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lunes, 1 de mayo de 2017

Buscamos a Jesús no solo queriendo encontrar el hombre bueno que hace cosas maravillosas, sino el que realiza la maravilla de nuestra salvación y en quien hemos de creer

Buscamos a Jesús no solo queriendo encontrar el hombre bueno que hace cosas maravillosas, sino el que realiza la maravilla de nuestra salvación y en quien hemos de creer

Hechos de los apóstoles 6, 8-15; Sal 118; Juan 6,22-29
‘Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús…’ Buscaban a Jesús, buscamos a Jesús. ¿Qué buscaban? ¿Qué buscamos?
En la tarde anterior Jesús había realizado el milagro de la multiplicación de los panes y los peces y había comido una multitud. Tanto fue el entusiasmo de la gente que quisieron hacerlo rey. Jesús se había escondido en la montaña. No es que Jesús tuviera miedo, es cierto que no quería que lo proclamaran rey de esa manera, pero ya sabemos como a Jesús le gustaba retirarse solo a la montaña a orar. Había enviado a los discípulos cercanos en una barca hacia el otro lado del lago, que habían tenido sus dificultades para atravesarlo por el viento en contra y Jesús les había acompañado caminando sobre el agua. Ahora ya estaba en Cafarnaún.
La gente que había quedado en el descampado a la mañana siguiente al ver que Jesús no estaba allí en unas barcas que habían aparecido por la orilla se habían ido también a Cafarnaún en búsqueda de Jesús. ‘Maestro, ¿Cuándo has venido aquí?’, fue la pregunta al encontrarlo. ‘Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, el que os dacha el Hijo del Hombre’.
El milagro era un signo, pero ellos no habían visto el signo, sino que se habían quedado en el hecho maravilloso. Un hecho maravilloso que venia a satisfacer unas necesidades materiales. Jesús también había querido satisfacer esas necesidades, tenían hambre, estaban en descampado, no había donde conseguir panes, y Jesús les había alimentado. Pero no se podían quedar ahí. Fue la primera tentación del diablo a Jesús después de líos cuarenta días de ayuno, pero Jesús entonces había respondido que ‘no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’.
En el mismo sentido va lo que ahora Jesús quiere decirles. No podemos quedarnos en ese alimento material, no podemos quedarnos en las piedras convertidas en panes. Tenemos que buscar un alimento que da vida para siempre, y es yo que Jesús quiere ofrecernos. Pero nos cuesta entenderlo. Nos sigue costando hoy, porque ¿que es lo buscamos muchas veces en Dios cuando acudimos a El? muchas veces parece que solo nos preocupan las necesidades materiales, nuestra pobreza y nuestras carencias o el dolor de una enfermedad, un problema que nos resulta insoluble y para lo que buscamos el milagro fácil que nos lo soluciones pronto.
Por supuesto son necesidades con las que también hemos de acudir al Señor, para pedir su luz, para pedir su fuerza, para pedir la inspiración que nos ayude a encontrar caminos, pero tenemos que saber acudir para algo mas hondo; tenemos que saber acudir para sentirle presente en nuestra vida, para escuchar su palabra que nos pone en camino de una nueva vida.
‘¿Cómo podemos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?’, le preguntan. ‘Este es el trabajo que Dios quiere, les dice Jesús, que creáis en el que El ha enviado’. Creer en Jesús; creer que Jesús es el enviado de Dios, será algo que escucharemos repetir muchas veces en el evangelio. Porque eso es reconocer de verdad quien es Jesús. No solo es el hombre bueno que hace cosas hermosas y realiza milagros para nosotros. Es el enviado de Dios,  el que viene lleno del Espíritu de Dios, porque es el Hijo de Dios, para traernos vida y salvación. 

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