En la vida hemos de ir como Jesús partiendo el pan y repartiéndolo entre
los demás, es la señal de los cristianos
Hechos
de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15
‘Jesús tomó los panes, dijo
la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados…’ Un gesto de Jesús que se convierte en todo un
signo. Un gesto que le vemos hoy en este relato de la multiplicación de los
panes y los peces, pero será el gesto de la ultima cena que se convierte en
Eucaristía, y el gesto con que lo reconocerán los discípulos después de la
resurrección. ¿No será el gesto con el que nosotros también tendríamos que ser
reconocidos?
Los evangelistas nos presentan
varias veces este episodio de la multiplicación de los panes en el descampado
para dar de comer a la multitud hambrienta. Nos dice el evangelista hoy que Jesús
sintió lastima de toda aquella gente que se había congregado en su entorno,
llevaban varios días con El y ahora estaban en descampado lejos de donde poder
encontrar alimento. Había curado sus enfermos, les había alimentado con su
Palabra, pero allí seguía aquella multitud hambrienta.
Hay un detalle en este episodio
y es como Jesús quiere implicar a sus discípulos más cercanos. ‘¿Con qué
compraremos panes para que coman éstos?’ los discípulos de Jesús no pueden
cruzarse de brazos; si Jesús sintió lastima de aquella gente, los discípulos no
pueden quedarse insensibles. Hay que poner manos a la obra. Por allá encuentran
quien esta dispuesto a compartir. Hay un muchacho con cinco panes y dos peces. ‘¿Qué
es esto para tantos?’ es la pregunta que nos hacemos, ¿Qué puedo hacer yo
que soy tan poquita cosa? Pero lo pequeño vale, el pequeño grano de arena hace
el montón. Si cada uno ponemos eso pequeño que tenemos o que somos, entre todos
seremos muchos, haremos muchas cosas.
Hoy me encontré una imagen muy
bonita en la que se veía a un niño dando de comer a un perro callejero. Le preguntaron
que hacia y dijo que le daba de comer a aquel perro que se estaba muriendo de
hambre; la persona mayor le razonaba que había muchos perros así callejeros y
con hambre y que con darle de comer a uno no solucionaba nada, pero el niño respondía,
al menos este perro no se muere de hambre. Puede ser insignificante lo que
hacemos y no va a solucionar todos los problemas, pero al menos un problema más
encontrara solución.
Y Jesús realizo el signo. La
multitud hambrienta comió. Y el gesto quedara como un signo que nos marque. Será
el signo de la Eucaristía. Será el signo de nuestro compartir. Será el signo
que va a mostrar nuestra solidaridad y nuestro compromiso. Ha de ser el signo
que tenemos que seguir realizando.
Por eso quienes participamos del
signo de la Eucaristía tenemos que comprometernos siempre en el signo del amor.
La Eucaristía nunca nos puede encerrar, sino que siempre se nos invita a salir,
a ir al encuentro con los demás; hemos de llevar el anuncio con nuestras
palabras, pero sobre todo con el signo de nuestra vida, con el signo de nuestro
amor. Pequeños detalles, pequeños gestos, cosas pequeñas que nos pueden parecer
insignificantes, pero son los gestos del amor que realizan maravillas, son los
gestos del amor con los que estamos haciendo un mundo mejor, son los gestos y
los signos por los que estamos haciendo presente a Dios en nuestro mundo.
Es el gesto del compartir con
que nos distinguirán a nosotros por nuestra fe. Es el compromiso que ha de
vivir cada cristiano desde su amor.
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