Que la Palabra de Jesús llegue a lo más hondo de nosotros y nos transforme
con la fuerza del Espíritu para vencer resistencias, fortalecernos en las
debilidades y vivir la intensidad de la
fe y del amor
Hechos
de los apóstoles 9, 31-42; Sal 115; Juan 6, 60-69
Cuantas veces lo habremos visto en nuestro entorno o nos habrá
sucedido de alguna manera a nosotros mismos; personas que se alejan unas de
otras, que merman la intensidad de la relación y de la amistad por estar en
desacuerdo en algunas cosas, porque nos parecen complicados los planteamientos quizás
radicales que toman en la vida en diferentes aspectos sociales, o porque quizás
se muestran exigentes con nosotros queriendo que tomemos determinadas posturas
que no nos terminan de convencer.
Nos distanciamos, como decíamos, y hasta llegan a romperse amistades
que parecían indestructibles; nos sucede en la vida social, nos sucede en
cuestiones políticas, nos sucede quizás por planteamientos religiosos y vitales
para nuestra existencia. No queremos ir por ese camino, no nos convencen sus
planteamientos, nos distanciamos en nuestras relaciones. ¿Será necesario llegar
a eso? ¿Por qué nos cuesta aceptar y respetar que los otros son distintos?
Sucede ahora, pero ha sucedido siempre. Hoy vemos que sucedía con Jesús
como lo vemos muchas veces a lo largo del evangelio. Será por otra parte la reacción
de los fariseos y los distintos grupos ante el planteamiento nuevo que Jesús
hacia para la vida del hombre; serán así las reacciones de las autoridades judías
que finalmente le llevaran a la muerte.
Hoy la reacción la vemos ante las palabras de Jesús que no acaban de entender.
‘Este modo de hablar es duro,
¿quién puede hacerle caso?’, se dirán algunos y el evangelista nos dirá que a partir de entonces muchos
dejaron de seguirle. Les había hablado del Pan de vida, de comer su carne y de
beber su sangre. Les decía que El era el verdadero Pan bajado del cielo para la
vida del mundo y que quien lo comiera no sabría lo que es morir para siempre.
Eran unos planteamientos vitales
lo que Jesús les hacia. Ese comer ese Pan de vida no se quedaba solo en lo
material – que ellos no terminaban de quitarse de la cabeza lo del mana del
desierto – sino era entender el sentido de Jesús, aceptar su vida que era
aceptar su camino. Esa radicalidad que
les planteaba Jesús les costaba mucho entenderla y aceptarla.
Ahora Jesús se dirigirá a los
mas cercanos a El, los discípulos que siempre le han seguido entre los que ha
escogido los doce apóstoles y a ellos les planteara si también quieren marcharse.
‘las palabras que os he dicho son espíritu y son vida’, les dice, aunque
no terminan de entenderle. Pero será Pedro el que se adelantara para proclamar
que no se separara nunca de Jesús. ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú
tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo
consagrado por Dios’. Son las hermosas confesiones de fe y de amor que le
escucharemos también en otras ocasiones porfiar por Jesús.
Nosotros también dudamos muchas
veces en nuestra fe; hay cosas que nos cuestan, nos parecen también muy
exigentes y radicales, preferiríamos un camino mas suave, con menos
dificultades, donde fuéramos contentándonos con las cositas de cada día. Pero
ya sabemos que seguir a Jesús no es un juego, es algo serio, o estamos con el o
estamos contra el, y no podemos nada a dos aguas.
Queremos que esa Palabra de Jesús
llegue a lo más hondo de nosotros y nos transforme con la fuerza del Espíritu
para vencer tantas resistencias, para fortalecernos en tantas debilidades, para
vivir toda la intensidad de la fe y del amor. Que no se enfríe nunca nuestra relación
con Jesús ni le demos la espalda porque nos cueste seguirle. Ayúdanos, Señor, a
creer en ti y seguirte con toda radicalidad.
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