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lunes, 24 de abril de 2017

Los que acabamos de celebrar la Pascua y renovar nuestro bautismo hemos de mostrarnos en verdad hombres nuevos renacidos con nuevas actitudes y comportamientos

Los que acabamos de celebrar la Pascua y renovar nuestro bautismo hemos de mostrarnos en verdad hombres nuevos renacidos con nuevas actitudes y comportamientos

Hechos de los apóstoles 4, 23-31; Sal 2; Juan 3,1-8
Algunas veces no sabemos cuando es el momento mas oportuno; deseamos aquel encuentro pero no sabemos como abordarlo; quizás hay miedos en nuestro interior, o desconfianza, no sabemos cuales son las palabras mas oportunas que emplear; que le voy a decir, pensamos, aunque tenemos tantas cosas en la cabeza, tantas preguntas que hacer; nos condicionan circunstancias de nuestra vida, nuestra posición social, lo que la gente pueda pensar si se enteran de mi decisión; no queremos hacerlo a escondidas, pero tampoco queremos que nadie se entere; hay dudas en nuestro interior pero deseamos en el fondo ese encuentro, queremos buscarlo pero no nos atrevemos. Cosas así nos pasan mas de una vez,  y pasamos es cierto un mal rato antes de tomar la decisión.
¿Le pasaría algo así a Nicodemo? Era alguien importante, era un magistrado judío, miembro del Sanedrín, pertenecía al grupo de los fariseos; y aunque tenia sus principios y posicionamientos en muchas cosas en el orden religioso y social como perteneciente a aquel grupo social, sin embargo había inquietudes en su corazón; se preguntaba muchas cosas por dentro sobre todo después que había oído hablar de Jesús y ver las cosas que hacia. ¿Cómo abordar a Jesús? ¿Cómo acercarse a El sin que esto produjera un cierto revuelo entre sus compañeros? Decide al fin ir de noche a ver a Jesús. Allí en la placidez de la noche se podían hablar muchas cosas, se podían discutir muchas dudas, podía escucharle con calma sin sentirse presionado por nadie.
‘Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él’, fueron sus palabras de saludo y a modo de presentación de la inquietud que llevaba dentro. Lo reconoce como Rabí, como Maestro, pero como alguien venido de Dios. Nadie puede hacer lo que hace Jesús si Dios no esta con El.
Jesús conoce aquel corazón, y sabe que necesita algo nuevo, algo en lo que se sienta renovado totalmente por dentro. Y Jesús no le habla de remiendos, de arreglitos de algunas cosas; no es eso lo que Jesús nos presentara a todos porque ya nos dirá que a vino nuevo son necesarios odres nuevos; por eso se necesita ser un hombre nuevo, renovado de tal manera que sea como que haya nacido de nuevo. Y a todos nos costara comprender esas palabras de Jesús porque siempre andamos con remiendos, arreglitos por aquí o por allá, pero nos cuesta reconocer que hay que recomenzar de nuevo, como quien parte de cero. Por eso Jesús dirá que hay que nacer de nuevo.
‘Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios’. Y Nicodemo no comprende y hace preguntas. ‘¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?’ Se toma las palabras con excesiva literalidad. No puede entender. Como también nosotros podemos convertir la respuesta de Jesús en un puro ritualismo. Nos habla Jesús del agua y del Espíritu, e interpretamos que nos habla del bautismo, e interpretamos bien.
Pero no nos quedemos en el bautismo ritual, sino en todo lo que significa el bautismo. Porque ese sumergirnos en el agua no es simplemente un baño que podamos hacer a nuestro cuerpo; nos quedaríamos en cosas externas; es  algo mas, porque ese sumergirse en el agua es sumergirse en la muerte de Jesús, es un morir en nosotros para renacer, si, por la fuerza del Espíritu con una vida nueva. Es el renacer del que nos habla Jesús. Es el nacer con una vida nueva, es el ser un hombre nuevo y distinto.
Cuanto tendríamos que hacernos reflexionar todo esto. Como tendríamos que preguntarnos si nosotros bautizados y que acabamos de vivir y celebrar la Pascua y de hacer la renovación de nuestras promesas bautismales somos en verdad ese hombre nuevo. ¿Se notara en nuestra vida que hemos vivido la Pascua, que somos ese hombre nuevo del que nos habla Jesús? Vayamos al encuentro con Jesús sin prejuicios, sin respuestas previamente aprendidas de memoria, vayamos hasta Jesús con el corazón abierto y sin ningún temor ni predisposición para acoger y aceptar cuanto nos diga Jesús. Mucho tendremos que reflexionar sobre todo esto.

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