Puede parecer insignificante lo que hago pero ese trabajo me ayuda
interiormente, me dignifica y siento que de mi riqueza interior estoy
contribuyendo a la sociedad en la que vivo
Jueces
9,6-15; Sal 20; Mateo 20,1-16
‘¿Cómo es que
estáis aquí el día entero sin trabajar?’ La pregunta está insertada en la parábola que Jesús
les propone a sus discípulos, sobre los trabajadores enviados a trabajar a su
viña en las distintas horas del día que tantas veces habremos comentado y
meditado.
Pero es una pregunta
que nos puede llevar a diversas consideraciones. Una pregunta que se puede
convertir en denuncia de la situación que viven tantos hoy en nuestra sociedad.
La respuesta está ahí clara: ‘Nadie nos ha llamado a trabajar’. Es el
hecho cruel y sangrante en que se ven tantos que no tienen trabajo, tantas
familias sufriendo esa crisis brutal de nuestra economía que se ven sumidas en
la pobreza y en la miseria. Es la realidad que hace sufrir a tantos. Es la
realidad que refleja nuestro mundo injusto con tantas diferencias entre unos
seres humanos y otros. Es la tristeza de tantos que tienen y que tendrían
posibilidades de aportar de alguna manera sus valores – y aquí incluimos todo
tipo de valores – para que todos puedan tener un trabajo digno con el que
sustentar a sus familias, y vivir ellos mismos con mayor dignidad su vida.
Toda persona tiene
derecho a tener su trabajo con el que dignificar su vida. el trabajo que no es
solo el medio de ganar unos recursos para tener una subsistencia digna – que también
lo es – sino que es también el medio con que la persona desarrolla sus
posibilidades, crece en dignidad, se realiza como persona plasmando en eso que
realiza lo más hondo de si mismo.
Muchas veces nos
parece el trabajo una rutina y por su dureza en ocasiones nos puede parecer una
maldición, pero el trabajo siempre ha de seré creador; con nuestro trabajo
contribuimos al desarrollo de la misma vida, de la sociedad en la que estamos,
por eso decimos que es creador. Y no se trata de pensar en los artistas o los
que puedan realizar grandes obras, sino que eso pequeño que cada uno hacemos
está haciendo que nosotros mismos nos realicemos, desarrollemos nuestra vida,
pongamos nuestro pequeño grano de arena, por así decirlo, al bien de los demás.
Pienso en mi mismo
en estos momentos y en esto que estoy haciendo, permitidlo. Pudiera parecer
algo insignificante y no es gran cosa el que emborrone una cuartilla
escribiendo estas reflexiones. Unos minutos, un tiempo mío personal que dedico
a esta reflexión y a tratar de reflejarlo en estos renglones que quiero
ofreceros a través de mi blogs. Pero con mi reflexión compartida puedo ayudar
quizá a la reflexión de muchas personas, a que en su interior las personas que
me leen puedan descubrir cosas que pueden realizar, pensamientos o sentimientos
que afloran en si mismos y que les pueden ayudar o con los que a su vez ayudar
a los demás.
Es insignificante lo
que estoy haciendo, pero me mueve, no porque yo pueda hacerlo mejor que otros
ni mucho menos, la ayuda que con ello pueda prestar a los demás. Y eso me ayuda
a mí interiormente, eso me hace sentirme útil, con ese trabajo tan
insignificante no solo me realizo a mi mismo sino que siento que puedo hacer quizás
el bien a los demás.
Y finalmente de
nuevo volvemos a la pregunta del principio ‘¿Cómo es que estáis aquí el día
entero sin trabajar?’ ¿Cómo es posible que haya personas que vivan en una
permanente ociosidad? ¿No se sentirán vacíos en su interior cuando nada son
capaces de aportar a los demás? Desgraciadamente nos encontramos gentes así,
que viven como parásitos de la sociedad sin ser capaces de hacer nada. Dicen
quizá que ya han trabajado bastante y que ahora en la vida toca descansar. Es
cierto que es noble un merecido descanso, pero es cierto también que indica la
nobleza de nuestro corazón cuando no sabemos estar ociosos y de una forma o de
otra buscamos la manera de hacer algo, no solo ya por nosotros mismos que
también lo necesitamos, sino para ofrecer de la riqueza de mi vida a los demás.
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