Porque quizás no vivimos una fe intensa nos amargamos, las soledades nos llenan de angustias, nos sentimos débiles y nos falta valentía para dar el testimonio de Jesús
Hechos
16, 22-34; Sal 137; Juan 16, 5-11
¡Que duras son las despedidas! Cuando parte un ser querido, cuando un
amigo se aleja porque su vida tomas otros rumbos parece que algo se rompe
dentro de nosotros. Confieso que es algo que desde siempre me ha costado mucho.
Para mi la imagen de una despedida la tengo en un barco que se aleja en el horizonte
y se lleva al ser querido. Cualquier despedida de alguien que aprecio mucho
siempre es algo que me rompe el corazón, aunque con la madurez de la vida
aprenda uno a tomarlo con otro sentido y otras fuerzas quizás.
Son los sentimientos de tristeza que embargan los corazones de los discípulos
en la noche de la cena pascual. Había Jesús anunciado lo que había de suceder y
ahora habla de su marcha. Como explicaría mas tarde el discípulo amado al
trasmitirnos el evangelio ‘habia llegado la hora de pasar de este mundo al
Padre y habiendo amado a los suyos…’ es el comienzo de estos capítulos del
evangelio de Juan.
Son palabras de Jesús ahora de despedida y de recomendaciones. Había
que preparar a los discípulos para la tormenta inmediata que habían de soportar,
pero era preparación también para que descubrieran su nueva forma de presencia
en medio de ellos. El mundo no le vera, pero ellos podrán verle; quienes no
crean serán incapaces de verle, pero quienes mantienen su fe en Jesús podrán
seguir viéndole y sintiendo la alegría esperanzada de su presencia.
‘Os conviene que yo me vaya;
porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os
lo enviaré…’ Es la promesa de Jesús. Es el Espíritu que nos
hace sentir su fuerza, su presencia junto a nosotros. No lo veremos con los
ojos de la carne, pero los ojos de la fe nos lo harán ver de forma distinta
pero no menos real. Su presencia la podremos vivir de una forma mas intensa allá donde estemos o en la
situación en que nos encontremos. Con la fuerza del Espíritu en nosotros todo será
distinto.
Lo podrían ver y sentir vivo y resucitado entre ellos y sentirían su
fuerza en sus corazones para anunciarlo valientemente ante el mundo. Tenemos
nosotros también que despertar nuestra fe. Lo necesitamos porque su ausencia
seria dura para nosotros. Porque quizás no vivimos esa fe intensa tantas veces
nos amargamos en la vida, las soledades nos aturden y nos llenan de angustias,
nos sentimos débiles y cobardes para dar nuestro testimonio y nos falta esa valentía
en el corazón para seguir haciendo el anuncio de Jesús en medio de nuestro
mundo de hoy.
Por eso despertemos nuestra fe, avivemos nuestra fe. Sentiremos el
gusto de la presencia de Jesús y seremos valientes en nuestro testimonio.
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