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domingo, 20 de enero de 2019

Cristo es ese vino nuevo para nuestra vida, la verdad del hombre para el hombre, la luz que disipa todas nuestras tinieblas, el camino que nos conduce a la verdad y a la vida plena


Cristo es ese vino nuevo para nuestra vida, la verdad del hombre para el hombre, la luz que disipa todas nuestras tinieblas, el camino que nos conduce a la verdad y a la vida plena

Isaías 62, 1-5; Sal 95; 1 Corintios 12,4-11; Juan 2, 1-12

Aunque ya estamos desde el domingo pasado en el tiempo ordinario de alguna manera en la tradición de la Iglesia este domingo sigue siendo como una prolongación de la Epifanía del Señor que celebramos el pasado 6 de enero. Es como una trilogía, que ya incluso las antífonas del día de la Epifanía resaltan, de esa Epifanía, manifestación del Señor como en tres pasos, primero fueron los magos de Oriente, luego fue el Bautismo del Señor en el Jordán y finalmente este momento de las bodas de Caná. De esa manera siempre en el domingo siguiente a la fiesta de la Epifanía celebramos el Bautismo de Jesús en el Jordán, y en este ya segundo domingo del tiempo Ordinario tradicionalmente también las bodas de Caná.
Normalmente cuando escuchamos este evangelio prontamente hacemos referencia al matrimonio en un sentido cristiano - en muchísimas ocasiones se utiliza este texto en la celebración del sacramento del Matrimonio -, y por otra parte vemos un sentido mariano por la presencia de María, intercesora ante Jesús por la dedicación situación en que se veían los novios al faltarles el vino para la boda. Sin descartar estos aspectos creo que tiene también otro sentido muy profundo en cuanto manifestación de Jesús como el que viene a darnos el verdadero sentido a nuestra existencia con su salvación siendo esa luz que llena tantos vacíos del hombre de todos los tiempos.
El evangelio nos presenta esa situación de un banquete, una fiesta de bodas; no hay mayores referencias a los esposos de ese matrimonio, sino que solamente nos habla de esa situación en la que se ven envueltos por la falta del vino. una situación en la que nos vemos envueltos todos, en la que podemos hacer una lectura de lo que también puede ser nuestra vida y Jesús viene a significar en ella.
Las vasijas del vino tocaron fondo, como suele decirse cuando se quiere sacar de ellas y ya en ellas no hay nada. De tantas maneras y en tantas ocasiones tocamos fondo nosotros en la vida, nos sentimos vacíos, no tenemos nada que ofrecer, la vida se nos puede volver un sin sentido. Desorientación en tantos casos en que nos vemos perdidos y no sabemos qué camino tomar, qué es lo mejor que podemos o tenemos que hacer, túneles oscuros por los problemas,  situaciones familiares difíciles, desencuentros con la propia familia o con aquellos con los que convivimos, amistades que se rompen o gente que tenemos enfrente como si fueran enemigos, enfermedades, contratiempos que nos van apareciendo en la vida.
¿Qué hacer o cómo reaccionar? ¿Qué respuesta dar a esas situaciones? Buscamos quizás en nosotros mismos y nos sentimos vacíos por dentro porque nos sentimos tan limitados, con tantas deficiencias en nosotros, con tantas debilidades también en nuestra vida. Queremos cerrar los ojos o escondemos en lo más profundo pero tampoco ahí encontramos respuesta. Nos falta el vino.
El vino es la alegría de la fiesta; ya dice también la Escritura que el vino alegra el corazón del hombre. Podríamos pensar en el vino como un estimulante, pero sabemos que es algo más. no es solo la condición del vino en el sentido de una bebida con una serie de efectos que se pueden producir en nuestro cuerpo por su consumo, sino que sabemos como tiene también el efecto diríamos psicológico del encuentro, de la cercanía, del diálogo y conversación que se puede crear en torno a un vaso de vino que estemos compartiendo. Por eso la imagen del vino puede tener también una gran riqueza de cara a nuestras relaciones humanas y a nuestra convivencia.
Decíamos antes cómo en la vida nos encontramos tantas veces como vacíos y desorientados y decíamos que nos faltaba el vino. ese vacío y esa desorientación que están en relación con un sentido de la vida, con unos valores sobre los que construir nuestra existencia y en consecuencia también nuestro mundo y nuestra sociedad. Es el vino viejo que se nos agota y que nos deja vacíos.
Tenemos que decir hoy a partir de este texto del evangelio que Cristo es ese vino nuevo para nuestra vida. Cristo es la verdad del hombre para el hombre; Cristo es la luz de nuestra vida y de nuestro mundo que disipa todas nuestras tinieblas; Cristo es ese camino que nos conduce a la verdad y a la vida plena; Cristo es en quien vamos a encontrar esa respuesta a todas nuestras inquietudes e interrogantes.
Allí estaban aquellas vasijas que debían contener el agua de las purificaciones, pero también estaban vacías; Jesús les manda que las llenen de agua, pero lo que de allí va a salir no es ya un agua para las purificaciones, sino ese vino nuevo y mejor que nos dará sentido a nuestra fiesta, que dará sentido a nuestra vida. Es lo que Cristo viene a ofrecernos.
No vamos a olvidar las palabras de María a los sirvientes, haced lo que Él os diga’. Tenemos que hacer lo que Cristo nos dice, tenemos que escucharle y ponerlo por obra, porque los que plantan la Palabra en el corazón serán los que entiendan del Reino de Dios, los que podrán vivir el Reino de Dios. Que María nos ayude a plantar esa Palabra en nuestro corazón que a ella la hizo dichosa y bienaventurada y que será también una bienaventuranza para nosotros.
Cristo  hoy se nos está manifestando en todo lo que es el sentido de nuestra vida. Es la salvación que nos ofrece, porque no es solo arrancarnos de nuestro vacío interior, de la oscuridad de nuestro caminar sin sentido, sino que nos da algo nuevo para vivir, el vino nuevo del Reino de Dios. Por eso, como decíamos al principio, aunque estemos en tiempo Ordinario de alguna manera sigue siendo Epifanía, en esa trilogía que nos ofrece la liturgia y que hoy completamos.




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