Jesús tiene siempre abiertas las
puertas de su corazón para que en El descansemos y encontramos la paz que
necesitamos elevando nuestro espíritu.
Isaías 40,25-31; Sal 102;
Mateo 11,28-30
Tengo un amigo que a cada rato me dice cuando nos encontramos ‘qué
cansado estoy’. No vamos a entrar en juicios de valor sobre el cansancio de
mi amigo pero normalmente lo justificamos por su trabajo, el estrés en que
muchas veces se vive a causa de los trabajos y un poco lo dejamos en que
necesita descansar, organizarse y no tomarse la vida con agobio.
Pero en cierto modo es muy normal hoy con la forma de vivir que
tenemos el que nos encontremos mucha gente que vive así con esos cansancios que
no saben bien de donde provienen, y nosotros mismos también muchas veces nos
sintamos en situaciones semejantes. Pero quizá ese cansancio vaya mas allá de
lo que decimos o provenga de algo profundo que podamos sentir dentro de
nosotros y nos haga sentirnos insatisfechos, no contentos con lo que hacemos y
eso pudiera provocar hasta un cierto hastío en la vida. Los psicólogos nos podrían
dar muchas explicaciones y terapias, pero no soy psicólogo.
Es cierto que muchas cosas nos agobian en la vida y nos llenan de
insatisfacciones; muchas veces nos pueda faltar una orientación en la vida, no
la que otros nos den, sino la que nosotros por nosotros y en nosotros mismos
sepamos encontrar. Hay afanes materiales que nos van llenando el vaso y estamos
muchas veces hasta rebosar. También nos agobian las soledades, no encontrar
quizá en quien descansar nuestro corazón, esa persona que nos escuche, donde
podamos vomitar todo lo que llevamos dentro, que esté a nuestro lado, que
camine con nosotros. Con facilidad nos hacemos sordos a los problemas de los
demás porque no queremos implicarnos, y así como nosotros en ocasiones actuamos
con los otros, luego no vamos a encontrar quien nos escuche. Son tantos los que
andan, quizás nosotros también, así en la vida.
Por otro lado esa parte espiritual de nuestra existencia muchas veces
la dejamos a un lado porque nos afanamos más por lo que pronto consigamos para
resolver nuestras necesidades materiales y a ese lado espiritual no le damos
importancia y lo ponemos en segundo o en el último plano. Necesitamos un reposo
para nuestro corazón y no lo sabemos encontrar. Nos olvidamos quizá donde está
el motor de nuestra vida que no es solo el alimento material que podamos
recibir o las cosas materiales por las que luchamos.
Jesús nos conoce bien. Conoce nuestros cansancios y nuestros agobios,
conoce nuestra condición humana, porque hombre se hizo como nosotros. Pero es
Jesús el que puede darnos esa paz que necesitamos. El es verdaderamente el
norte de nuestra vida, en Él encontramos sentido y plenitud. El tiene siempre
abiertas las puertas de su corazón para que en El descansemos.
‘Venid a mí todos los
que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro
descanso’. Son las
palabras de Jesús, es su invitación para que vayamos con El. Tenemos la certeza
de que siempre nos escucha; tenemos la seguridad de encontrar esa paz que
necesitamos en El. Escuchemos su palabra de vida en lo hondo del corazón.
Lo que es necesario por
nuestra parte que cambiemos nuestras prioridades, que valoremos en verdad el
sentido espiritual de nuestra existencia, que sepamos detenernos de esas locas
carreras en que vivimos, que queramos en verdad darle un nuevo rumbo a nuestra
vida, que deseemos encontrarnos con El, porque El siempre será nuestra luz,
nuestra vida, nuestro todo. Encontraremos ese descanso y esa paz.
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