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martes, 9 de mayo de 2017

Probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir

Probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir

Hechos de los apóstoles 11,19-26; Sal 86; Juan 10, 22-30
Hay ocasiones en que alguien nos cuenta algo que nos parece interesante pero que se va alargando en su narración y aunque vislumbramos que puede llegar a ser muy interesante sin embargo en vueltas y vueltas del narrador parece que no llegamos nunca hasta el final estando muy intrigados por su desenlace. Diríamos que crea suspense en nosotros, como nos sucede en películas o nos puede suceder en una obra literaria. Queríamos saber la verdad final de aquella historia pero parece que nunca llegamos al final.
Nos puede suceder en la intriga que se crea en la vida cuando creemos conocer una persona, pero van apareciendo aspectos de su vida hasta entonces desconocidos para nosotros y que nos ponen en vilo sintiendo honda curiosidad por saber como realmente es esa persona.
Nos tienes en suspenso, ¿hasta cuando?’ le decían los contemporareanos de Jesús. Les parecía que lo sabían todo de El, pero cada día van descubriendo nuevos aspectos de su personalidad. Creían vislumbrar en El a un hombre de Dios, a un profeta y entre sus esperazas estaba el que fuera el Mesías. Pero Jesús no terminaba de presentarse con la idea preconcebida que tenían de lo que había de ser el Mesías. ‘Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente’ le preguntan.
Las ideas preconcebidas nos pueden confundir cuando la realidad no se ajusta a lo que nosotros habíamos pensado. Con Jesús nunca podemos ir con ideas preconcebidas, con prejuicios, sino que nuestro espíritu ha de estar siempre abierto a dejarse conducir por el Espíritu de Dios que es el que de verdad nos lo revela.
Jesús nos habla de sus obras, que son las obras de Dios. Con lo que Jesús realiza tendríamos que saber descubrirle, reconocerle. Pero algunas veces pareciera que tenemos vendados los ojos. Como le sucedía a la gente en los tiempos de Jesús. Hemos de saber poner nuestra fe en El; si no vamos con los ojos de la fe no llegaríamos a conocerle de verdad. Le sucede a tantos; nos sucede tantas veces, que a causa de nuestros prejuicios nos llenamos de dudas que nos enfrían el corazón y terminamos negando hasta lo más evidente. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y eso nos sucede en muchas ocasiones.
Hoy se nos ofrece Jesús con la hermosa imagen del pastor y de las ovejas. Una imagen bucólica, si queréis decirme, pero una imagen muy llena de significado si miramos, repito, con los ojos de la fe. Y la fe no es una cosa que conquistemos nosotros, es algo sobrenatural, es un don de Dios. Y Dios quiere regalarnos ese don de la fe si nosotros queremos aceptarlo; pero si lo rechazamos no hay nada que hacer.
Al menos probemos a ponernos en ese camino de la fe y seguro que descubriremos grandes cosas, que de otra forma con nuestros ojos cegados por la increencia nunca llegaríamos a descubrir. Tengamos paciencia, aunque se cree en nosotros un cierto suspense, que al final el Señor se nos revelara y nuestra alegría será grande, nuestra alegría será completa. 

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