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sábado, 4 de abril de 2015

Buscamos a Jesús, el que fue crucificado pero ha resucitado y es nuestro gozo y alegría y lo sentimos vivo en nosotros


Buscamos a Jesús, el que fue crucificado pero ha resucitado y es nuestro gozo y alegría y lo sentimos vivo en nosotros

Hechos, 10, 34a. 37-43; Sal 117; Colosenses 3, 1-4; Juan 20, 1-9
‘¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado? No está aquí. Ha resucitado’. Fue el anuncio que escucharon aquellas buenas mujeres que habían comprado aromas para ir a completar los ritos de enterramiento que no habían podido realizar el viernes por las prisas embalsamando el cuerpo muerto de Jesús. ¿Buscáis al que fue crucificado? ¿Por qué buscáis en el lugar de la muerte al que venció a la muerte? ¿Por qué buscáis en un sepulcro al que es la Vida? ¿No recordáis lo que dijo allá en Betania de que era la resurrección y la vida?
Es el anuncio que nos llena de alegría. Es nuestra fiesta porque es la Pascua. ¡Cristo ha resucitado! Y confesamos con alegría nuestra fe. No creemos en quien fue derrotado con la muerte sino creemos en el que con su muerte venció toda muerte y nos llena de vida para siempre. Es importante esto, porque si Cristo no hubiera resucitado vana y sin sentido sería nuestra fe. De ahí nuestra alegría. De ahí la fiesta grande que nosotros los cristianos hacemos en la resurrección del Señor. Es la Pascua.
Pero esto no lo confesamos como una idea, como un simple artículo de un credo, de una fe, sino desde una vida, desde una experiencia que nosotros vivimos también. Cuando las mujeres fueron sepulcro solo vieron un sepulcro vacío y escucharon las palabras del ángel. María Magdalena seguiría llorando, corriendo a contarle a Pedro y los discípulos que el cuerpo de Cristo muerto no estaba en el sepulcro y que alguien lo habría robado.
Pero poco a poco Magdalena, las demás mujeres, Pedro y el resto de los apóstoles fueron sintiendo algo más, viviendo una nueva experiencia, porque era verdad que Cristo había resucitado y Cristo se les fue manifestando a todos ellos, lo vieron y lo palparon como quería hacerlo el dubitativo Tomas. Es la experiencia que le haría proclamar a Pedro delante de la multitud, aquel a quien habéis crucificado, y todos sois testigos de ello, Dios lo ha resucitado y lo ha constituido Señor, y nosotros somos testigos.
Es la experiencia que nosotros también vivimos. No veremos con los ojos de la carne como a nosotros nos gustaría ver, o no palpamos con nuestras manos como queria hacer Tomás, pero sí sentimos y vivimos. Es la experiencia viva de la fe, en la que no tenemos que buscar razones de lógicas humanas o racionales, sino que lo proclamamos desde lo que sentimos y desde lo que experimentamos en lo más hondo de nosotros mismos. Y eso es lo que en este día queremos proclamar; es lo que es nuestra fe, lo que tenemos que gritar en todo momento ante el mundo que nos rodea.
Hemos venido haciendo a través de toda la Cuaresma un camino que nos conduce a la Pascua y lo hemos ido haciendo desde lo que es nuestra vida concreta de cada día con sus luchas y con sus problemas, con sus sombras y con sus angustias, con sus sufrimientos y con todo lo que hemos ido viviendo o vemos que van viviendo los que están a nuestro alrededor. Recuerde cada uno el camino que ha ido haciendo.
 Ha sido un camino de pasión, de cruz en muchas ocasiones, un camino en que hemos querido ir oyendo la palabra de Jesús que nos invitaba a tomar la cruz, a negarnos a nosotros mismos, a atrevernos a emprender un camino nuevo, con decisiones nuevas que podrían parecernos incluso arriesgadas; muchas veces nos costaba dar pasos o arrancarnos de nosotros mismos, pero hemos querido dejarnos conducir por su Espíritu y aquí estamos celebrando la Pascua, celebrando la resurrección del Señor, que tiene que ser también nuestra propia resurrección.
Por eso ahora nuestra pascua tiene que ser viva; lo que estamos celebrando tiene que ser algo vivo, porque es algo que nosotros también experimentamos por dentro. No son meras palabras que tenemos que decir, o ritos que tenemos que hacer. También nosotros hemos de experimentar esa resurrección de Jesús en nuestra vida concreta. Unidos a Jesús estamos en su muerte porque con El fuimos sepultados en el Bautismo, pero para con El resucitar a una vida nueva desde ese mismo bautismo que a El nos unió.
Por eso ahora todo se vuelve luz en nuestra vida aunque fuertes hayan sido los nubarrones por los que hayamos pasado; en nosotros hay esperanza; con Cristo resucitado sabemos que tenemos nueva vida; con la presencia del resucitado en nosotros se tienen que acabar las visiones borrosas para ver ese camino nuevo que ante nosotros se abre con la gracia de Dios; con la presencia de Cristo resucitado en nosotros se acabaron los miedos, las vendas que cubrían nuestros ojos o nuestra vida tienen que caer para siempre; con Cristo resucitado presente en nuestro corazón sabemos que hay caminos nuevos que recorrer y habrá forma de ir a la Galilea de nuestro mundo para anunciar que Cristo es nuestra Salvación, nuestra alegría y nuestro gozo, nuestra esperanza y nuestra vida; con la fuerza de Cristo resucitado en nuestro corazón han de acabarse los temores y sentimos su fuerza para realizar siempre y en todo lo que es la voluntad del Señor.
Ya sentimos que no estamos solos nunca, porque Cristo está con nosotros y si Cristo, el que vive, el que venció la muerte y el pecado, el que puso para siempre luz para disipar las tinieblas de nuestro mundo, está con nosotros, ¿a quién o a qué vamos a temer? Con El en nuestro corazón sentimos nueva paz y podremos llevar esa paz también a los demás.
Con El presente en nuestra vida creemos posible ese mundo nuevo y que los corazones de los hombres pueden cambiar, para desterrar los odios, para hacer desaparecer los orgullos que envilecen la vida del hombre, para abrirnos a caminos de nueva solidaridad, para hacer posible ese mundo nuevo donde nos sintamos hermanos, y seamos capaces de comprendernos y perdonarnos, de tendernos la mano para caminar juntos y realizar ese mundo nuevo del Reino de Dios, ese mundo nuevo de la justicia, de la verdad y del amor.
‘¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado? No está aquí. Ha resucitado’. Buscamos, sí, a Jesús Nazareno, el que fue crucificado pero que ha resucitado. Es nuestra vida y nuestra salvación. Sí, está aquí, lo sentimos en el corazón y en la vida. Está con nosotros y nos pone en camino. De ello somos, queremos ser ante todo el mundo unos testigos convencidos.

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