Preparar la navidad es algo que se repite desde muy diversos presupuestos pero preparar los caminos del Señor es algo de mayor intensidad desde la llamada del profeta
Baruc 5, 1-9; Sal 125; Filipenses 1, 4-6. 8-11; Lucas 3,
1-6
Eso de preparar caminos creo que es algo que todos entendemos.
Pensemos cómo hablamos y con qué autoridad pretendemos hacerlo siempre cuando
sale el tema de nuestras carreteras, de los atascos, de las dificultades que
tenemos para llegar de un sitio a otro, de cuanto tiempo perdemos por no tener
esas vías de comunicación no solo en buen estado sino las suficientes para
soportar el tráfico que se genera continuamente. Bien queremos tener
debidamente adecentados aquellos lugares por donde transitamos.
Pero ¿son solo esos los caminos de los que tendríamos que
preocuparnos? Ya sabemos que los caminos son vías de comunicación, y quiero
apuntar en este concepto porque no solo tendríamos que preocuparnos por esas vías
por donde transitamos, sino de todo cuanto sirva para comunicarnos los unos con
los otros. Y muchas veces esas vías están cortadas.
Sí, están cortadas porque cuantas dificultades tenemos muchas veces
para comunícanos los unos y los otros, como desde nuestros orgullos, nuestras
ambiciones o nuestras actitudes egoístas ponemos piedras en el camino de esa
comunicación. No nos hablamos, no conocemos al que vive al lado de nuestra
puerta, pasamos los unos de los otros como si nunca nos hubiésemos visto,
creamos rupturas por cualquier nimiedad, o no somos capaces de encontrar el
camino del reencuentro, de la reconciliación cuando hayamos tenido nuestros más
y nuestros menos.
Claro que en este sentido podríamos seguir ahondando mucho mas, y
llegamos a nuestras actitudes personales, a las barreras que quizás nos ponemos a nosotros mismos, a una falta de
trascendencia de nuestra vida, y a esa apertura que tendría que tener nuestro
corazón a Dios. Tendría que mirarse bien cada uno a si mismo y ver cómo o por
qué nosotros también podemos hacer intransitable el camino de la vida para los
que están a nuestro lado.
Y creo que cuando estamos haciendo el camino del Adviento como
cristianos para prepararnos al Señor que viene, cuyo misterio de su nacimiento
vamos a celebrar en la Navidad, pero que tiene que hacernos pensar en esa
llegada del Señor cada día a nuestra vida, tendríamos que partir de esas cosas
concretas de nuestra vida en algunos de los aspectos en que hemos comenzado hoy
reflexionando al hablar de caminos y de comunicaciones.
Si no lo hacemos así, fijándonos en esas cosas concretas de nuestra
vida las palabras que escuchamos hoy en el evangelio, en boca del profeta o en
boca de Juan Bautista se nos pueden quedar en bellas y poéticas imágenes pero
que no nos impulsen de verdad a enderezar o allanar esos caminos de nuestra
vida.
El evangelista ya quiere situarnos en un momento histórico muy
concreta la aparición de Juan Bautista en el desierto como preludio y
preparación para hablarnos del Salvador que llega con su salvación. Nos da unas
coordenadas históricas del imperio romano y de la situación concreta de
Palestina en aquellos tiempos. En ese momento concreto nos dice que ‘vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo
de Zacarías, en el desierto’. Pero cuando escuchamos el evangelio no nos hemos de quedar en
la erudición de saber muchas cosas de la historia sino que eso ha de provocar
en nosotros a que vamos a nuestra vida y a nuestra historia concreta, porque es
ahí donde hoy – repito, hoy – nos llega la Palabra y la salvación de Dios.
El evangelista al presentarnos a Juan nos recuerda lo anunciado
por el profeta: ‘Una voz grita en el
desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que
lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación
de Dios’.
Es el momento, pues, en que pensemos en esos caminos de nuestra vida
que hemos de preparar para vivir con intensidad nuestro Adviento y llegar a una
vivencia viva de la Navidad. Preparar es la palabra que se repite. Es la
palabra que se repite en nuestro entorno de mil maneras porque muchas son las
cosas en las que nos agobiamos para preparar la Navidad y no voy a hacer relación
de esos intereses de los que nos rodean y de nosotros mismos influenciados por
ese ambiente. Cuanto agobio y cuanto derroche contemplamos.
Pero preparar en la palabra o el hecho que hemos de intensificar de
nuestra vida de fe, desde una vivencia profundamente cristiana de la navidad y
son esos caminos u otros muchos más que señalábamos anteriormente. Cada uno
tiene que mirarse a si mismo, como ya antes decíamos. Cada uno tiene que mirar
en su corazón, en su vida espiritual, en sus compromisos cristianos, en lo que
la escucha del Evangelio provoca en su vida y dar respuesta.
Que el Espíritu del Señor ilumine nuestro corazón.
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