Vistas de página en total

sábado, 27 de mayo de 2017

Anunciemos la buena noticia a todos de que Dios nos ama, para que todos nos sintamos amados de Dios que es lo mejor que nos puede pasar

Anunciemos la buena noticia a todos de que Dios nos ama, para que todos nos sintamos amados de Dios que es lo mejor que nos puede pasar

Hechos, 18, 23-28; Sal. 46; Juan 16, 23-28
Estamos en las vísperas de la Ascensión. Continuamos aun en el tiempo pascual que se prolonga aun hasta el próximo domingo en Pentecostés. Este día de la ascensión que vamos a celebrar mañana domingo, pero que antes hubiéramos celebrado litúrgicamente el pasado jueves, cronológicamente los cuarenta días desde la pascua, siempre tuvo una resonancia especial en la piedad popular con aquellas connotaciones que nos hablaban de los jueves que brillaban mas que el sol – jueves santo, corpus christi y día de la Ascensión -. Los ajustes laborales en la sociedad civil cada vez mas laica y alejada del sentido religioso de la vida ha trasladado a fiestas como esta al domingo, mientras quizás nos inventamos otras fiestas en el consumismo de la vida moderna.
Pero aparte estos comentarios un tanto ocasionales queremos en nuestra reflexión seguir dejándonos guiar por los textos que la liturgia nos ofrece como alimento para nuestro diario caminar. El texto del evangelio que se nos ofrece sigue la lectura continuada de lo que llamamos el discurso de la última cena de Jesús.
Las palabras de hoy tienen de nuevo esa resonancia de la despedida. ‘Sali del Padre y he venido al mundo, nos dice, otra vez dejo el mundo y vuelvo al Padre’. Ha cumplido su misión, el anuncio del Reino de Dios y nuestra redención. Como mañana escucharemos ahora nos deja su misión en nuestras manos para que nosotros anunciemos esa Buena Nueva y sigamos construyendo el Reino de Dios.
Vuelve al Padre donde vamos a tener un intercesor, mediador para siempre. ‘Yo os aseguro, nos dice, si pedís algo al Padre, en mi nombre os lo dará’. Sentado a la derecha del Padre, como lo contemplaremos mañana a partir de la Ascensión y confesamos en el Credo, intercede por nosotros, es el Mediador definitivo y eterno que por nosotros ha ofrecido su sangre, para nuestra redención, para el perdón de los pecados. Por eso ahora, por esa mediación de Jesús, nos sentiremos amados de Dios para siempre. ‘Aquel día, nos dice, pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogare al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios’.
Es nuestra fe. Creemos en Jesús enviado del padre, que ‘por nosotros y por nuestra salvación bajo del cielo’ como confesamos en el Credo; creemos en Jesús y amamos a Jesús porque nos sentimos inundados de su amor. Así sentiremos para siempre ese amor de Dios en nosotros. ‘El padre mismo os quiere’, nos dice. Nos recuerda aquello que ya habíamos escuchado en el evangelio. ‘Tanto amo Dios al mundo que nos envió a su único Hijo para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna’.

Demos gracias a Dios por su infinito amor. Correspondamos con nuestra fe y con nuestro amor siguiendo el camino de Jesús. Anunciemos esa buena noticia a todos para que todos sepan que Dios los ama, para que todos nos sintamos amados de Dios. Sentirse amado de Dios es lo mejor que nos puede pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario