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sábado, 26 de agosto de 2017

Quiere Jesús que tengamos un verdadero sentido de humanidad que camina unida, donde florecen los buenos deseos de los unos para con los otros, lejos de vanidades y de hipocresías

Quiere Jesús que tengamos un verdadero sentido de humanidad que camina unida, donde florecen los buenos deseos de los unos para con los otros, lejos de vanidades y de hipocresías

Rut 2,1-3.8-11; 4,13-17; Sal 127; Mateo 23,1-12
En la vida con demasiada frecuencia nos encontramos gente que ‘va de sobrado’, el ‘echado p´alante’ que decíamos en dicho popular, que todas se las sabe, que va diciendo a unos y a otros lo que tienen que hacer, que en su vanidad se cree en un estadio superior y por tanto padre y maestro de todos, porque a todos quiere enseñar y a todos quiere ‘compasivamente’ proteger.
Esas personas al final terminan cayéndonos mal, se nos hacen insoportables, y a ellos no hay quien les diga nada, porque ellos siempre se creen tener la razón y expresan sus argumentos, pero nunca quieren escuchar lo que tu puedas decirle. Si algo logramos decirles, o te tratan de humillar, o al final te ignoran, porque en fin de cuentas creen que somos unos ignorantes que no sabemos valorar lo que hacen por nosotros. Es difícil una convivencia así, nos costara mucho crear unos bonitos lazos de amistad y de colaboración, porque el final lo que quieren siempre es que hagamos lo que ellos dicen porque son los que saben.
Qué necesarios son unos caminos de sencillez y de humildad en que nos sintamos iguales, que vamos haciendo el mismo camino y sin alardes somos capaces de echarnos una mano para caminar mejor. Nadie tiene que sentirse padre protector del otro ni maestro infalible que siempre tenga que decir al otro lo que tiene que hacer.
Qué distinto seria si tuviéramos la humildad de aprender siempre los unos de los otros, escucharnos, acogernos, entendernos y atendernos mutuamente. Seria un verdadero sentido de familia, porque formamos parte de la gran familia que es toda la humanidad. No nos desentendemos los unos de los otros pero tampoco tenemos que ser hadas protectoras que son la varita mágica de sus saberes quieran resolver los problemas de los demás. Es otro el sentido de humanidad que tendría que haber entre todos.
Es lo que está recomendando Jesús hoy a sus discípulos, partiendo de la realidad de la vanidad e hipocresía de los fariseos y de los maestros de ley les señala Jesús a sus discípulos cuales han de ser las nuevas actitudes que se han de vivir en el reino de Dios. Quiere Jesús que tengamos un verdadero sentido de humanidad, de una humanidad que camina unida, de una humanidad donde florecen los buenos deseos de los unos para con los otros, una nueva humanidad lejos de vanidades y de hipocresías.
Es ese camino de humildad, de colaboración, de sencillez en el trato, de amor verdaderamente misericordioso y compasivo lo que nos hará verdaderamente grandes. Aprendamos el mensaje de Jesús que quiere siempre lo mejor para nosotros y que así nos está señalando como hemos de construir esa nueva humanidad.
Ojalá seamos capaces de vivirlo entre nosotros, con aquellos que están más cercanos y con los que convivimos cada día por distintas razones. Ojalá sea ese el espíritu que vivamos también dentro de nuestra comunidad eclesial; no siempre florecen estos ejemplos en este sentido, muchas veces aparece la vanidad y la soberbia en muchas posturas y actitudes; necesitamos ser esa iglesia pobre y que se manifiesta de verdad como tal por la sencillez de sus gestos, del sentido de su vida, y alejemos de la iglesia vanidades y apariencias. 

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