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viernes, 9 de febrero de 2018

Tenemos que aprender de una vez por todas a saber entrar en comunión y comunicación con los demás sean quienes sean

Tenemos que aprender de una vez por todas a saber entrar en comunión y comunicación con los demás sean quienes sean

1Reyes 11,29-32; 12,19; Sal 80; Marcos 7,31-37

Un mundo de silencio, un mundo de incomunicación, un mundo de aislamiento. Cuanto nos cuesta comunicarnos y relacionarnos cuando carecemos de algunos sentidos o están atrofiados. No poder oír lo que sucede a nuestro alrededor nos hace entrar no solo en una incomunicación que nos aísla sino que casi nos incapacita para entender y para comprender. No poder expresar aquello que llevamos dentro porque nos faltan las palabras, porque no podemos pronunciar con sonidos lo que si escuchamos en nuestro interior nos hace la vida difícil.
Pero hay aislamientos que nosotros mismos nos buscamos. Hay silencios que nosotros creamos, porque ansiemos la soledad para pensar mejor, para reflexionar y para crecer por dentro, sino porque ponemos murallas entre nosotros y los demás para no querernos ver, para no querernos escuchar, para aislarnos de los demás. Somos nosotros mismos los que ponemos esas murallas en nuestra vida, y tremendo es cuando son los demás los que nos crean esas barreras aislándonos, excluyéndonos de su comunicación, impidiendo que podamos entender y comprender.
Son muros que tenemos que derribar. Es cierto que en nuestra civilización avanzamos y hemos sido capaces de crearnos medios que nos faciliten esa comunicación, aunque sea con el lenguaje de los signos, pero a pesar de nuestra civilización sin embargo hay otras barreras que aun no han caído en nuestras relaciones, porque nos hacemos egoístas o insolidarios, porque los que creemos que podemos y sabemos vamos avasallando por la vida, porque en nuestros orgullos vamos despreciando a tantos porque no son como nosotros, no piensan como nosotros, o porque nos parece que con sus maneras o sus formas nos repugnan y los despreciamos.
Hoy Jesús recorriendo aquellos caminos de Galilea cuando viene incluso desde más allá de lo que es el territorio judío, atraviesa desde Tiro y Sidón y cruza por la Decápolis que no son regiones judías, se encuentro con un sordomudo que alguien en buena voluntad y con fe en Jesús le trae para que lo cure.
‘¡Effetá! ¡Ábrete!’ Le dice Jesús tocando sus oídos y su lengua. Le devuelve Jesús al mundo en el que pueda relacionarse y con el que pueda entrar en comunión y en comunicación. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad’, nos comenta el evangelista.
Mucho nos quiere decir Jesús con este signo. Está su amor y es un signo del Reino de Dios que llega. Es la curación de unas enfermedades y es el facilitar la vida y el encuentro con los demás. Pero es un signo de mucho más. Somos nosotros los sordos y los mudos que hemos creado tantas barreras. Son tantas las limitaciones que ponemos tantas veces en nuestra relación con los demás. Somos nosotros los que necesitamos ser curados. Somos nosotros los que tenemos que ir por el mundo facilitando el encuentro y la relación entre las personas y los pueblos.
Tenemos que ser creadores de comunión, puentes de enlace y comunicaron entre unos y otros, constructores de es mundo nuevo donde seamos capaces de entendernos, de comprendernos, de comunicarnos de verdad desde lo más hondo de nosotros mismos.
Son las señales que hemos de dar del Reino de Dios en nuestro mundo en el que aunque haya muchos medios de comunicación social sin embargo sigue habiendo tantas soledades, tanta gente que se siente marginada en la vida, dejados a un lado del camino, no aceptados ni comprendidos porque quizá vienen de otros lugares, porque son de otra raza, porque emplean otro lenguaje, porque tienen una manera de pensar y de entender la vida muy distinta de la nuestra. Y nosotros nos alejamos, y los aislamos, y no nos comunicamos.
Tenemos que cambiar, tenemos que abrir nuestros oídos, nuestro corazón para que nos comuniquemos de verdad, para que entre todos hagamos un mundo nuevo en el que todos quepamos. Tenemos que aprender de una vez por todas a saber entrar en comunión y comunicación con los demás sean quienes sean. Demos de verdad las señales de que el Reino de Dios ha llegado.

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