Vistas de página en total

domingo, 20 de agosto de 2017

Los pasos de Jesús por los caminos del amor nos impulsan a ser testigos de ese amor y de esa fe con la paz de nuestros corazones y la serenidad de nuestro actuar en toda ocasión

Los pasos de Jesús por los caminos del amor nos impulsan a ser testigos de ese amor y de esa fe con la paz de nuestros corazones y la serenidad de nuestro actuar en toda ocasión

Isaías 56, 1. 6-7; Sal 66; Romanos 11, 13-15. 29-32; Mateo 15, 21-28
Los pasos de Jesús siempre nos conducen hacia el amor. Nos ofrece amor y todo en Jesús es búsqueda del hombre, de la persona a la que quiere regalar amor, y al mismo tiempo despierta en nosotros amor para que sepamos hacer su mismo camino, seguir sus mismas huellas y demos a los demás la oportunidad de encontrarse con el amor.
Lo vemos tantas veces en el evangelio, busca al paralítico de la piscina, se hace el encontradizo con el ciego al que ha curado, se deja rodear por todos aquellos que llevan un sufrimiento en el alma; no son solo los enfermos del cuerpo, leprosos, paralíticos, ciegos o sordos con los que se va a encontrar Jesús, sino aquellos que sufren en el espíritu, se ven atormentados en su interior quizá con sentimientos de culpa, los que se sienten pecadores y quizá malditos de los demás porque todos los desprecian tendrán ese momento de encuentro con Jesús.
¿No fue eso el encuentro con Zaqueo allá junto a la higuera? ¿No fue la comida en casa se Simón el fariseo la oportunidad para que aquella mujer pecadora llegara hasta sus pies con sus lágrimas y sus perfumes, con todo su amor para sentir como Jesús llenaba de paz su corazón? ¿No fue eso el dejar que echaran a perder la terraza de la casa para descolgar al paralítico a quien iba a ofrecerle el perdón de sus culpas? ¿Por qué no podemos pensar que este episodio de la mujer cananea fue una búsqueda de Jesús, un dejarse encontrar por parte de Jesús para hacer grande la fe de aquella mujer?
Es lo que hoy estamos contemplando en el evangelio. Jesús en este caso pareciera que se hace oídos sordos a los gritos de aquella mujer, pero de alguna manera Jesús está provocando también la reacción de los discípulos que se van a convertir en intercesores. ‘Atiendela que viene gritando detrás de nosotros’, le dicen. Las palabras que se intercambian nos pueden parecer duras, pero era el lenguaje habitual entonces y la forma de relacionarse que tenían los judíos con los paganos. Tenían sus prevenciones los unos de los otros y ya en la historia del pueblo malas habían sido las influencias que habían recibido en ocasiones con el culto a los baales, los dioses de los fenicios y palestinos.
Pero Jesús dialoga con aquella mujer. Un diálogo tenso, pero donde se va a resaltar la fe de aquella mujer que era lo importante. Y allí estaba el amor. El amor que no podía hacerse sordo a aquel grito y aquella súplica nacida de un corazón lleno de dolor. Será la fe y el amor el que renacen de manera especial en aquellos momentos. Se purificará la fe de aquella mujer y se hará grande. Es curioso que cuando Jesús alaba la fe de alguien lo haga en dos ocasiones en relacion a unos gentiles, del centurión romano que viene a pedirle por su criado al que mira como un hijo, y ahora el de aquella mujer cananea. ‘No he visto en Israel una fe tan grande’ que dice del centurión. ‘¡Qué grande es tu fe!’ que proclama de aquella mujer cananea.
¿Qué nos está diciendo todo esto? ¿Cuál es la lección para nosotros? Testigos tenemos que ser de una fe así; testigos tenemos que ser de ese amor de Jesús. Meditando en pasajes del evangelio como este nos sentimos fortalecidos en nuestra fe y con deseos de una renovación grande en nuestro interior. Como aquel otro hombre del evangelio al que Jesús le preguntaba si creía y le respondía ‘yo creo, pero aumenta mi fe’, nosotros tenemos que pedir lo mismo; creemos, pero que el Señor con su gracia nos haga crecer en esa fe; que no haya nada que nos la debilite; que en los momentos de turbación por los que pasemos nos mantengamos firmes, fuertes, con la fortaleza de la fe porque ponemos toda nuestra confianza en Dios.
Pero tenemos que dar testimonio de esa fe, que los demás la puedan conocer, que en los demás se pueda despertar también esa fe. Y ahí están las obras de nuestro amor con que tenemos que manifestarnos. Nuestro amor despertará la fe de los demás; con nuestro amor hemos de saber llegar hasta el final, hasta los limites mas insospechados para dar testimonio, para hacer que todos puedan encontrarse con esa fe, para que nadie en medio de la turbación que pueda estar pasando por sus sufrimientos se sienta solo ni desamparado; hemos de ser testigos con nuestra presencia, con nuestro saber estar a su lado, con nuestras palabras o con nuestro silencio, con nuestra mano tendida, o con la sonrisa de nuestro rostro de esa fe y de ese amor.
Tenemos que ser en verdad ocasión para que tantas puedan encontrarse con Jesús. Hoy Jesús quiere llegar a todos a través nuestro. Jesús se hace el encontradizo con los demás para llenarlos de amor a través de nuestro testimonio. También como los discípulos podemos convertirnos en intercesores pidiendo por los demás. Cristo nos lo confía y el mundo lo está esperando.
Hemos vivido en nuestra patria estos días unos momentos especialmente difíciles con lo acaecido en Barcelona y Cataluña. Ha habido muchos que con madurez han sabido responder a ese estallido de violencia no perdiendo la serenidad ni la paz aunque mucha sea la indignación que tengan en su interior. Pero también sabemos que hay muchos profetas de malos augurios que con sus comentarios alimentan odios, deseos de venganza y de revancha y respuestas muy negativas que se pueden convertir también en una injusta discriminación, tratando a todos por igual. No podemos colaborar con sentimientos así.
  Ahí desde nuestra fe y nuestro amor cristiano tenemos un testimonio muy importante que dar donde no perdamos la paz de nuestros corazones ni la serenidad en nuestro actuar. Que el Señor nos ilumine y nos ayude.

No hay comentarios:

Publicar un comentario