Vistas de página en total

lunes, 6 de abril de 2015

La luz de la resurrección ha iluminado nuestra vida y todo lo vemos de manera distinta porque con nosotros está el Señor resucitado

La luz de la resurrección ha iluminado nuestra vida y todo lo vemos de manera distinta porque con nosotros está el Señor resucitado

Hechos 2,14.22-33; Salmo, 15; Mateo 28,8-15
‘Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos… Ha resucitado del Señor’. Por el camino cuando volvían impresionadas por lo que los Ángeles les habían comunicado en el sepulcro vació se habían encontrado con el Señor que les había salido al paso. ‘Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’, les encarga.
Es lo que nosotros seguimos festejando con toda solemnidad en esta semana de la octava de Pascua. Es la alegría que seguimos viviendo y que hemos de saber trasmitir a los demás. Nuestra vida sigue y en nosotros están las mismas luchas de cada día, las mismas preocupaciones y los mismos trabajos. Sin embargo en el creyente todo tiene que ser distinto. La luz de la resurrección ha iluminado nuestra vida y las cosas hemos de comenzar a verlas de manera distinta; hay otra fuerza y otra esperanza en nosotros; es la certeza de que el Señor está con nosotros y algo nuevo se ha de abrir en el camino de nuestra vida. Nos fiamos del Señor. Llenamos nuestro corazón de esperanza.
Como hemos rezado en el salmo, recogiendo lo que san Pedro nos recordaba en los Hechos de los Apóstoles ‘Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción…’ Tenemos alegría porque tenemos la certeza de que el Señor está con nosotros. Queremos seguir caminando, realizando la lucha de cada día, queremos encontrar luz y sentido para todo lo que nos vaya sucediendo. Y es que ‘con él a mi derecha no vacilaré’.
Es valiente Pedro en lo que le escuchamos hoy en la lectura de los Hechos de los Apóstoles. No parece el mismo que el que había temblado de miedo cuando prendieron a Jesús en el Huerto por si le descubrían como discípulo suyo, el que descaradamente le negó tres veces para evitar consecuencias desagradables; ahora es otro. Está lleno de la fuerza del Espíritu del Señor. No olvidemos que estas palabras que le hemos escuchado hoy corresponden a aquel primer discurso del día de Pentecostés. Pero más adelante, incluso, cuando los azoten en el Sanedrín, saldrán contentos por haber podido sufrir por el nombre de Jesús, porque no podían callar lo que habían visto y oído.
Que el Señor nos dé esa valentía. Que sintamos la fuerza de su Espíritu en nosotros para seguir viviendo con toda hondura la alegría de la Pascua. Que no temamos ante el camino que tenemos por delante porque con nosotros está el Señor ya para siempre. La presencia de Cristo resucitado no es la presencia de un momento determinado, sino es la presencia que podemos sentir siempre del Señor en nuestro corazón y en nuestra vida. Así podemos caminar con ilusión, con esperanza, con arrojo y valentía, sin ningún temor. ‘Con El a mi derecha no vacilaré’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario