida y a hacer posible esa armonía entre
todos que es la que nos va a hacer sacar a flote nuestros valores con
los que enriquecemos también la vida de los demás. nunca la norma o
la ley va a ser una imposición despiadada y siempre tiene que
ayudarnos a nuestra superación personal al mismo tiempo que facilita
la convivencia.
Sin
embargo sabemos, por otra parte, que algunos se toman con tal
radicalidad esas normas, o esas leyes que realmente sí esclavizan
sus vidas, las convierten en cadenas inhumanas que tenemos que
cumplir asi como asi y entonces no sabemos disfrutar de esos cauces
que nos harían más agradable nuestra vida; convierten así su vida
en un tormento porque luego estarán llenos de escrúpulos y
atormentados sin alegría ni paz en sus vidas, sino agobiados por esa
radicalidad inhumana que han impuesto a sus vidas.
Por
eso tendríamos que decir que ni una cosa, una vida sin ley, ni otra,
una vida llena de tormentos escrupulosos por un cumplimiento ciego de
las leyes que tendrían que darnos verdadera libertad y verdadera
alegría a la vida.
Hoy
le plantean a Jesús el tema del sábado. La ocasión surge porque en
un sábado que iban caminando de aldea en aldea como solía hacer
Jesús siempre, los discípulos al pasar por un sembrado - quizá por
ese desmayo que se produce en una caminata larga y sobre todo si se
acercan las horas del mediodía - arrancan unas espigas, que estrujan
con sus manos y las van comiendo. Aquí los fariseos tan observantes
siempre se dan cuenta de lo que hacen los discípulos y allá andan
escandalizados porque están trabajando en sábado.
El
descanso sabático en la ley de Moisés era estricta, prohibiendo
todo tipo de trabajo para que el día del Señor se dedicase al
descanso y al culto divino escuchando la lectura de la ley y los
profetas en la sinagoga. Era buena aquella norma, que permitía el
descanso del hombre trabajador y de alguna manera evitaba el abuso
por parte de los ricos poderosos sobre los trabajadores que tuvieran
a su cargo; era bueno porque además se podía dedicar el día del
sábado al culto al Señor escuchando su Ley y alabando al Señor con
la oración.
Pero
el ritualismo en el cumplimiento de la ley sabática les llevaba a
algo tan inhumano que no pudieran aliviar un desmayo cogiendo
unas espigas en el campo porque eso se considerase un trabajo, como
si estuvieran en la ciega. la cerrazón de unas mentes convertía la
ley y la norma en algo opresivo e inhumano. ‘El
sábado se hizo para el hombre, no el hombre para estar esclavizado
del sábado’,
les viene a decir Jesús.
El
camino del que sigue a Jesús es un camino de libertad en el amor. Y
es que en aquello que hacemos siempre tiene que prevalecer el
amor que humaniza la vida del hombre. no podemos vivir desde el temor
y el agobio del cumplimiento de unas normas o leyes. hemos de saber
hacer incluso ofrenda de nuestro yo y nuestra voluntad en un camino
de fidelidad, pero una fidelidad nacida del amor.
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