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sábado, 29 de abril de 2017

En la travesía de la vida, no siempre fácil, hemos de saber escuchar la voz que nos dice ‘soy yo, no temáis’, pero ser también esa voz para los que caminan a nuestro lado


En la travesía de la vida, no siempre fácil, hemos de saber escuchar la voz que nos dice ‘soy yo, no temáis’, pero ser también esa voz para los que caminan a nuestro lado

Hechos, 6, 1-7; Sal. 32; Jn. 6, 16-21
‘Soy yo, no temáis’, les dice Jesús a los asustadizos discípulos que van remando contra el viento en la noche del mar de Galilea. ‘Soy yo’, le oiremos repetir a Jesús en diversas ocasiones, sobre todo en este tiempo de pascua. ‘Soy yo’, quizás necesitemos nosotros escuchar en lo hondo el corazón sintiendo la voz de Jesús y su presencia que nos llene de paz.
La escena que nos narra hoy el evangelio fue tras la multiplicación de los panes y los peces allá en el descampado. Jesús se había retirado a solas al monte cuando comprendió que querían hacerlo rey y a los discípulos mas cercanos los embarco hacia el otro lado del lago. La travesía no era fácil, porque ‘soplaba un viento fuerte y el lago se iba encrespando’ nos dice el evangelista. Se acerca Jesús como menos ellos se lo esperan, porque viene caminando sobre el lago, y no lo reconocen porque creen ver un fantasma. Será la voz de Jesús la que les llene de paz.
Travesías difíciles hacemos muchas veces en la vida y parece que nos sentimos solos. Nadie nos escucha, todo parece estar en contra, las soledades nos atenazan el alma, como si Dios se hubiera olvidado de nosotros. El esta ahí, sin embargo, y no lo reconocemos; se nos manifiesta pero no en lo que nosotros esperábamos ni como nosotros hubiéramos querido; en la misma travesía que hacemos, en ese mar de la vida que se nos vuelve tenebroso, en esos problemas que se nos presentan y no nos dejan avanzar, ahí esta también en el Señor, por encima de todo eso, a través de esas mismas cosas que paciera que son un velo que se nos interpone. ‘Soy yo, no temáis’, nos dice.
Cuantos en la vida también van pasando por esas noches de densos nubarrones; desorientados, sin metas en la vida, sintiéndose inútiles quizás por no saber que hacer o que camino tomar, atormentados por dudas o por malos recuerdos o experiencias desagradables, desconfiados de todo o de todos… también sienten la soledad, alguien que llegue a su lado y les tienda una mano, una sonrisa que ilumine de nuevo sus vidas y una palabra alentadora que les hace salir de sus tinieblas.
De una cosa podemos estar seguros los creyentes, y es que el Señor no abandona a ninguno de sus hijos. Pero el Señor quiere contar con nosotros, contigo y conmigo para hacerse presente en tantas soledades, para ser esa voz que les diga, ‘yo soy, no temáis, yo estoy aquí, a tu lado…’ tenemos que ser esa voz de Dios, ese presencia de Dios con nuestra presencia, con nuestra palabra, con nuestra mano tendida, con nuestra mirada.
Cuantos quizás no llegan a sentir esa presencia del Señor porque nosotros no hemos sido esa presencia. Que responsabilidad la nuestra. Creo que hoy el Señor nos lo esta pidiendo, ser esa buena noticia para los demás. Ser buena noticia con nuestra presencia llena de amor, de cercanía, que despierta confianza, que abra los ojos de los demás a la fe, al encuentro con el Señor.
En el Señor nos pone en la travesía de la vida que no siempre es fácil, pero para que nosotros sintamos su voz y su presencia, pero también para que nosotros seamos su voz y su presencia para los demás, y todos podamos encontrar siempre la luz.

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