No olvidemos que tenemos que iluminar con la misma luz de Cristo y con su sabor al mundo que tanto necesita de su luz y de la sabiduría del Evangelio
1Corintios
2, 1-10; Sal 118; Mateo 5, 13-16
‘Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo…’
nos dice Jesús hoy en el evangelio. Ser sal, ser luz. Escuchamos hoy esta
palabra de Jesús en la fiesta de un gran santo español, san Isidoro de Sevilla.
Resplandeció en su santidad y en su sabiduría en la sede de Sevilla en su
tiempo y fue luz en medio de toda España en unos momentos oscuros y duros de la
historia.
Su testimonio nos anima, su santidad nos hace imitarle, su sabiduría
nos impulsa a que busquemos esa verdadera sabiduría que el Espíritu del Señor
infunde en nuestro corazón para que también, quizás desde nuestra pequeñez y
nuestra humildad, podamos poner ese nuevo sabor que nuestro mundo necesita y
que nosotros sabemos que encontramos en la cruz de Jesús y en su resurrección.
El mundo necesita de esa luz y de ese nuevo sabor que en el evangelio
podemos encontrar. Vivimos en un mundo cambiante y en un mundo que muchas veces
nos puede llenar de confusión. Son tantas las ideas, las maneras de pensar, las
formas de entender las cosas, los caminos que se nos ofrecen de todos lados
porque en el fondo todos queremos un mundo mejor. Pero muchas veces nos podemos
sentir confusos. Hay muchas cosas que nos encontramos que chocan con nuestros
valores y nuestros principios nacidos del evangelio. Y parece en ocasiones que
nos sentimos inseguros, dudamos y vacilamos si estamos en el camino cierto
porque se nos dan tantos razonamientos que no sabemos a que atenernos.
Muchas veces los cristianos no nos hemos formado debidamente sino
simplemente nos hemos ido dejando llevar porque nos parecía que todos pensábamos
igual, que todas las cosas han sido siempre así pero no nos preocupamos de
ahondar debidamente en nuestra fe, en el conocimiento del evangelio, en aquello
que la Iglesia, sabia maestra en el Espíritu, nos ha ido enseñando.
Cuando nos planteaban quizás que teníamos que asistir a reuniones y
encuentros nos decíamos que nada nuevo nos iban a enseñar y nos preocupamos de
ese crecimiento necesario en nuestra fe, en nuestra autentica formación
cristiana, en el crecimiento de una verdadera espiritualidad. Cuantas veces
hemos escuchado o acaso nosotros decir también, ‘a mi que me van a enseñar si
yo soy cristiano de siempre’. Y claro cuando surge la confrontación con otras
ideas, con otros valores, con otras formas de concebir la vida que en la
sociedad se nos va ofreciendo, no sabemos como reaccionar, como responder.
Y nos vamos tras otras espiritualidades orientales porque están de
moda y se nos presentan como panaceas de una verdadera sabiduría de la vida; y
nos dejamos influir por lo que todo el mundo piensa porque pensamos que si
todos piensan así, eso será la verdad, y otras cosas por el estilo que nos
desorientan, que nos llenan de confusión.
¿Seremos quizás la sal que se vuelve sosa? ¿Seremos la luz que se
tamiza con otros filtros y colores, que nos impiden ver el brillo de la
verdadera luz? Jesús nos advierte hoy, que si la sal se vuelve sosa, no valdrá
sino para que la tiren y la pise la gente. No perdamos el sabor de la sabiduría
de Jesús. Empapémonos de evangelio para que podamos brillar con la verdadera
luz y podamos iluminar a los demás, podamos trasmitir con valentía y lealtad
los valores del evangelio que darán verdadero sabor a nuestro mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario