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lunes, 22 de mayo de 2017

Necesitamos mucha fuerza interior, una fuerza espiritual que nos eleve y nos haga ver las cosas con otra perspectiva, una fuerza sobrenatural que nos haga crecer

Necesitamos mucha fuerza interior, una fuerza espiritual que nos eleve y nos haga ver las cosas con otra perspectiva, una fuerza sobrenatural que nos haga crecer

Hechos 16,11-15; Sal 149; Juan 15,26-16,4a
Alguna vez cuando nos encontramos contratiempos en la vida y quizás andamos preocupados por como vamos a salir de esa situación un amigo se nos ha acercado y nos ha comentado  ‘eso ya te lo había dicho…ya te dije que estuvieras preparado’. Es bueno tener a nuestro lado amigos así que aunque nos recriminen cariñosamente sin embargo sus palabras nos sirven de aliento y nos ayudan a levantarnos, a no dejarnos arrastrar por negruras y pesimismos que nos depriman.
Son las palabras que le escuchamos a Jesús. Se las decía a los apóstoles en aquella sobremesa de la cena pascual, la que llamamos la última cena antes de su pascua. Ya andaban con aires de tristeza por lo que presentían que iba a suceder, y ahora el evangelista cuando nos trasmite el evangelio nos recuerda las palabras de Jesús que ya los había prevenido. Palabras de aliento y de animo como las del amigo que esta a nuestro lado en las buenas y en las malas, como antes mencionábamos. ‘A vosotros os llamo amigos’, les había dicho Jesús.
Son palabras de despedida pero también de un anuncio lleno de esperanza. Habla incluso de persecuciones, ‘os expulsarán de las sinagogas’, pero no pueden sentirse solos por qué con ellos, con nosotros estará el Espíritu de la Verdad. Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo’. Tendremos un Defensor, el espíritu de Jesús que estará en nosotros y con nosotros dará testimonio, será nuestra fuerza.
Necesitamos escuchar en el corazón estas palabras de Jesús. Tenemos el peligro de perder la paz, de agobiarnos ante lo que tenemos que hacer o ante las dificultades que encontramos, nos sentimos como desestabilizados en los contratiempos que nos da la vida. Mantener la serenidad y la calma en medio de los problemas de cada día muchas veces no es fácil. Cada uno pensemos en los problemas que tenemos que afrontar en la familia, en el círculo de nuestras relaciones, en el ámbito de nuestro trabajo, en la situación social que podamos vivir, en nuestra lucha personal por subsistir, por crecer y madurar, por afrontar nuestras responsabilidades.
Necesitamos mucha fuerza interior; una fuerza espiritual que nos eleve por encima de esas situaciones y nos haga ver las cosas con otra perspectiva; una fuerza sobrenatural que nos haga vencer las tentaciones de desanimo que podamos sufrir o esas otras tentaciones que nos hacen rodar por la pendiente de la desgana, de la tibieza y nos puedan hundir en las aguas tenebrosas del pecado.
Necesitamos la presencia y la fuerza del Espíritu Santo que nos lleve por el camino del bien, que nos haga mantenernos firmes en nuestros compromisos, que nos impida apartarnos de ese camino de vida que es el evangelio de Jesús. 

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