La
vida nos pone a prueba muchas veces también en nuestra fe pero es cuando
tenemos que mantenernos fuertes y se ha de manifestar toda nuestra madurez
humana y cristiana
1Reyes 11,4-13; Sal 105; Marcos 7,24-30
A veces decimos que la vida nos pone a prueba. Tenemos ilusiones,
queremos sacar las cosas adelante, tratamos de vivir con responsabilidad, pero
parece que las cosas se nos tuercen porque cuando parecía que teníamos las
cosas en la mano todo se nos vuelve en contra, aparecen mil dificultades, y no
logramos aquello que aspirábamos que quizá eran simplemente las cosas normales
de la vida de cada día.
No digamos cuando nos aparece la enfermedad en nosotros o en alguno de
los miembros de la familia y todo se nos
vuelve oscuro porque quizá no encontramos mejoría tan pronto como quisiéramos o
acaso tenemos que abandonar cosas que ya por esa enfermedad no podemos
realizar. Luchamos, algunas veces parece que nos desesperamos y buscamos solución
por todos los caminos aunque nos parezca que no tenemos salida.
Son pruebas duras de la vida que muchas veces nos hacen entrar en
crisis hasta del mismo sentido de la vida. Nos pasa igualmente en el camino de
nuestra fe; quizá nos habíamos debilitado en nuestras practicas y experiencias
religiosas, o fueron apareciendo como cantos de sirena otras ideas, otras
maneras de pensar, otros planteamientos, o quizás esos mismos problemas de la
vida nos hacen dudar, ponen a prueba nuestra fe. Un túnel oscuro muchas veces
en el que parece que no encontramos ninguna luz, porque ni siquiera parece que
Dios quiera escucharnos en nuestras suplicas o darnos respuesta a esas dudas e
inquietudes que puedan ir surgiendo en nuestro interior.
Hoy vemos el ejemplo en
aquella mujer cananea cuya vida se veía fuertemente perturbada por la enfermedad
de su hija para la que no encuentra curación. Cuando se entera que el profeta
de Nazaret ha recalado por aquellas tierras acude a El con esperanza de que
pueda curar a su hija. A sus oídos, aunque estén lejanos de la tierra de los judíos,
han llegado noticias de sus milagros y como la gente es curada de sus
enfermedades. Ella no es judía, es gentil y teme que no sea bien recibida por
los judíos, pero aun así acude a Jesús gritando tras de El para que la atienda
en sus peticiones.
Pero parece que todas las puertas se le cierran. Jesús había querido
pasar desapercibido y ahora el silencio de Jesús es la respuesta a aquellas
suplicas. El camino sigue siendo oscuro para aquella mujer pero en la que aun a
pesar de las dificultades que encuentra va en aumento la fe en Jesús. Cuando
parece ser rechazada ella encontrará palabras – es el corazón de una madre que
esta sufriendo por su hija la que le hace hablar – para hacer que Jesús la
escuche. La perseverancia de aquella mujer logra el milagro de la curación de
su hija. ‘Anda, vete, que, por
eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija. Al llegar a su casa, se
encontró a la niña echada en la cama’. Se había curado.
Hermosa lección de fe y de
perseverancia. Cuánto lo necesitamos en la vida. En todos esos momentos de
crisis y de pruebas por las que tantas veces pasamos. Como decíamos al
principio de esta reflexión la vida nos pone a prueba muchas veces y podemos
perder la ilusión, el entusiasmo, las ganas de luchar. Pero es cuando tenemos
que mantenernos fuertes, cuando se tiene que manifestar toda nuestra madurez.
Es todo un proceso que
hemos de ir realizando en la vida, porque bien sabemos que no todo es fácil. Es
un posible fallo que podamos tener en nuestros sistemas educativos y que nos
pueda suceder en las familias; le ponemos todo tan fácil a los hijos que
piensan que todo en la vida va a ser siempre así y cuando llegan los problemas
y dificultades no estamos preparados para afrontarlos. Pero tenemos que
aprender a madurar, a fortalecernos, a saber enfrentarnos a la vida aunque haya
problemas y dificultades.
Y eso también en el camino
de nuestra fe, en la realización de nuestros compromisos cristianos que no son
siempre fáciles de llegar con ellos hasta el final porque aparecen los
cansancios, las desilusiones, los malos ejemplos quizá que pudieran hacernos
daño. Pero aunque todo se nos pueda poner oscuro sabemos que nunca nos faltará
esa luz que un día va a aparecer claramente en nuestro corazón. Es la esperanza
también con la que hemos de saber caminar.
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