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viernes, 28 de abril de 2017

En la vida hemos de ir como Jesús partiendo el pan y repartiéndolo entre los demás, es la señal de los cristianos

En la vida hemos de ir como Jesús partiendo el pan y repartiéndolo entre los demás, es la señal de los cristianos

Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15
‘Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados…’ Un gesto de Jesús que se convierte en todo un signo. Un gesto que le vemos hoy en este relato de la multiplicación de los panes y los peces, pero será el gesto de la ultima cena que se convierte en Eucaristía, y el gesto con que lo reconocerán los discípulos después de la resurrección. ¿No será el gesto con el que nosotros también tendríamos que ser reconocidos?
Los evangelistas nos presentan varias veces este episodio de la multiplicación de los panes en el descampado para dar de comer a la multitud hambrienta. Nos dice el evangelista hoy que Jesús sintió lastima de toda aquella gente que se había congregado en su entorno, llevaban varios días con El y ahora estaban en descampado lejos de donde poder encontrar alimento. Había curado sus enfermos, les había alimentado con su Palabra, pero allí seguía aquella multitud hambrienta.
Hay un detalle en este episodio y es como Jesús quiere implicar a sus discípulos más cercanos. ‘¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?’ los discípulos de Jesús no pueden cruzarse de brazos; si Jesús sintió lastima de aquella gente, los discípulos no pueden quedarse insensibles. Hay que poner manos a la obra. Por allá encuentran quien esta dispuesto a compartir. Hay un muchacho con cinco panes y dos peces. ‘¿Qué es esto para tantos?’ es la pregunta que nos hacemos, ¿Qué puedo hacer yo que soy tan poquita cosa? Pero lo pequeño vale, el pequeño grano de arena hace el montón. Si cada uno ponemos eso pequeño que tenemos o que somos, entre todos seremos muchos, haremos muchas cosas.
Hoy me encontré una imagen muy bonita en la que se veía a un niño dando de comer a un perro callejero. Le preguntaron que hacia y dijo que le daba de comer a aquel perro que se estaba muriendo de hambre; la persona mayor le razonaba que había muchos perros así callejeros y con hambre y que con darle de comer a uno no solucionaba nada, pero el niño respondía, al menos este perro no se muere de hambre. Puede ser insignificante lo que hacemos y no va a solucionar todos los problemas, pero al menos un problema más encontrara solución.
Y Jesús realizo el signo. La multitud hambrienta comió. Y el gesto quedara como un signo que nos marque. Será el signo de la Eucaristía. Será el signo de nuestro compartir. Será el signo que va a mostrar nuestra solidaridad y nuestro compromiso. Ha de ser el signo que tenemos que seguir realizando.
Por eso quienes participamos del signo de la Eucaristía tenemos que comprometernos siempre en el signo del amor. La Eucaristía nunca nos puede encerrar, sino que siempre se nos invita a salir, a ir al encuentro con los demás; hemos de llevar el anuncio con nuestras palabras, pero sobre todo con el signo de nuestra vida, con el signo de nuestro amor. Pequeños detalles, pequeños gestos, cosas pequeñas que nos pueden parecer insignificantes, pero son los gestos del amor que realizan maravillas, son los gestos del amor con los que estamos haciendo un mundo mejor, son los gestos y los signos por los que estamos haciendo presente a Dios en nuestro mundo.
Es el gesto del compartir con que nos distinguirán a nosotros por nuestra fe. Es el compromiso que ha de vivir cada cristiano desde su amor.

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