Camina Jesús con nosotros y no lo reconoceremos hasta que en verdad nos dispongamos a partir y compartir el pan
Hechos, 2,14.22-33; Sal 15; 1Pedro
1,17-21; Lucas 24,13-35
Es que no te enteras, le decimos al amigo o al interlocutor con
quien estamos hablado tratando de comentar algo que sabe todo el mundo, que es
motivo de todas las comidillas en las esquinas y los bares, pero el nos dice
que no sabe nada. Parece que hay gente que va por la vida sin querer enterarse,
o eso al menos pensamos. Porque lo que nos pudiera suceder es que las tornas se
volvieran en contra nuestra y al final fuéramos nosotros los que, como suele
decirse, de la misa no sabemos ni la mitad. Viene a suceder que aquel que parecía
que no sabia nada nos da las claves para que entendamos las cosas, la razón o
el sentido de aquello que había sucedido y que esta en boca de todos pero nadie
acierta a saber la verdad de lo que sucede.
¿Seria algo así lo que les sucedía a aquellos dos que se iban camino
de Emaús? Un forastero que va de camino se les acerca y comienzan a hablar.
Nota la tristeza que llevan en el alma y se interesa por lo que les pasa. Y es
cuando surge la pregunta ‘pero ¿eres tu el único que no se ha enterado de lo
que ha sucedido en Jerusalén en estos días?’ podrían haber sucedido muchas
cosas y aquel forastero estuviera ahora llegando a la ciudad y aun no se ha
enterado lo que sucede. Ellos explican, a su manera, desde la experiencia que
han vivido, desde la negatividad de su experiencia y desde la tristeza que
llevan en el alma. Están desilusionados, han perdido todas las esperanzas, todo
parece terminar en un fracaso.
Pero ahora será aquel caminante el que les dice ‘ustedes es que no
se enteran ni quieren enterarse’. Todo eso que ha sucedido estaba previsto
que había de suceder así. Así estaba anunciado en las Escrituras. Aquí no se
trata ahora de la maldad o malicia de las autoridades judías o de la cobardía
de las romanas. Hay algo que es mucho mas hondo. Detrás de todo esto esta el
designio divino de salvación. ‘Conforme
al designio previsto y sancionado por Dios…’ dirá mas tarde Pedro en su
discurso ante el pueblo cuando ya el Espíritu les había hecho comprender todas
las cosas.
‘¡Qué necios y torpes sois
para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías
padeciera esto para entrar en su gloria? Y, comenzando por Moisés y siguiendo
por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura…’
Ahora si parecía que comenzaban
a entender algo. Por así decirlo, sentían gusto en escuchar a aquel que les
hablaba por eso ahora ya saliéndose de si mismos y de sus preocupaciones le
invitan a que se quede con ellos. La noche se echa encima, los caminos son
peligrosos, le ofrecen hospitalidad. Es algo mas que la preocupación por el
peligro de los caminos lo que ellos están sintiendo dentro de si, porque mas
tarde comentaran como les ardía el corazón mientras les explicaba las
escrituras por el camino.
‘Quédate con nosotros, porque
atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos’. Será la suplica aceptada por aquel que hacia
camino con ellos. Si, hacia camino con ellos; a ellos se había acercado, había
sintonizado con sus preocupaciones, les había escuchado, y había tenido para
ellos palabras de vida. Aquella presencia les hacia sentirse mejores y ellos querían
mostrar lo mejor de su corazón con la hospitalidad.
Se sentaron a la mesa y
comenzaron a compartir el pan. Y aquí había surgido el gesto que termino de
abrirles los ojos. Allí lo reconocieron. Era El, el Señor resucitado que había caminado
con ellos aquel camino que había comenzado en la tristeza y terminado en la
esperanza. ‘Se les abrieron los ojos y lo reconocieron’. Y se pusieron
de nuevo en camino. Ahora el camino era distinto, no importaba la noche porque
ellos estaban ya llenos de luz. Había que comunicar la noticia a los hermanos.
Y corrieron de nuevo a Jerusalén.
Muchos detalles, muchas cosas se
nos van sugiriendo a la medida en que hemos ido comentando el acontecimiento.
Muchas cosas que nos retratan, pero muchas cosas que nos abren caminos delante
de nosotros.
Desencantos y desilusiones no
nos faltan en la vida. Esperanzas de cosas buenas tenemos en el corazón pero
cuando nos vamos enfrentando a la vida nos viene la desilusión porque nos
aparecen muchos nubarrones de dudas, de cosas que no suceden como nosotros hubiéramos
querido, de aparentes fracasos porque no vemos la respuesta tan pronto como
deseamos, porque nosotros mismos cojeamos en muchas flojeras y debilidades.
Nos hace falta una clave para
entender bien lo que sucede, lo que debemos hacer, la esperanza que no podemos
perder. En la misma tarea de querer vivir el evangelio y de ser evangelio para
los demás muchas veces parece que nos sentimos fracasados con nuestras caídas y
debilidades y con el muro en contra de los que no quieren escucharnos o no
quieren aceptar el mensaje del evangelio. Nos parece sentirnos solos y sin
fuerzas y el camino se nos hace duro y triste en ocasiones.
¿No necesitaremos descubrir que
a pesar de todo el Señor va con nosotros? ¿No tendríamos que aprender a
escucharlo en el corazón? ¿No tendríamos que abrirnos más y mejor al sentido de
las Escrituras para comprender, para que se nos abran los ojos, para sentir la
fuerza del Espíritu del Señor en nuestro corazón?
También tenemos que aprender a
escuchar, a interesarnos por la tristeza que podamos encontrar en los demás; también
tendríamos que aprender a saber caminar junto al hermano para escucharle, para
hacer su camino, pero para comenzar a iluminar ese camino con esa luz que
nosotros en Cristo podemos llevar. Esto nos daría para más amplias reflexiones
en ese camino de evangelización en el que tendríamos que estar comprometidos,
como nos pide hoy la Iglesia.
Y finalmente tenemos que
aprender a ofrecer hospitalidad al que encontramos en los caminos de la vida. Llámese
hospitalidad a la acogida que tenemos que hacer a los extraños – emigrantes,
por ejemplo – que nos van apareciendo a nuestro lado, pero llámese hospitalidad
a la acogida a tantos con los que hemos de aprender a compartir nuestra mesa y
lo que nosotros somos. Muchas consecuencias también podríamos sacar de este
pensamiento.
‘Quédate con nosotros, porque
atardece y el día va de caída’. Las tinieblas y oscuridades nos pueden envolver, pero si esta El con
nosotros nada hemos de temer. Vamos de caída, no el día, sino nosotros tantas
veces porque fácilmente nos desinflamos, dejamos que nos entren las dudas o las
rutinas; necesitamos que se nos encienda de nuevo el corazón porque nos
llenemos de su luz y de su amor.
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