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domingo, 9 de diciembre de 2018

Preparar la navidad es algo que se repite desde muy diversos presupuestos pero preparar los caminos del Señor es algo de mayor intensidad desde la llamada del profeta



Preparar la navidad es algo que se repite desde muy diversos presupuestos pero preparar los caminos del Señor es algo de mayor intensidad desde la llamada del profeta

Baruc 5, 1-9; Sal 125; Filipenses 1, 4-6. 8-11; Lucas 3, 1-6

Eso de preparar caminos creo que es algo que todos entendemos. Pensemos cómo hablamos y con qué autoridad pretendemos hacerlo siempre cuando sale el tema de nuestras carreteras, de los atascos, de las dificultades que tenemos para llegar de un sitio a otro, de cuanto tiempo perdemos por no tener esas vías de comunicación no solo en buen estado sino las suficientes para soportar el tráfico que se genera continuamente. Bien queremos tener debidamente adecentados aquellos lugares por donde transitamos.
Pero ¿son solo esos los caminos de los que tendríamos que preocuparnos? Ya sabemos que los caminos son vías de comunicación, y quiero apuntar en este concepto porque no solo tendríamos que preocuparnos por esas vías por donde transitamos, sino de todo cuanto sirva para comunicarnos los unos con los otros. Y muchas veces esas vías están cortadas.
Sí, están cortadas porque cuantas dificultades tenemos muchas veces para comunícanos los unos y los otros, como desde nuestros orgullos, nuestras ambiciones o nuestras actitudes egoístas ponemos piedras en el camino de esa comunicación. No nos hablamos, no conocemos al que vive al lado de nuestra puerta, pasamos los unos de los otros como si nunca nos hubiésemos visto, creamos rupturas por cualquier nimiedad, o no somos capaces de encontrar el camino del reencuentro, de la reconciliación cuando hayamos tenido nuestros más y nuestros menos.
Claro que en este sentido podríamos seguir ahondando mucho mas, y llegamos a nuestras actitudes personales, a las barreras que quizás  nos ponemos a nosotros mismos, a una falta de trascendencia de nuestra vida, y a esa apertura que tendría que tener nuestro corazón a Dios. Tendría que mirarse bien cada uno a si mismo y ver cómo o por qué nosotros también podemos hacer intransitable el camino de la vida para los que están a nuestro lado.
Y creo que cuando estamos haciendo el camino del Adviento como cristianos para prepararnos al Señor que viene, cuyo misterio de su nacimiento vamos a celebrar en la Navidad, pero que tiene que hacernos pensar en esa llegada del Señor cada día a nuestra vida, tendríamos que partir de esas cosas concretas de nuestra vida en algunos de los aspectos en que hemos comenzado hoy reflexionando al hablar de caminos y de comunicaciones.
Si no lo hacemos así, fijándonos en esas cosas concretas de nuestra vida las palabras que escuchamos hoy en el evangelio, en boca del profeta o en boca de Juan Bautista se nos pueden quedar en bellas y poéticas imágenes pero que no nos impulsen de verdad a enderezar o allanar esos caminos de nuestra vida.
El evangelista ya quiere situarnos en un momento histórico muy concreta la aparición de Juan Bautista en el desierto como preludio y preparación para hablarnos del Salvador que llega con su salvación. Nos da unas coordenadas históricas del imperio romano y de la situación concreta de Palestina en aquellos tiempos. En ese momento concreto nos dice quevino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto’. Pero cuando escuchamos el evangelio no nos hemos de quedar en la erudición de saber muchas cosas de la historia sino que eso ha de provocar en nosotros a que vamos a nuestra vida y a nuestra historia concreta, porque es ahí donde hoy – repito, hoy – nos llega la Palabra y la salvación de Dios.
El evangelista al presentarnos a Juan nos recuerda lo anunciado por el profeta: Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios’.
Es el momento, pues, en que pensemos en esos caminos de nuestra vida que hemos de preparar para vivir con intensidad nuestro Adviento y llegar a una vivencia viva de la Navidad. Preparar es la palabra que se repite. Es la palabra que se repite en nuestro entorno de mil maneras porque muchas son las cosas en las que nos agobiamos para preparar la Navidad y no voy a hacer relación de esos intereses de los que nos rodean y de nosotros mismos influenciados por ese ambiente. Cuanto agobio y cuanto derroche contemplamos.
Pero preparar en la palabra o el hecho que hemos de intensificar de nuestra vida de fe, desde una vivencia profundamente cristiana de la navidad y son esos caminos u otros muchos más que señalábamos anteriormente. Cada uno tiene que mirarse a si mismo, como ya antes decíamos. Cada uno tiene que mirar en su corazón, en su vida espiritual, en sus compromisos cristianos, en lo que la escucha del Evangelio provoca en su vida y dar respuesta.
Que el Espíritu del Señor ilumine nuestro corazón.

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