Es Jesús ese Buen Pastor, que nos llama y nos busca, nos alimenta y nos da vida, con el alimento de su Palabra y de su propia vida, la puerta verdadera que nos abre a la plenitud de Dios
Hch 2,14a.36-41; Sal 22; 2Pedro
2,20-25; Juan 10,1-10
Traspasar una puerta es abrirnos a lo que esta mas allá. Un mundo
nuevo que se nos puede abrir ante el que quizás vamos con cierta incertidumbre,
pero también cuando traspasamos las puertas del hogar sabemos que nos vamos a
sentir acogidos y queridos, nos vamos a sentir a gusto, nos vamos a encontrar allí
donde plenamente desarrollamos lo que somos y lo que son nuestras esperanzas.
Vayamos en positivo para quitar temores y miedos, traspasemos esa puerta que
nos abre al encuentro profundo con los otros; traspasemos esa puerta tras la
cual tanto podemos construir no solo para nosotros mismos sino también para
aquellos con quienes convivimos o con quienes nos vamos a encontrar.
Mucho nos puede hacer pensar el sentido de ese traspasar esa puerta,
aunque principalmente hasta ahora nos podamos referir a ese hogar de nuestras
satisfacciones, pero puede ser la puerta que nos haga salir para ir al
encuentro con los demás; y salir puede significar mucho también en cuanto
salimos de cuanto nos encierra en nosotros mismos, en cuanto nos hace romper,
por así decirlo, círculos que nos hagan mirarnos solo a nosotros mismos y
nuestras cosas. Salimos y vamos mas allá; salimos y nos encontramos con el
otro; salimos y nos abrimos a un mundo donde hemos de ir dejando también
nuestras huellas en cuanto bueno podamos construir.
Cuanto podemos decir del sentido ese traspasar una puerta; a cuantas
cosas nos puede abrir este pensamiento. Y le estoy dando vueltas a esta idea
desde que escuche en el evangelio que Jesús nos decía que El es la puerta. Nos
hablaba de un redil y de unas ovejas; nos hablaba de unos buenos pastores que
cuidan de sus ovejas y las llevan a buenos pastos de vida pero nos hablaba también
de ladrones y salteadores que no entran por la puerta, sino que buscan como
robar y como destruir entrando, no por la puerta, sino por donde sea.
Este domingo lo llamamos tradicionalmente el domingo del Buen Pastor,
por las imágenes que nos ofrece el evangelio. Es Jesús ese Buen Pastor, que nos
llama y nos busca, nos alimenta y nos da vida, nos ofrece el alimento de su
Palabra y de su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. Es Jesús el que
verdaderamente nos conduce a la vida porque es el camino que nos lleva hasta el
Padre; es Jesús el que se ofrece por nosotros para que tengamos vida y tengamos
vida en abundancia como hoy mismo nos dice.
Pero además hoy nos esta diciendo que es la puerta, la puerta
verdadera, la puerta que conduce a la vida, la puerta que nos abre a la
plenitud de Dios. ‘Yo soy la puerta, nos dice, y quien entre por mi se salvara
y podrá entrar y salir y encontrara pastos’. Es Jesús el que nos conduce a
Dios, y en otro momento nos dirá que es el camino.
Es el que nos revela a Dios porque ‘nadie conoce al Padre sino al
Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’, y nos dirá que es la
Verdad; es la Palabra que nos da vida y nos llena de luz y nos dirá que es la
Vida; es la Palabra que nos alimenta y que nos salva, y la Palabra que nos
conduce hasta Dios. Porque ‘a Dios nadie lo vio jamás, el Hijo único que es
Dios y que esta en el seno del Padre, nos lo ha dado a revelar’, nos decía
el principio del evangelio de Juan.
Por eso sabemos que entrando por esa puerta que es Jesús nos vamos a
encontrar con la plenitud de nuestra vida, la realización plena de lo que somos
nosotros; entrando por esa puerta que es Jesús, porque escuchamos su voz,
porque seguimos sus palabras, nos vamos a encontrar la felicidad mas que
ninguna cosa humana nos podrá dar; entrando por esa puerta que es Jesús nos
abriremos a ese camino autentico del amor y de la justicia con el que tanto
bien podemos hacer a los demás para construir ese mundo mejor que todos
necesitamos.
Cuando escuchamos a Jesús y le seguimos ya no podemos seguir
encerrados en ese círculo que nos encierra en nosotros mismos, sino que siempre
vamos a encontrar ese camino que se abre ante nosotros para ir al encuentro con
los demás. Es incomprensible un seguir de Jesús que viva encerrado en si mismo;
es imposible que si nos llenamos de la vida de Jesús no amemos a los demás a la
manera como nos ama Jesús; es inconcebible en uno que haya escuchado la Buena
Nueva de Jesús, el Evangelio para nuestra vida que es Jesús, que no nos
sintamos impulsados a llevar también esa Buena Noticia de vida y salvación al
mundo que le rodea.
Este evangelio de hoy, esta contemplación de Jesús como Buen Pastor y también
como puerta por donde han de entrar las ovejas se convierte para nosotros en
una llamada; es una vocación para sentir que como Cristo hemos de ser también
pastores, pastores que anuncien, pastores que ayuden a los demás a ese
encuentro con la verdad de Cristo, con la luz de Cristo, con la vida de Cristo.
Es un día de llamada, por eso decimos que es el día de las vocaciones.
Para sentirnos llamados, pero también para orar al dueño de la mies, como nos
enseña el mismo Jesús en el evangelio, para que sean muchos los que escuchen
esa llamada, para que sean muchos los enviados con esa misión pastoral, esa misión
de pastores en medio del pueblo de Dios.
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