Vistas de página en total

domingo, 4 de febrero de 2018

Los signos de una pronto liberación se comenzaban a manifestar en aquellos milagros que Jesús iba haciendo y se han de manifestar hoy por los signos de nuestra vida

Los signos de una pronto liberación se comenzaban a manifestar en aquellos milagros que Jesús iba haciendo y se han de manifestar hoy por los signos de nuestra vida

Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146; 1 Corintios 9, 16-19. 22-23; Marcos 1, 29-39

Si en algo todos estaríamos de acuerdo es en el deseo de felicidad. Todos queremos ser felices, aunque otra cosa sea en qué cifremos la felicidad o la manera de conseguirla. Pero queremos ser felices y queremos desaparecer de nuestra vida todo aquello que nos causara sufrimiento y mermara esa felicidad que deseamos. Sin embargo somos conscientes de muchas cosas que ensombrecen nuestra vida y nos hacen sufrir y no nos permiten alcanzar la tan deseada felicidad.
Cuando pensamos en los sufrimientos que empañan la felicidad que desearíamos alcanzar una primera referencia que quizá hagamos son las enfermedades y las limitaciones físicas que encontremos, por ejemplo, para nuestra movilidad; todo aquello que pudiera producirnos una discapacidad nos puede mermar en las posibilidades de nuestra vida y al vernos así limitados sentimos como que no pudiéramos realizarnos plenamente y ser felices.
Pero también nos damos cuenta que son otras muchas cosas las que nos pueden limitar en la vida que no son solo esas enfermedades o limitaciones físicas, porque nos podemos sentir oprimidos de otras muchas maneras; desde quienes ejercen sobre nosotros una influencia tal que no nos dejan actuar con libertad o limitan nuestras capacidades y posibilidades de la vida o todas esas cosas que nos hacen difícil la convivencia, el encuentro, la relación con los demás; será también cuando desde nuestro interior vemos que nuestros sueños se rompen y no somos capaces de realizarlos o no somos capaces de superarnos en nosotros mismos para lograr ese desarrollo o esa madurez en nuestro actuar y en nuestro vivir.
Aquí podríamos pensar en muchas cosas que seguramente ya van surgiendo en nuestra mente al hilo de esta reflexión y con los que nosotros con nuestra manera de actuar desde nuestra insolidaridad, nuestro amor propio o nuestros orgullos también podemos ser causa del sufrimiento y en consecuencia la infelicidad de los que nos rodean.
¿Ese sería el camino para una vida digna del hombre, de la persona? Queremos quizá y no podemos, no somos capaces, porque quizá son muchas las ataduras que tenemos en nuestro interior cuando hemos dejado meter el pecado en nuestro corazón. Tenemos que hacer todo lo posible por nosotros mismos por liberarnos de todo eso que nos ata, pero quizá haya muchas cosas que nos superan y necesitaríamos una fuerza o una ayuda superior.
Desde toda la eternidad Dios quiere la felicidad del hombre. La imagen nos la expresa la Biblia cuando nos habla de que el hombre creado por Dios fue colocado en un jardín. Imágenes que quieren significar mucho para nosotros. Por eso tras el pecado del hombre, tras su ruptura interior consigo mismo, con los demás y con Dios, se le promete una liberación y una salvación donde todo ha de ser reconstruido y reedificado en una nueva vida que nos llene de verdadera plenitud.
Son las esperanzas de salvación que mantuvo siempre en su corazón el pueblo elegido con el deseo de la pronto llegada de un Mesías Salvador. La aparición de Jesús por los pueblos y aldeas de Galilea anunciando unos tiempos nuevos despertaron las esperanzas y llenaron de una alegría esperanzada los corazones de todos aquellos que se veían oprimidos de muchas maneras en sus enfermedades, en su pobreza y en lo que sentían que era una falta de libertad para su pueblo.
Lo que Jesús les decía y la manera como les enseñaba les hacían sentir que sí llegaban tiempos nuevos; como habían dicho en la sinagoga al escucharle aquella forma de hablar era nueva y con autoridad; los signos de esa pronto liberación se comenzaban a manifestar en aquellos milagros que Jesús iba haciendo. Por eso acuden todos los que sienten algún tipo de sufrimiento en su vida o en su corazón hasta Jesús para sentirse sanados por la Palabra de Jesús.
Lo había expresado en la sinagoga cuando liberó a aquel poseído por un espíritu inmundo, como ellos decían, ahora le llevan hasta casa de Simón de sus primeros seguidores porque la suegra de éste está enferma y Jesús la levanta de su postración de manera que ella prontamente se pone a servirles. Pero será al atardecer, cuando se han acabado las limitaciones del sábado cuando una muchedumbre con enfermos de todo tipo se agolpa a la puerta de la casa para que Jesús les cure.
Algo nuevo está comenzando. Es la esperanza de que sus sufrimientos se acaban y un nuevo y de dicha comienza a alborear. Por eso acuden a buscar a Jesús. Pero Jesús se ha retirado a la soledad de la oración en la madrugada. Es consciente que es la misión que ha recibido del Padre y además se ha de extender a todos. Por eso cuando le buscan les dirá que tiene que ir a hacer ese anuncio a todas partes. Y recorre los pueblos y las aldeas de Galilea enseñando, anunciando el Reino de Dios que llega acompañando sus palabras de los signos de liberación que iba realizando.
Pero no nos quedamos en contemplar este cuadro con la actuación de Jesús. Porque esa misma misión es la que nos ha confiado. Y ese mismo anuncio tenemos que seguir haciendo en nuestro mundo de hoy con nuestra palabra y con los signos de nuestra vida liberada. Hoy nuestro mundo también se encuentra en la misma confusión y también anhelan los mismos deseos en todos los corazones, aunque los expresemos de maneras distintas. En la construcción de ese mundo nuevo también nosotros tenemos que seguir empeñados luchando contra el mal y contra todo sufrimiento, contra todo lo que pueda limitar la dignidad de cualquier persona, de toda persona.
El mundo necesita hoy más que nunca, casi nos atreveríamos a decir, que nosotros los cristianos en la autenticidad de nuestras vidas les mostremos esos signos de la liberación que Jesús quiere realizar en nosotros y en nuestro mundo para hacer ese mundo nuevo. No siempre quizá hemos sido lo suficientemente claros en la manifestación de esos signos, aunque a través de los siglos no han dejado de realizarse. Pero hay tantos que no los han descubierto, no los han comprendido, y esa es la tarea de anuncio de esa buena noticia que tenemos que dar a nuestro mundo.
Nuestras vidas que crecen en libertad y en alegría son el testimonio fuerte que tenemos que dar. La alegría de nuestra fe, la alegría de seguir el camino de Jesús donde nos vemos plenamente realizados y  nos sentimos verdaderamente felices es el grito que tenemos que dar ante los que nos rodean. Somos felices porque creemos en Jesús, somos felices porque nos sentimos liberados del mal por Jesús, somos felices anunciando el evangelio de Jesús sin miedo, sin complejos ni cobardías. Es el anuncio de la verdadera dicha y felicidad que tenemos que hacer a nuestro mundo de hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario