Nosotros
nos sabemos muy bien los mandamientos, pero no es eso suficiente para que Jesús
pueda también decirnos que no estamos lejos del Reino de Dios
Oseas 14,2-10; Sal 80; Marcos 12, 28b-34
Demasiado andamos en la vida con medidas, con límites, a ver qué es lo
que tengo que hacer, hasta donde tengo que llegar o donde ya puedo pararme
porque es suficiente para cumplir. Somos un poco rácanos, porque las mediciones
queremos siempre que sean a favor nuestro, para no tener que dar más de lo que
tengamos que hacer porque no tengo por qué sobrepasarme, porque no voy a hacer
más de lo que otros hacen, porque me contento con llegar mismamente al limite.
Y eso es en el cumplimiento de obligaciones, en lo que tengamos que hacer a
favor de los demás, o en el esfuerzo que tengamos que hacer para superarnos y
al menos no quedar por debajo de los otros pero tampoco esforzarme más de la
cuenta. En muchas cosas concretas de lo que hacemos en la vida podríamos
fijarnos conforme a lo que estamos diciendo.
Así andamos en nuestras relaciones y comportamientos con los demás,
pero así andamos en ese camino de superación que tendría que haber en nuestra
vida para llegar a la meta más alta, y así andamos también en nuestros caminos
de la fe y de nuestra relación con Dios y en consecuencia en el compromiso que
desde esa fe tendría que tener con los demás.
Una vez vienen a preguntarle a Jesús por lo que es lo principal. Como
aquel joven que preguntaba un día que es lo que había que hacer para heredar la
vida eterna; o como aquel otro que vino con una pregunta semejante a la de hoy
pero luego seguía preguntan quien era ese prójimo al que había que amar; o como
Pedro a quien hemos escuchado cuantas son las veces que tengo que perdonar,
queriendo poner también un numero, y así tantos en el evangelio.
Hoy viene un escriba, un maestro de la ley, y poco menos que quiere
pasar a examen a Jesús. Claro como Jesús no había estudiado en ninguna escuela rabínica,
¿sabría Jesús cual es el mandamiento principal El que se presentaba ahora como
maestro o como profeta en Israel? ¿Dónde ha estudiado todo esto? Se preguntaban
también un día en su propio pueblo de Nazaret. Otras veces le preguntaran por
la autoridad con que hace lo que hace o enseña lo que enseña. Siempre andaban
al acecho.
‘¿Qué mandamiento es el primero de todos?’ Para que no hubiera
dudas Jesús respondió citando de memoria lo que decía el Deuteronomio y lo que
todo judío se sabia de memoria porque demás lo repetía casi como oración muchas
veces al día, al levantase, al salir de casa, al emprender cualquier tarea.
‘El primero es: Escucha,
Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.’ Pero Jesús añade: ‘El segundo es éste:
Amarás a tu prójimo como a ti’. Y el escriba querrá corroborar - ¿con
su autoridad quizás? o eso pretende – que lo que Jesús ha dicho es cierto, está
en consonancia con la Escritura. Pero será Jesús el que le dirá finalmente
‘no estás lejos del Reino de Dios’, como queriéndole decir si sabes esto,
ponlo por obra y estarás comenzando a caminar los caminos del Reino.
Nosotros nos lo sabemos muy
bien, pero ¿Jesús podrá decirnos a nosotros también que no estamos lejos del
Reino de Dios? No es cuestión de sabernos las cosas. El árbol bueno será tal
cuando dé frutos buenos; será un buen frutal cuando nos ofrezca sus ricos
frutos. No es manzano o peral simplemente porque digamos es tal, sino por los
frutos que podemos recoger, deseando siempre que sean los mejores.
¿Daremos esos mejores
frutos y siempre andaremos con nuestra mezquindad, nuestra superficialidad,
nuestro contentarnos con el mínimo esfuerzo, con llegar mismamente al límite
del cumplimiento?
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